Corazón salvaje

El country me parece un estilo musical tan importante como el ketchup en la cocina de Ferrán Adriá. ‘Corazón Salvaje’ es la historia que hay detrás de una canción. Busca los rincones prohibidos donde el artista encuentra su inspiración y narra lo tedioso, lento y angustioso que es escribir una canción de country. Por eso, la película, es perfecta. Y un soberano coñazo.

La cinta consigue transmitir muy bien las sensaciones de vivir en la carretera, bajo el tortuoso sol de Texas: personajes sudorosos en tinieblas, con una mirada que sólo se deja ver cuando el humo del cigarrillo no vela el gesto. Es una película grasienta. Muy americana. Bad Blake (Jeff Bridges, ganador del Oscar a mejor actor) es una leyenda olvidada del country. Un triunfito que no consiguió disco, pero que gozó de fama, lujo y glamour en otra época. Un estatus que asesinó a base de chupitos de whisky y litros de cerveza. Ahora, se tiene que conformar con ser telonero de Tommy Sweet (Collin Farrel), el que fuera su aprendiz. Ya saben: que el alumno se convierta en el maestro es la mayor alegría del mundo… Siempre que tú no seas el maestro, claro.

Por horrible que sea lo que le acompaña, ver a Jeff Bridges (‘El gran Lebowsky’) en pantalla siempre es un plus. Su carisma y su talento serán los culpables de que no se levante del asiento a la media hora de proyección. Y, para los que sean capaces de aguantar el bostezo, Bridges les ofrecerá una actuación inspiradora que les desafiará con una preciosa reflexión: la veneración del error.

Sufjan Stevens -que sí se dedica a la música- decía que un error pesa dos veces cuando sólo se piensa y no se comete. Durante las dos horas de metraje sufrimos todos los tropiezos de Bad Blake para, más tarde, entender que era la tarifa de la musa (Maggie Gyllenhaal).

En fin, muchas reflexiones para una película tan aburrida, ¿no? Lo mismo no está tan mal.