En el remake de Mad Men todos comeremos salchichón

Dentro de cuarenta años habrá un remake de ‘Mad Men’. La serie de televisión narrará las peripecias de una agencia de community managers liderada por un carismático creativo capaz de convertir en ‘trending topic’ todo lo que se proponga (lo interpretará un tal Jon Ham). El público acogerá el programa con admiración por sus profundos y sugerentes guiones y por su habilidad para recrear el ambiente que se vivía en los años diez.

Este sería un diálogo habitual de los espectadores:

-Es increíble cómo en los años diez estaban comiendo a todas horas.
-De verdad. Cuando termina un capítulo termino empachado.
-Es que, ¿te imaginas? Comer jamón, como si tal cosa…
-Ya ves. Bebían cerveza y les ponían tapas de morcilla y de otros embutidos. Tremendo.
-¡Y barbacoas!
-¡Ya te digo! ¡Cada dos por tres!
-¿Y eso de tomarse un bocadillo de salchichón para merendar? Madre mía, eran unos inconscientes…
-Sí, sí. Es eso, que termina un capítulo y casi te huele la ropa a comida. ¿Te imaginas que ahora fuera así, que pudieras comer los embutidos que quisieras en cualquier parte?
-Puff. ¡Ah, bueno! ¿Qué me dices de las embarazadas?
-…

mad-men

En ‘Mad Men’, la original, están todo el día fumando y bebiendo. Todos fuman con normalidad e, incluso, cuestionan eso de que sea malo para la salud. “Mi abuelo fumó hasta su último día y no le pasó nada”, dice uno de los personajes. Y con el alcohol, más de lo mismo. Copas para empezar una reunión, para terminarla y para celebrar que ha ido bien. Es fácil ver a madres sosteniendo un cigarro mientras apuran las últimas gotas de un Martini mareado. Eran los años 60. La vida era así.

La OMS dice que el abuso de embutidos puede producir cáncer. Que pueden ser malos para la salud. Que pueden matar. La noticia se ha convertido en la charla de sobremesa por excelencia. Estoy convencido de que han oído frases como “menuda tontería”, “nos estamos volviendo chalados” o “de algo hay que morir”. Cuanto más oigo hablar del asunto (y estarán conmigo en que estamos hablando mucho del asunto), más me imagino el futuro. Ya saben, como lo del remake de Mad Men. Veinte o treinte años por delante. Cuando nuestros nietos hablan de sus abuelos con extrañeza: comían carne roja, tenía el móvil en la mesita de noche, bebían cerveza por la noche, los refrescos no estaban prohibidos… Qué sé yo.

boardwalk-charcuteria

He llegado al extremo de imaginar salas acondicionadas para comedores de embutidos. Ya saben, como las de ahora para fumadores. Zonas en los bares en las que se pudieran leer carteles del tipo ‘Aquí puede comer chorizo’. O cubículos en edificios públicos y aeropuertos en los que la gente ansiosa entrara para tomarse su bocadillo sin contaminar el ambiente.

¿Y si los embutidos se convierten en motivo de contrabando? Una Ley Seca de la carne. Mafiosos organizando barbacoas en recintos secretos en los que, para entrar, hay que pronunciar un santo y seña. Criminales en busca y captura por facilitar hamburguesas y perritos calientes a las altas esferas de la sociedad. O, mejor aún: un profesor de instituto frustrado con su vida y con su trabajo que opta por cocinar en su casa un delicioso jamón con un alto nivel de grasas.

walter-white-embutido

No sé lo que nos deparará la ficción del futuro.

Pero sí sé, de corazón, que yo seré una perfecta inspiración para los guionistas del remake de Mad Men en 2055.

Y con mucho gusto.

De algo hay que morir.

(Nota: valoren los montajes fotográficos no merecen su perdón. Disparen)