También la lluvia (II)

‘También la lluvia’ rompe con una premisa que suele ser certera: si explicar de qué va tu película es complicado, probablemente sea un coñazo. Efectivamente, es harto complicado resumir el argumento de la cinta de Icíar Bollaín en pocas palabras: Sebastián y Costa quieren rodar un film sobre la conquista de América con una nueva perspectiva: la opresión que sufrieron los indígenas por Colón y sus hombres. Una historia que se repite paralela en la piel de los habitantes de Cochabamba, que tienen que pagar una barbaridad a una empresa extranjera para disfrutar de agua corriente. Son tres líneas argumentales (Colón, el rodaje y el agua de Cochabamba), tres universos que conviven, fluctúan y bailan al son de una misma balanza: el amor y el desprecio entre seres humanos.

Este guirigay tan retorcido de contar con palabras es maravillosamente fácil de ver. De disfrutar. De saborear. Quizás uno sea consciente de que está ante una gran obra en la primera escena Karra Elejalde; un ensayo de los actores en el que su personaje, ataviado de futuro, se deja poseer por un Cristobal Colón palpable que juguetea con una camarera boliviana. A partir de ahí es fácil descubrir detrás cada escena -cada fotograma, si me apuran- una segunda e incluso una tercera lectura.

Deliciosa experiencia narrativa, con un montaje excelso, que consigue que las intrahistorias superen las duras capas de la superficialidad para convertirse en las auténticas protagonistas de un guión cuidado, meditado y repleto de alma. La evolución de los personajes sigue de la mano al mundo que les rodea, completando actitudes, a priori, planas, en una completísima amalgama de matices y destellos que redondean la experiencia.

Canto al cine dentro del cine orquestado por una mágica Bollaín que sabe lucir a sus actores: Gael García Bernal, entusiasta; Elejalde, soberbio; y Luis Tosar, magistral, que es un regalo para el Cine. En ‘También la lluvia’ los protagonistas terminan siendo los secundarios de la vida, los que un día fueron esclavos y, tal vez, aún hoy lo sean. Un mensaje para la política internacional sobre igualdad, derechos, respeto, naturaleza, libertad, historia… y todo sin usar 3D ni bichos azules.

El Goya es suyo.