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El salto de eje es un error. Una secuencia desubicada, fuera de carril, que pese a que intenta ser parte de la película, nunca lo fue.

Críticas, reflexiones y derivaciones varias a partir de las películas que vemos, vimos y veremos. Los artículos, publicados a diario en el periódico IDEAL, empezaron el 27 de noviembre de 2009. Aquí el cine siempre fue la excusa.

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José Enrique Cabrero Barragán. Periodista en ideal.es, firme defensor de la patada de la grulla como estilo de vida. El sombrero fue una opción desde que el Dr. Jones apareció en la tele de casa. Como peregrino de la senda de Chester Copperpot nunca me oirás decir «muerto». Tampoco me hubiera importado llamarme Íñigo Montoya. Ni Madmartigan. Aunque si fuera un dibujo animado viviría en Dibuliwood y Roger sería mi nombre. Aprendí a leer en en la librería del señor Koreander. Fui aspirante a piloto del Halcón Milenario hasta que supe que en Moss Eisley no vendían helado de natachoc. La mafia es un respetable negocio de familias apasionadas. Una vez dije cinco veces frente al espejo ‘Beetlejuice’; nunca repetí. Procuro no cruzar los rayos y responder siempre «hacia arriba» cuando alguien pregunta «¿hacía dónde van estas escaleras?» Me compré una espada para jugar a bárbaros, pero aún no he conseguido sacar el músculo. Una vez me perdí en un laberinto y David Bowie me hizo un truco genial con unas canicas. Nací inmortal, pero tuve la mala fortuna de cruzarme demasiado pronto con el que quedaba (menudo duelo: Lambert contra Cabrero). Fui a clases de piano; me echaron cuando empecé a tocar con los pies. La vez que me subí en la mesa de clase y dije «oh, capitán, mi capitán» tampoco fue mejor. Aún no me he sacado el carnet de conducir; prefiero aprovechar el tiempo hasta que los Deloreans vuelvan a estar de moda. Una vez lloré, pero las lágrimas se perdieron entre las estrellas de Orión. En el cine nunca como palomitas, ni siquiera cuando voy al Paradiso. En la calle soy un obrero más y nunca me callo un piropo: «¡Buenos días, princesa!»

Pero, por encima de todo, adoro la verdad que hay en todas estas mentiras. Las historias.