Come, reza, ama

‘Come, reza, ama’ no es una buena elección para una noche entre semana, a última hora, después de una jornada de trabajo… Bueno, en realidad, no es una buena elección en ningún caso. Lejos de una primera suposición, el mayor problema de la última de Julia Roberts no es el considerable contingente de estrógenos por minuto, es el insufrible guión repleto de clichés feministas y filosofías de libro de autoayuda que se estira a lo largo de dos horas y media hasta conseguir, sin remedio, un enorme y agónico bostezo.

Sin tener en cuenta dicha minucia (sin querer hacer leña: tiene un 4,8 en filmaffinity, sólo comparable a la peli de las Spice Girls), ‘Come, reza, ama’ consigue el que supongo que fue el objetivo de la escritora de la novela: reflexionar sobre la rutina. No sé si les ha pasado alguna vez, pero creo que nos resulta facilísimo ver el error en el otro, pero somos incapaces de aplicarnos el cuento. Por ejemplo, el clásico amigo que te dice: “No puedo más con mi trabajo, llego todos los días triste a casa, me siento frustrado…” Y tú, muy convencido, le respondes que lo deje, que no merece la pena, que sea valiente y rompa el círculo. Lo más probable es que esa persona se cague de miedo si se viera en la misma situación.

Como cantan los incombustibles Vetusta Morla, “ser valiente no es cuestión de suerte”, y la rutina es uno de esos males endémicos que calan los huesos. Julia Roberts, convencida de que su vida es un asco, opta por hacer de sus crisis una oportunidad. Ya se pueden imaginar que al final todo es precioso y tanto cambio tenía un sentido divino -no podía ser menos viniendo de Hollywood-.

¿Sucede igual en la vida real, ser valiente y afrontar la rutina tiene consecuencias positivas? Sólo lo descubrirán si se arriesgan. Ya me dirán. Con la película no se arriesguen, hay muchas mejores opciones que implican a Julia Roberts y Javier Bardem. Creo.