Kingsman: Servicio Secreto

La película explota y te revuelves en la butaca. La escena pilla por sorpresa. Y te revuelves. Porque es brutal. Hay una iglesia y mucha gente y, eso, la película explota. La acción es tan bestial que el ojo humano es incapaz de captar todos y cada uno de los detalles que flotan y se desgarran y salpican por la pantalla. Y te revuelves. Lo que está pasando, demonios, es brutal. Terriblemente perturbador. Pero, sobre todo, jodidamente divertido. Al igual que la traca final. Al igual que el resto de la película.

Kingsman: Servicio Secreto‘ es la segunda adaptación que Matthew Vaughn (‘X-Men: Primera Generación’, ‘Stardust’) hace de un cómic de Mark Millar. Tras su éxito con ‘Kick-Ass’, los británicos nos regalan un entretenidísimo film repleto de guiños a las películas clásicas de espías -con especial mención para James Bond-, pero con una dosis extra de acción y humor salvaje.

Kingsman es una centenaria asociación secreta de espías que trabaja al margen de todos los gobiernos del planeta. Tras un desagradable incidente, el agente Galahad (Colin Firth) cumplirá una vieja promesa para que el joven Eggsy (Taron Egerton) acceda al programa de entrenamiento de los Kingsman. Mientras tanto, el mundo sigue con pasión los avances de Valentine (Samuel L. Jackson), un genio informático comprometido con el planeta…

Los Kingsman son, en teoría, caballeros modernos que cambiaron la armadura por trajes hechos a medida. Personas educadas, refinadas y cultas, un papel que Firth borda a las mil maravillas. Lo sorprendente es que también borda el otro lado, la versión oscura. En serio, qué escena la de la iglesia. Supongo que la película queda perfectamente definida con el ‘premio’ final (la princesa, la celda y, bueno, ya verán). Y, claro, no es plato para todos los públicos. Si no quieren violencia desmesurada y humor negro, ahórrense la entrada. Para el resto: os lo vais a pasar de miedo.

KSS_JB_D27_02661.CR2

Notas: El papel de Mark Hamill, grande. Egerton sería un buen Peter Parker.

Lo que muere con Nimoy

Cuando uno ve morir a Leonard Nimoy piensa en que, unos segundos antes del fatídico desenlace, una gran bomba de luz salió de su cuerpo y navegó por el tiempo y el espacio hasta alcanzar una cabina azul que es más grande por dentro que por fuera y que salió, renovado, con otro rostro pero con el mismo espíritu.

Cuando uno ve morir a Leonard Nimoy piensa en sus últimas palabras y no cuesta escuchar la respuesta innata con la que volvió a enamorar a esa princesa galáctica de pelos ensaimados antes de quedar petrificado en un ataúd de carbonita: “lo sé”.

Cuando uno ve morir a Leonard Nimoy piensa en cómo pilotó la nave, en los últimos minutos de la odisea espacial, para conseguir comprender el mensaje que va más allá de la comprensión humana, un mensaje que se diluye en la ignorancia de las lágrimas en la lluvia.

Cuando uno ve morir a Leonard Nimoy piensa en la vez que rescató a la humanidad, reducida a unos pocos miles, a lomos de un arca de la esperanza, la Galactica, que aceptó sus órdenes bajo la consigna del honor, el deber y la gloria: “¡así decimos todos!”

Cuando uno ve morir a Leonard Nimoy piensa en Nostromo, en Delorean, en la familia Bishop, en el puño cerrado de la estatua de la libertad, en John Connor, en el dedo de Elliot, en la pastilla azul, en las luces al final de la carretera… Y piensa, convencido, que el Señor Nimoy es la inmortal imagen de la ciencia-ficción de una era. Para llegar con audacia donde ningún otro hombre ha llegado jamás.

nimoy-spock

Raiders, ¿el primer Boyhood?

Siempre pensé que todos los amantes del cine sueñan con hacer su propia película. Algunos, los valientes, optan por formarse concienzudamente para, un día, por fin, llamarse cineastas. Tengo amigos que se dedican a algunas de las facetas de la profesión: Fotografía, Producción, Dirección y Guión. Lo curioso del asunto es que todos, sin importar la rama, comparten un maravilloso ‘tic’: la vida es parte de la película.

Es fascinante sentarse a tomar tapas con un guionista y descubrir cómo él, en realidad, está transcribiendo el diálogo de la mesa de al lado y toma notas sobre la anécdota que le cuentas para escribir un corto. El de foto mira por encima de las luces y se plantea cómo quedaría el local con un par de focos bien colocados y la cámara escondida tras la ventana. El director imagina la escena completa y el productor calcula cuánto valdría.

Todos mis amigos cineastas me recuerdan a los niños que en 1982 iniciaron el rodaje de ‘la película fan’ más grande de todos los tiempos: ‘Indiana Jones: En busca del Arca Perdida – La adaptación’. Los dos mozalbetes se pasaron siete años (¡siete!) recreando escena a escena la cinta original de Steven Spielberg. El productor de ‘Napoleon Dynamite’ (Jared Hess, 2004) ha decidido contar en un documental los entresijos de tan apasionante trabajo con el documental ‘Raiders!: The Story of the Greatest Fan Film Ever Made’. Y ya tenemos su primer tráiler.

Dos minutos que se me quedan escasos: deseo saber qué pasó con esa cuadrilla de pequeños cineastas. Habrá que esperar a su estreno, previsto para el 14 de marzo en el Festival de Austin. Sin duda, el título es merecido para estos niños y para todos los valientes que viven de las películas: Raiders.

Por cierto, ¿se puede considerar ‘Raiders’ el primer ‘Boyhood’?

 

raiders-salto-eje

El Ministerio del Tiempo: una entrañable inmortalidad

Morir escribiendo un relato sobre viajes en el tiempo debe ser lo más cercano a viajar, de verdad, en el tiempo. En eso pensaba, ya de madrugada, después de ver el primer capítulo de ‘El Ministerio del Tiempo’. Pero antes de llegar a eso, al final, empecemos por el principio. Sin tapujos: estábamos buscando la manera de criticar la serie antes incluso de verla. No habían pasado ni cinco minutos y Twitter ya estaba lleno de comparaciones, críticas, sarcasmos e ironías. Era como si tuviéramos que demostrar que España no es capaz de hacer buena ciencia-ficción. Como si fuera nuestra obligación, seriéfilos comprometidos, alertar al resto del mundo de que esto nunca será ‘Doctor Who’ o ‘Perdidos’ o ‘Person of Interest’. Y no nos equivocábamos. No lo es.

‘El Ministerio del Tiempo’ contó con numerosas referencias en su episodio piloto (‘Terminator’, ‘Regreso al Futuro’, ‘Men In Black’…¡Curro Jiménez!). Y fueron referencias magníficas. ¿Por qué? Porque todos y cada uno de los guiños sirvieron para subrayar un hecho innegable: estamos ante algo distinto. Distinto y español. Algo nuevo que, qué demonios, fue divertidísimo. Y de una factura técnica sensacional. No, ‘El Ministerio del Tiempo’ no es ‘Doctor Who’ ni ‘Perdidos’. Ni falta que hace. ¿No se dan cuenta? ¡Es nuestro!

Pero, como les digo, la pusimos en duda. Antes incluso de empezar. Ya saben, seriéfilos empedernidos. ¿Qué paso una hora más tarde? Que todos –todos– nos quedamos a ver el programa especial sobre la intrahistoria del Ministerio. Nos quedamos a escuchar al equipo de la serie hablar, con pasión, de lo que estaban creando. Y escuchamos, emocionados, las palabras de Javier Olivares sobre su hermano, Pablo, fallecido mientras escribía el guión de la serie.

Tengo muchas ganas de ver cómo crece ‘El Ministerio del Tiempo’, ciencia-ficción española que no merece complejos ni envidias. Una muestra patente más de que España, sea cual sea la pantalla, sabe hacer grandes cosas. Cosas que otorgan una entrañable inmortalidad.

 

ministerio-tiempo

El Francotirador (y II): los tres debates

Pasados diez minutos, ‘El Francotirador’ (ya saben, mucho más acertado el título original, ‘American Sniper’) inicia una narración bélica que pasa de ‘La chaqueta metálica’ (Stanley Kubrick, 1987) a ‘La noche más oscura’ (Kathryn Bigelow, 2012). Clint Eastwood profundiza en un personaje real que caló en la sociedad americana hace poco más de dos años: Chris Kyle. Este soldado, comprometido a sangre con su país, se ganará la admiración del ejército estadounidense por ser el francotirador que más muertes sumó en el campo de batalla. Su apodo, ‘La Leyenda’.

‘El Francotirador’ provoca, inevitablemente, el debate. ¿Es lícito convertir al soldado con más muertes en un héroe, en un emblema del cowboy moderno americano? ¿O es, por contra, un relato crítico con la sociedad y un recordatorio de las verdaderas raíces de los Estados Unidos? Más allá de la polémica, la cinta de Eastwood me resultó entretenida: acción rodada con pulso y una interpretación, la de Bradley Cooper, absolutamente memorable. El actor lleva tres años seguidos llamando a las puertas del Oscar y, de seguir así, no tardará mucho en acceder al parnaso.

El ambicioso proyecto del director de ‘Gran Torino’ juega con dos elementos, con dos ambientes, que eran difíciles de combinar: la grandilocuencia de la guerra americana y el intimismo del fracaso americano –ahí lo tiene, otra vez, lo americano–. Eastwood tiene un talento innato para convertir lo general en particular, y viceversa. Un talento ideológico y formal que lleva al extremo.

Si no conocen la vida de Chris Kyle, no la lean. Vayan al cine. Y luego infórmense del asunto. Porque ahí tienen otro debate más que interesante: ¿Manipulamos la Historia para favorecer al espectáculo? ¿No deberíamos dejar reposar la memoria, dejar pasar los años?

Ah, bueno, y quizás la mejor charla de todas para cuando termine el film: ¿Era necesario ‘ese’ bebé? (cuando lo vean, ya sabrán a lo que me refiero).

bradley-cooper-francotiradork

© Corporación de Medios de Andalucía, S.A. Responsable Legal: Corporación de Medios de Andalucía S.A.. C.I.F.: A78865458. Dirección: C/ Huelva 2, Polígono de ASEGRA 18210 Peligros (Granada). Email de Contacto: idealdigital@ideal.es . Tlf: 958 809 809. Datos Registrales: Registro Mercantil de Granada, folio 117, tomo 304 general, libro 204, sección 3 sociedades, inscripción 4 | Funciona gracias a WordPress