Mendes, Sam Mendes

En una clase de la Universidad, el profesor nos propuso describir la genialidad. Durante la hora con Liberato (el teacher), era factible mezclar literatura, pintura, cine, fotografía y música. “El arte”, decía. Creo que aquél día estábamos analizando imágenes de Robert Cappa, alguien bastante genial. El caso es que una de las definiciones que lanzó Liberato -casi como un guante duelista que recogí encantado- fue: “La genialidad es la capacidad de unir dos términos que para el resto del mundo no tienen sentido en uno solo. El poder de transformar, con el talento, lo ajeno en original”. Me encanta.

Después de leer el siguiente titular me acordé de las clases de Liberato: Sam Mendes (‘American Beauty’, ‘Revolutionary Road’, ‘Camino a la Perdición’, etc) dirigirá la próxima película de James Bond. A priori, esta combinación de creador teatral, cineasta clásico y dramático estilista de Mendes no pega con la adrenalina escénica, la intriga detectivesca y las chicas despampanantes de Bond. Pero la mezcla me resulta extraordinariamente atractiva.

La cinta número 23 del agente 007 se estrenará a finales de 2011, con guión de dos habituales de la serie: Neal Purvis y Robert Wade, con la colaboración especial de Peter Morgan, autor de la estupenda ‘Frost contra Nixon’. Esperemos que este nuevo aire pasional e indi que trae Mendes reestructure las mentes de los guionistas, porque ‘Quantum of Solace’ (en España, ‘Cuanto Sol Hace’) fue un completo desproposito. Por no tener, no tenía ni el tema oficial de James Bond incluído en el metraje… ‘Casino Royale’, sin embargo, sí que fue un gran estreno para Daniel Craig (‘Resistencia’), que se espera que siga al pie del cañón con Mendes.

Dentro de un año y medio valoraremos si el término ‘genialidad’ se aplica, como nos enseñó Liberato, al James Bond de Mendes, Sam Mendes. El remate del tomate sería que la chica maja de la cinta fuera su esposa y talismán, Kate Winslet, con la que ya ha cosechado éxitos en la gran pantalla. A mí, la verdad, es que me parecería una genialidad.

Número 9

Irónicamente, el título original de la película es ‘9’, a secas. Lo de ‘Número 9’ nos lo hemos inventado en España, para darle empaque. No en vano, la cinta de Shane Acker es la extensión de un corto de animación que triunfó en 2005 gracias al llamativo diseño de sus personajes y a una historia emocionante. Aquél éxito ‘minúsculo’ impactó tanto en Hollywood que el mismísimo Tim Burton se animó a producir el largometraje inspirado en ‘9’.

Ahí está el problema de ‘9’: no es más que un corto estirado. Una historia alargada sin necesidad que, desde el primer minuto, transmite brusquedad en el guión. No es que la película se haga pesada, en realidad dura muy poco (una hora y cuarto) y es agradable a la vista. Pero, pasados 20 minutos, hay que saber desconectar, descubrir que el guión no da para más, y disfrutar con la estética de los personajes de tela.

‘9’ cuenta cómo nueve muñecos manufacturados se convierten en los últimos seres vivos de un planeta desolado después de que una máquina creada por el hombre se descontrolara por culpa de la ambición. La gran pega de la historia, muy cercana al Frodo que transportaba el anillo a Mordor, es no poder tener un mando en las manos con el que dirigir a los personajes, como en un videojuego. Porque acción y aventura, no le faltan. De hecho, los más pequeños de la casa encontrarán en ‘9’ un juguete épico con el que imaginar grandes aventuras.

Pese a lo corta que es ‘9’, en España hemos tenido que esperar más de 6 meses para tenerla en nuestros cines. Un estreno que suena a cachondeo (pero no a nuevo, lo mismo pasó con Zombieland) y que provoca que muchas personas decidan verla en casa en calidad dvd. El que quiera entender, que entienda.

El Orfanato

Aspirar a la meca del cine es un camino tortuoso. Lamentable. Cuando Alejandro Amenábar deslumbraba en España con ‘Abre los ojos’, la crítica internacional se desataba en piropos y alabanzas para el director chileno. Su película tenía un algo especial, alma, que se transmitía con facilidad de unos a otros. Entonces la vio Hollywood. Y culo veo, culo quiero. Tom Cruise protagonizó una película cuyo gran pecado era querer usurpar el sitio a una historia ya contada. ‘Vanilla Sky’ fue decepcionante.

Pero, las cosas como son, la película con nombre de helado de Frigo abrió la solemne puerta del imperio americano al creador de Mar Adentro. Un paso que marcó el ritmo de los éxitos que vendrían.

Juan Antonio Bayona bebe mucho de Amenábar. Su película, El Orfanato, fue un éxito de audiencia y crítica. Una revelación. El triunfo de Bayona llamó tanto la atención en Hollywood como el anillo único a la Torre de Mordor y no pudieron evitar hincar el colmillo. Ayer supimos que el remake al ‘american way of life’ lo dirigirá Mark Pellington, autor de The Mothman Prophecies y -la más correcta- Arlington Road, con guión de Guillermo del Toro (El Laberinto del Fauno).

Pese al criterio que pone Guillermo del Toro en el proyecto, no auguro un gran futuro a esta versión. Será, como ya hemos visto en otras ocasiones, una historia desalmada. Sin embargo, bendito sea el fracaso si eso permite a Bayona abrir nuevas miras en el horizonte y unirse a la expedición de conquistadores de Hollywood.

Fama

Fama sigue siendo una película sobre el éxito y el fracaso. Sobre la Crisis. En un momento en el que la sociedad nos invita a un suicido colectivo de vocaciones en pos de un trabajo prometedor, una carrera universitaria con salida y un coche mejor que el del vecino, es maravilloso recordar que una vez quisimos ser héroes.

Para los que vieron la cinta original de 1980 (ganadora de dos Oscar) no encontraran ni un ápice de originalidad en la película de Kevin Tacharoen, cuyo trabajo en producciones musicales es notable, pero no tanto en el cine. La enorme lacra de originalidad no resta el mérito de haber rehecho la historia con un sabor a nuevo, a moderno, que encantará a los jóvenes que nunca vieron a Leroy y compañía.

El mensaje de Fama, quizás, es ahora más relevante que cuando se creó. Hay dos pilares básicos: por un lado, el respeto supremo a la figura del profesor, del maestro, alguien que sabe por lo que estás pasando y que no dudará en hundirte si es necesario. En ponerte los pies en la tierra. Ni tampoco, por supuesto, en recordarte que el talento, sin trabajo, no sirve de nada.  Pero lo que sigue haciendo grande a Fama es el esfuerzo. Valor olvidado en la sociedad del todo gratis y rápido. Virtud relegada a parodia gracias a programas de famoseo, éxitos pasajeros y pelotas al aire en portadas de revistas del corazón.

Los diálogos, cruzados en un montaje muy dinámico, lanzan el guante a todos los que ansiamos con todo el alma corresponder a una vocación. Fama no es sólo un espectáculo de música, danza y luces despampanantes. Fama es la reflexión que debe hacer el estudiante de Bachillerato y el trabajador desanimado: “Si yo siempre soñé con ser héroe, ¿por qué conformarme con esto?” No es la película de sus vidas, pero, si les apetece un rato entretenido, es una buena -y marchosa- opción.

Ninja Assassin

He visto Ninja Assassin en el cine. Y antes de que se tiren de los pelos y empiecen a lanzar plegarias al cielo ante la posible debacle del ser humano, permítanme exponer varias razones que, al menos, deberían llamar la atención del posible espectador:

1.- El guión es de J. Michael Straczynski. ¿Quién? Straczynski ha sido el escritor del Asombroso Spiderman durante muchos años (una época dorada del personaje) y creador de Midnight Nation y Rising Star, dos comics imprescindibles. También fue la cabeza pensante de Babylon 5, una de las series de televisión que más frikis arrastra por el planeta (no tanto en España).

2.- Los hermanos Wachowski. A ver, a los creadores de Matrix siempre hay que darles una oportunidad. Pese a Speed Racer. Ellos producen la historia. James McTeigue, el director, fue asistente de dirección en Matrix, Star Wars y Dark City, entre otras.

3.- Las historias de clanes, samurais y japoneses honorables que beben del Libro de los Cinco Anillos molan. Las espadas también.

Dicho lo cual, empieza Ninja Assassin. La primera escena de la película deja claro que habrá casquería, brazos arrancados de cuajo y sangre esplendorosa. El término ‘patochada’ (dícese de la película que, pese a que pueda entretener, es una soberana estupidez. Una patochada) toma forma. Sin embargo, conforme pasa la película, descubrimos que la historia del ninja protagonista tiene una serie de giros -muy de cómic; casi cualquier cosa que diga es destriparles la peli, así que mejor chitón- que consiguen cambiar la expresión de nuestra cara. Al final, casi con vergüenza, me sorprendí diciéndolo: “Oye, pues me ha gustado”. Por cierto, el protagonista de Ninja Assassin es un venerado cantante japonés. ¿Se imagina a Alejandro Sanz haciendo una película de acción? Claro, en Japón, ha sido un éxito.

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