Verano Azul y #15o

“Chanquete ha muerto” es, para la generación que hoy debería liderar -innovar, reinventar, retomar- el mundo, algo parecido al “Dios ha muerto”. Nietzsche, que era un peliculero, se puso dramático para confrontar al mundo con una realidad que debía implantarse: la vida cambia. Más allá del halo religioso de la frase, el filósofo planteaba que el ciclo de la vida que sucede entre padres e hijos, la herencia, la rueda que gira inexorable hasta convertir a unos en protagonistas y a otros en inspiración, también afectaba a la sociedad.

El grito de Pancho en ‘Verano Azul’ era exactamente igual que el de Nietzsche. “Chanquete ha muerto” significa que toca cambio, que es hora de aplicar lo que el maestro nos enseñó y mejorar el tiempo que nos toca vivir (Gandalf dixit). ¿Qué pasó, entonces, para que la rueda se quedara parada? ¿Para que nos haya sido arrebatado el derecho a protagonizar la historia?

Hace unos días se celebró el 30 aniversario del rodaje de ‘Verano Azul’. El periódico se marcó un reportaje precioso, de esos que tocan la fibra sensible de un lector que empatiza rápido con el contenido (¿quién no la vio?). El caso es que las entrevistas a los protagonistas eran absolutamente reveladores del tiempo: vocaciones frustradas por falta de oportunidades, el gaznate apretado para llegar a fin de mes, meses en la cola del paro esperando un giro milagroso… Había excepciones, claro, pero, como muestra de una estadística, me resultó francamente escalofriante.

Y yo me pregunto: ¿Chanquete ha muerto? ¿No será que es ya es hora de pedir cambio? ¿Quizás, incluso, entiendan la expresión, sea hora de matar a Chanquete? Nos morimos de ganas de sentirnos parte de toda esta historia. De heredar el protagonismo que deberíamos ejercer. No se extrañen, por favor, si nos da por salir a la calle a gritar. A pedir la cabeza de Chanquete.

Y disculpen las molestias.