Efectos secundarios

Hay una escena, particularmente, que me resultó muy interesante. Es un diálogo, apenas dos tres frases seguidas que ni siquiera vemos pronunciar. La farmacéutica, recitando como si se tratara de la lista de la compra, le dice a uno de los personajes: “Estas pastillas pueden provocar ceguera, sueño, boca seca, ataques al corazón y asfixia. ¿En efectivo o con tarjeta?” Primero clamé al cielo y pensé en la barbaridad que suponía comprar el medicamento en cuestión. Luego fui consciente: lo hacemos a diario. El primer mundo. Ya saben.

‘Efectos secundarios’ es el título y el juego de palabras con el que Steven Soderbergh (‘Traffic’) combina dos de sus trabajos más exitosos de los últimos años: ‘Contagio’ y ‘Ocean´s Eleven’. Por supuesto, no estamos ante nada parecido a una comedia. Esto es un drama, un thriller psicológico, una angustia constante que, finalmente, se resuelve con un giro tras otro de tuerca. Y pese a la primera hora, trágica, la película consigue reinventarse una y otra vez para que el espectador se vea obligado a lanzar un sincero y asombrado “¡pero qué co…!”

El marido de Emily (Rooney Mara, ‘La Red Social’) sale por fin de la cárcel. Después de tantos años sola, su vida debería empezar a ser aquello que le prometieron, pero su salud se resiente. El doctor Jonathan Banks (Jude Law, ‘Sherlock Holmes’) la atenderá en el hospital y, a partir de entonces… Nada, que no digo más. Que cualquier cosa que añada les estropea la película.

‘Efectos secundarios’ es provocadora, entretenida, dramática y crítica a partes iguales. El buen trabajo de Soderbergh tras la cámara, reinventando cada plano al son de sus personajes, es un ejercicio brillante de narrativa audiovisual. Además, está el sonido: fíjense en el sonido ambiente. Un enfermizo zumbido que penetra en cada plano, como un dolor de cabeza que no se va, que insiste, que percute contra tu mundo. Como si Soderbergh nos invitara constantemente a tomarnos una pastilla.