The Master

La hipnosis es un estado de catarsis en el que el paciente experimenta una regresión al momento instalado en su mente que originó el trauma. Cualquier trauma. Un viaje complejo a un universo repleto de imágenes, palabras, fechas, nombres y rincones inconexos que solo un maestro podría hilvanar en una única sucesión de fotogramas. Un maestro dispuesto a sumergirse en lo profundo del ser humano, en sus capas más grises, recónditas y pecaminosas. Un tipo como Paul Thomas Anderson, director de la estupenda ‘Pozos de Ambición’, que, al igual que sus personajes, se coloca frente a nuestros ojos para invitarnos a seguir, con atención, el reloj que baila a izquierda y derecha.

‘The Master’ es un subrayado al trabajo interpretativo de Joaquin Phoenix (‘Gladiator’) y Philip Seymour Hoffman (‘Los idus de marzo’), actores que alcanzan cotas de excelencia como médico y paciente. O, quizás, como los dos lados de una misma locura. Con una preciosa fotografía, Anderson nos hipnotiza con un retrato transgresor e incómodo de la mente y la corrupta sociedad estad… Un momento. Un momento, un momento. A ver. Sí, un segundo. Creo que estoy saliendo del trance. Sí, cielo santo, sí… Ahora lo recuerdo todo… ¡He sido víctima de una hipnosis! Demonios, ¡’The Master’ es insoportable!

Efectivamente, creo que el buen hacer de Anderson detrás de las cámaras y el espectacular trabajo de Phoenix y Hoffman habían obnubilado mi visión, haciéndome creer que había visto una película atractiva y no otro aburrimiento ilegible como ‘Pozos de Ambición’. Sé que arremeter contra el trabajo de Anderson, hoy elevado a las alturas del parnaso cinematográfico, me otorga el título de ignorante. No lo niego. Acepto que puede que no esté preparado para sus películas (con la honrosa excepción de ‘Magnolia’), pero, ‘The Master’ es una longeva y bien rodada pregunta sin respuesta para mí.

Es indiscutible su fuerza audiovisual y su maravilloso uso de la elipsis narrativa. Pero Anderson deja tantas cosas a elección del espectador que corre el riesgo de que, como sucede en mi caso, pierda completamente el norte. Conste que tengo mis teorías, mis suposiciones sobre lo que pretende contar. Claro que también tengo certezas: ‘The Master’ no es plato para todas las mesas. No, al menos, para mi mesa. No, todavía no. Es un pollo sin cabeza.

Tal vez, más tarde, en otra vida, me hipnotice.