Cinco metros cuadrados

“¿Qué le impide ser feliz?” La primera línea de ‘Cinco metros cuadrados’ concentra, en cinco palabras, el espíritu de la película de Max Lemcke (‘Gran reserva’, ‘Casual Day’). Hace poco escuché a alguien decir que esta generación, refiriéndose a los jóvenes, será la primera que vivirá peor que la anterior. Estoy seguro de que siempre ha habido piedras en el camino y que nuestros padres y los padres de ellos también tuvieron que aprender a sortearlas. El problema, creo, es que antes o podías o no podías. Ahora, el protocolo del éxito está repleto de anexos, convenios y letras pequeñas que ridiculizan a los humildes.

Álex (Fernando Tejero) y Virgina (Malena Alterio) han comprado sobre plano un piso en la urbanización ‘Señorío del Mar’. Es su gran ilusión. “Al final eso es lo único que hace falta para ser feliz, un hogar”, dicen. Sin embargo, una investigación decreta que la promoción inmobiliaria debe paralizarse por incumplir ciertas normas medioambientales, fruto de la especulación de políticos y empresarios. La pareja, al igual que el resto de supuestos inquilinos, tendrán que enfrentarse a la promotora para recuperar su inversión, su casa, sus sueños y, en el caso de Álex, su dignidad.

No dejen que los actores protagonistas les confundan: estamos ante un drama escalofriante con tintes de humor en crisis. El trabajo de Tejero y Alterio, lejos de la comedia que los encumbró, es excelso. La pareja de actores rompe la barrera de risas y buen rollo que ellos mismo construyeron a su alrededor, utilizando sus figuras endebles y trasnochadas para convencernos de que el mundo que nos rodea está putrefacto.

‘Cinco metros cuadrados’ es un honesto y crítico análisis de las absurdas trabas que aquellos jóvenes que no son ricos banqueros o poderosos hijos de la providencia deben tragar para sobrevivir. Personalmente, una reflexión rondó mi cabeza: Algún día, no dentro de tanto, esta generación cansada de dar puntapiés a las piedras será, biológica e inevitablemente, la que se suba al atril. ¿Qué les hace pensar que no escribirán sus propias leyes, unas que les protejan de perder el poder adquirido, aunque eso suponga impedir la felicidad de otros?