Un segundo de curiosidad

Tenían cara de no haberse comido la uvas. O, lo que es lo mismo, de haberlo hecho en la cadena equivocada. Estaban tan enfadados que ninguno se dio cuenta de que el taquillero estaba esperando que les entregaran sus entradas. Eran cinco amigos, de edades y rostros parecidos. Ese tipo de parecido que terminan guardando aquellos que se han criado juntos. Así que, suponiendo que efectivamente fueran amigos de toda la vida, el motivo del cabreo debía ser muy profundo. Muy enraizado. Muy real.

Una simpática señora les hizo saber a los muchachos que era su turno, que debían entregar los tickets en la puerta para que ellos, ella y el resto de espectadores que nos agolpábamos detrás pudiéramos, por fin, entrar en nuestra sala. “Chicos, que os toca”, les dijo. “Un segundo, señora, disculpe, denos un minuto, por favor, señora, sólo un segundo…”, respondió uno de ellos, totalmente cariacontecido.

La cara de la señora cambió de golpe, como si tuviera poderes psíquicos y acabara de leer en la mente de los chicos el problema que les acuciaba. Fue tal su empatía, que optó por sonreír, dar un minúsculo paso hacia atrás y cerrar con un “claro, no os preocupéis”. No se ustedes, pero al resto de la cola -todos los que no gozamos de telequinesia- nos corroía una curiosidad imperante. “¿Se puede saber qué pasa?”, preguntaba una chica, un par de cabezas más atrás.

Pasados unos segundos, uno de los muchachos sacó del bolsillo las entradas, las miró fijamente y las destrozó en pedacitos, como si se tratara de una carta del banco. “Nada, nos vamos”, sentenció. Los otros cuatro asintieron con la pena y el resuello de los soldados que siguen fiel a su capitán a la batalla. Salieron de la cola y se marcharon con pase lento pero decidido. La señora entregó sus entradas y suspiró un “pobrecillos”.

Desde entonces no hago más que preguntarme qué demonios les pasaría. Qué curiosidad.

S

Feliz certeza: el mismo procedimiento del año pasado

Certezas infundadas. Cosas que todo el mundo sabe sin saber por qué. A saber: los espaguetis se comen sin pan, los deberes de Navidad se hacen el último día o, qué sé yo, el teletexto es inmortal. Lo más divertido de estas certezas ampliamente aceptadas es que, si descubres que no son verdad, ¡te sientes engañado! Ya saben, algo en plan cena de amigos renacentistas escuchando las locuras de un tipo llamado Galileo.

Seguro que han desterrado alguna certeza infundada en su vida. Este verano, por ejemplo, yo descubrí que eso de que los alemanes nacen hablando inglés, no es verdad. Es cierto que los que lo hablan tienen mucho mejor acento que nosotros, pero les aseguro que tras un paseo por Munich me costó mucho encontrar a alguien que respondiera a un triste ‘excuse me’ (todo lo contrario que en Grecia, curiosamente). Sin embargo, creía que los germanos eran serios y cuadriculados por naturaleza. Supongo que por eso me sorprendió tanto escuchar esta costumbre:

El 31 de diciembre de 1963, a pocos minutos de la medianoche, se emitió por primera vez el corto británico ‘Dinner for one’ (‘Cena para uno’). Desde entonces, todos los años sin excepción, los alemanes se sientan en Nochevieja, durante 11 minutos, para reírse con la excéntrica velada de Miss Sophie y su ebrio mayordomo James. Una tradición que nadie sabe por qué empezó, pero que sigue viva 51 años después.

¿No les parece una tradición terriblemente divertida? Así que los alemanes de serios nada (lo de cuadriculados, lo mantenemos hasta nueva orden). Les invito a ver el corto y a contagiarse con esa risa nerviosa que genera el repetitivo diálogo de los dos intérpretes cada vez que entra un nuevo plato en la mesa: «¿El mismo procedimiento del año pasado, Miss Sophie?», pregunta él. «¡El mismo procedimiento de todos los años, James!», responde ella.

Dos certezas fundadas para terminar 2014: cada día de 2015 puede ser el mejor del año y el mejor día del año nunca se va a repetir, procure repetírselo todos los días con la fidelidad de un mayordomo británico. Y la segunda, por supuesto, los espaguetis están más ricos con pan.

Feliz año, amigos del Salto.

Hombres, mujeres y niños (y II)

Desde que llegó Internet la vida de cinco familias típicas americanas cambió para siempre. Don (Adam Sandler) está tan aburrido de su vida sexual con Helen (Rosemarie DeWitt), su esposa, que empieza a ver porno en el ordenador de su hijo, Chris, un adolescente cuyo historial en el navegador desvela una intensa y fetichista vida virtual. Chris juega al fútbol y llama la atención de Hannah, la guapísima animadora que aspira a ser famosa por todos los medios, un objetivo en el que su madre, Donna (Judy Greer), se ha volcado al máximo. Una implicación que volvería loca a Patricia (Jennifer Garner), una madre que controla mensajes, ubicación y redes sociales de su hija al más mínimo detalle. Kent (Dean Norris), se pregunta si su hijo jugará demasiado a videojuegos online, aunque él, su hijo Tim, piensa sobre todo en Brandy, que, por cierto, es la hija de Patricia.

La fascinante red que teje Jason Reitman (‘Up in the Air’, ‘Juno’) en ‘Hombres, mujeres y niños‘ funciona igual que el propio Internet: historias conectadas unas con otras en un frontón colectivo en el que todos terminamos chocando. Un encantador collage en el que es difícil no verse reflejado de alguna manera. La película es un espejo que traza al detalle una infinidad de pecados modernos, propios de una sociedad inmadura, aún inestable ante el cambio.

Las películas con tantos puntos de vista resultan fáciles de ver. Pasan rápido. La ficción coral de Reitman recuerda a cintas como ‘Magnolia’ (Paul Thomas Anderson, 1999), ‘Babel’ (González Iñárritu) e, incluso, ‘Crash’ (Paul Haggis, 2004), aunque quizás, de todas ellas, es la que les sonará más cercana porque todos formamos parte de ella.

Es muy interesante la decisión de Reitman de comparar lo que supone Internet con la pedagogía de Carl Sagan y el universo. Un paralelismo con el famoso ‘pequeño punto azul pálido’ que, curiosamente, funciona a las mil maravillas, generando en el espectador una duda filosófica de esas que ponen nervioso y obligan a respirar hondo: somos un pequeño punto en el universo, somos un pequeño punto en Internet. ¿Por qué querría nadie ansiar tanto poder? ¿Por qué no concentrarse en ser feliz en tu pequeña parcela?

Si yo fuera profesor de instituto, apuntaría esta película para futuras tutorías. Tenemos mucho que aprender.

hombres-mujeres-2

Hombres, mujeres y niños: un pequeño punto azul pálido

Buscar en Google a Carl Sagan, encontrar en Youtube el vídeo ‘Pale blue dot’ (‘Pequeño punto azul pálido’), descubrir que varios millones de personas lo han compartido en Facebook, que hay cientos de artículos en blogs dedicados al vídeo que viajan en Twitter con la etiqueta #Nosotros y que un tipo, una vez, intentó ligar con una astrofísica en un chat de IRC copiando textos literales de Carl Sagan.

De eso trata ‘Hombres, mujeres y niños‘: de Internet. De cómo un invento tan revolucionario nos ha cambiado la vida hasta crear una dependencia absoluta. De cómo un sistema de comunicación se ha convertido en una herramienta para fortalecer el ego, para generar espejismos de grandeza, para esperar mensajes sonrientes y no ojos nerviosos; para ver una ingente cantidad de porno. Y, también, de cómo Internet ha acercado historias que permanecían alejadas, de cómo ha conseguido que conquistemos mundos inimaginables, de cómo sentirse parte de algo estando a miles de kilómetros, de cómo las emociones viajan en palabras, de cómo mostrar sentimientos, de cómo estar aquí y allí, al mismo tiempo.

la_ca_0901_men_women_and_children

Internet es una red que nos ha atrapado. Pertenecemos a Internet. Todos. Incluido usted, sí, el que asegura que no quiere saber nada de redes sociales. Y también usted, el que presume orgulloso de haber prohibido a su hijo usar Internet para que crezca como un niño ‘normal’. Todos somos Internet. De ahí que sea tan importante, tan fundamental, la educación. Una educación transversal que debe empapar, en primera instancia, a los padres. ¿Cómo es posible que aún haya padres que prefieran obviar la existencia de Internet? ¿De verdad queremos niños que crezcan creyendo que Internet es un arma de corrupción? Por supuesto, Internet y la tecnología tampoco puede ser la opción constante: esos niños que miran al mundo a través de las palmas de sus manos… Una vez más: educación. Y para educar hay que conocer.

‘Hombres, mujeres y niños’, de Jason Reitman (‘Juno’, ‘Up in the Air’), refleja la enorme complejidad que fluye en nuestro mundo. Y lanza una idea tan fascinante como aterradora: cada uno de nosotros somos un pequeño punto azul pálido en Internet, así como nuestro planeta es un pequeño punto azul pálido en el universo. Piénsenlo. Mañana hablamos un poco más de la película.

Big Hero 6

Disney ha tardado diez años en encontrar una excusa para imaginar otro universo de superhéroes y villanos en el mundo de la animación. Y la espera ha valido la pena. Sin superar a ‘Los Increíbles’ (esa película es un milagro), ‘Big Hero 6‘ es un entretenimiento de primer nivel: espectacular, divertidísima y entrañable.

Hiro es un genio de quince años capaz de utilizar la ciencia para hacer realidad todo tipo de máquinas. Un gran poder que, tras un desgraciado accidente, le llevará a adoptar una gran responsabilidad con la creación más gigante, fuerte, globótica, adorable y majísima de su historia: el robot Baymax. La relación entre Hiro y Baymax sentará las bases para un grupo inesperado de héroes que se verán obligados a luchar contra un poderoso rival…

El film que dirigen Don Hall y Chris Williams (autores de ‘El emperador y sus locuras’, injustamente olvidada entre los clásicos Disney) es un continuo guiño a las grandes producciones de Marvel. Es inevitable pensar en Spiderman luchando en el ring o en la Tía May o en el Duende Verde tras esa gloriosa escena final después de los créditos; tan inevitable como encontrar comparaciones con Iron Man y el resto de Los Vengadores. No malinterpreten estos parecidos con una crítica negativa, más bien todo lo contrario, la película es un goce constante para el fan. De hecho, hay muchos más guiños a otras películas y temáticas (‘Godzilla’, ‘Los gatos samurái’, ‘Mazinger Z’ e, incluso, ‘Cómo entrenar a tu dragón’ y ‘Superman’) que enriquecen la experiencia.

Artísticamente, ‘Big Hero 6’ es sobresaliente. Merece la pena subrayar el trabajo creativo de la ciudad, una fusión apasionante entre San Francisco y Tokio que unifica perfectamente el espíritu de la cinta. Y, por supuesto, al robot Baymax que, con toda probabilidad, desearán colocar en su estantería particular junto a Wall-e y Gipsy Danger.

Por si le faltan razones, antes de la película se proyecta el corto ‘Buenas migas’. Una absoluta preciosidad.

Big-Hero-6

© Corporación de Medios de Andalucía, S.A. Responsable Legal: Corporación de Medios de Andalucía S.A.. C.I.F.: A78865458. Dirección: C/ Huelva 2, Polígono de ASEGRA 18210 Peligros (Granada). Email de Contacto: idealdigital@ideal.es . Tlf: 958 809 809. Datos Registrales: Registro Mercantil de Granada, folio 117, tomo 304 general, libro 204, sección 3 sociedades, inscripción 4 | Funciona gracias a WordPress