Tron (II): estéticos

Los ojos de un espectador novato no podrían apreciar el avance tan desmesurado que supuso ‘Tron’. El experimento de Disney fue un ejercicio brutal de creatividad y estética, alcanzando un estilo único y fácilmente distinguible. Les animo a que recuperen la película de la papelera de reciclaje y le den al play. Y que, durante toda la proyección, tengan en mente los escasísimos recursos técnicos -comparados con los de hoy- que tuvieron en su momento para generar tal amalgama de colores, aparatos y fantasías virtuales.

Está claro que el niño más niño, que ya vienen con los ojos sibaritas, notará el arrollador paso de los años. Las escenas de las naves, de las persecuciones, recuerdan a los gráficos del ‘Qbert’ o del ‘Centipede’ (videojuegos de la época; si los conocen y recuerdan, también pueden colgarse la medalla de frikis). Algo que hoy podemos crear con mucha más calidad con el Paint fue, en su momento, un paso de gigante.

Sin embargo, en el apartado estético la película ha envejecido maravillosamente bien. El vestuario, el estilo de las localizaciones, los elementos de atrezzo, conforman una inolvidable experiencia. De hecho, mucha gente se refiere a ‘Tron’ como “la película de las carreras de luces y los trajes futuristas”. Algo que no se debe tomar como un insulto, porque a diferencia de otras historias que aspiraban a calar en la memoria colectiva, la otra vida de Jeff Bridges quedó para la posteridad.

‘Tron Legacy’ llega acompañada por la ilusión de rememorar la aventura original pero con el miedo de que sea otra entrega fruto de la ausencia total de ideas nuevas y del marketing facilón por la sala llena. Algo que chocaría frontalmente con el espíritu de la original. La mejor forma de salir de dudas es ir a verla. Mañana les cuento.