El Castor

El mayor error de su vida no le pillará por sorpresa. No le será ajeno. Lo más probable es que usted mismo, tiempo antes de meter la pata, regaló un consejo a un amigo o a un familiar que, de haberse aplicado el cuento, le habría ahorrado la pena. Así somos: incongruentes, incomprensibles e infelices por vocación. Imaginen ahora que en el peor momento de su historia, hundido tras una racha humillante de daños autoinflingidos, algo en usted despierta. Una parte que siempre estuvo ahí -la que daba los consejos- pero que nunca estuvo dispuesto a escuchar; una parte que se impone y le ordena cómo reordenar su vida. ‘Otro yo’ que le empuja a cambiar.

‘El Castor’ es el retrato de Walter Black (Mel Gibson), un fracasado afincado a los libros de autoayuda y divanes psicológicos que no consigue salir de un constante estado de apatía. Al menos hasta que ‘otro yo’, una marioneta con forma de castor, se apodera de su mano izquierda y, de paso, de su voz y su cerebro. Lo que para muchos será, sin duda, locura, para él será el camino en busca de la felicidad. De la realización.

La película de Jodie Foster es un manjar cinematográfico. Un constante goteo de imágenes, palabras e ideas que se forman bajo un discurso complejo y atractivo. La crítica velada a la sociedad estadounidense invita a reflexionar sobre los miedos, la personalidad, la vocación y la única manera de perder la fobia a la muerte: la herencia. Herencia entendida como la huella que dejamos en el mundo, el espíritu inmortal que nos sucederá ya sea a través de lo que construimos (nuestro trabajo, nuestros descubrimientos, nuestro arte) o de nuestros hijos, y los hijos de nuestros hijos, que siempre serán -seremos- la viva imagen de los que nos vieron nacer.

Mel Gibson borda el papel dramático más importante de su vida. Un personaje que bordea la ficción y se cuela en su propia realidad, dejando pinceladas de auténtico genio. Puro talento. Le acompañan, acertadísimos, la propia Foster (que interpreta a su esposa) y Anton Yelchin (‘Star Trek’), que prosigue con una carrera imparable.

Escuchen al castor. Un rato al menos.