Primeras imágenes de Los Vengadores 2: la Bruja Escarlata y Quicksilver

Gracias a los amigos de comingsoon.net, ya hemos visto el aspecto que tendrán Elizabeth Olsen (‘Amor y letras’) y Aaron Taylor-Johnson (‘Kick-Ass’) como Bruja Escarlata y Quicksilver, los nuevos personajes de ‘Los Vengadores 2: Age of Ultron‘. Además, tenemos rondando a Jeremy Renner como Ojo de Halcón e, incluso, al mismísimo Ultron.

‘Los Vengadores 2: Age of Ultron’, dirigida por Joss Whedon, contará, además, con Robert Downey Jr., Chris Hemsworth, Mark Ruffalo, Chris Evans, Scarlett Johansson, Samuel L. Jackson, Thomas Kretschmann y James Spader. Estreno, mayo de 2015.

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El Gran Hotel Budapest, un huésped atemporal

Un prólogo como un chasquido de hipnotista y, bualá, está usted inmerso en el rico imaginario de ‘El Gran Hotel Budapest’. Una película que inunda todos los sentidos, que agarra el espíritu y maravilla en forma y fondo. Un relato complejo y maravilloso, repleto de carisma, que convierte a dos sencillos perdedores en héroes de un mundo imposible. Qué bonita es, de verdad.

Wes Anderson inventa una Europa alternativa coronada por una institución de la educación, el estilo y clase: ‘El Gran Hotel Budapest’. Guiado por los escritos de Stefan Zweig, el director nos presenta a Gustave H. (Ralph Fiennes) y Zero (Tony Revolori), dos personajes que nacieron para compartir escena, como Sherlock Holmes y John Watson; como Butch Cassidy y Sundance Kid; como Woody y Buzz Lightyear.

Una complicada herencia implicará a Gustave, el director del Hotel Budapest, en una trama de traiciones, asesinatos y robos, que le obligarán a vivir una épica aventura donde humor, suspense, acción y fantasía se mezclan con toda naturalidad. El film de Anderson es un triunfo de la imaginación donde, al igual que en el Budapest, se cuida hasta el más mínimo detalle. Por ejemplo, el hecho de que el formato de la imagen cambien en función de la época que se nos esté narrando. O, también, la riqueza visual de cada plano que hace brillar aún más el talento del extraordinario elenco de intérpretes (desde Harvey Keitel hasta Bill Murray, pasando por Edward Norton, Saorsie Ronan, Owen Wilson, Willem Dafoe…).

En el centro de todo, en el origen de la creación, el hombre: Ralph Fiennes. Un personaje inconmensurable, de esos que tratan con educación a sus enemigos, recitan poesía siempre que hay oportunidad y, si es necesario, se baten en duelo por su honor y el de su cuadrilla. Fiennes es el cuerpo y Anderson la mente. Un juego perfecto que brilla por encima del medio, por encima del cine: ‘El Gran Hotel Budapest’ es una metáfora del Arte, de la creación, de la risa, del carisma, de la educación, de todo lo que, cada vez, importa menos.
Una de esas películas que quieres ver una y otra vez, a lo largo de tu vida, como el viajero que regresa al hotel cada cierto tiempo. La vería por su belleza formal. Por su infinidad de lecturas. Por Gustave y Zero. Porque me hace mejor persona. Y porque es rematadamente divertida.

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El Gran Hotel Budapest, lo feliz del arte

Las grandes hazañas son patrimonio de los perdedores. De aquellos a los que miramos como estatuas de sal plantadas en la rutina, portadores de normalidad que no pintan titulares ni tertulias de la tarde ni espadas en el congreso. Esos hombres y mujeres honrados y nobles que cada día madrugan para trabajar al servicio de otros. Aquellos que, como Gustave H (Ralph Fiennes), protagonista de ‘El Gran Hotel Budapest’, glorifican su vida, en cuerpo y alma, a una vocación sincera.

¿Puede hacerte una película feliz? Feliz. En su sentido más amplio: sonrisa orgullosa, espíritu henchido, mente abierta, música en las piernas. ¿Puede conciliar admiración formal, reflexión filosófica, entretenimiento fascinante, purga de humor y belleza artística? Una belleza limpia, extraordinaria, repleta de un talento que impregna la música de imágenes y viceversa. Una belleza que sólo el cine bien entendido, el cine como compendio de artificios, puede generar sin abandonar la butaca. Una belleza de autoría indiscutible: como las pinturas de Goya, el sonido de Lou Reed, la estética de Tim Burton o el humor de Chaplin.

‘El Gran Hotel Budapest’ es la obra máxima de Wes Anderson (‘Moonrise Kingdom’, ‘Life Aquatic’). Palabras mayores. Es una película maravillosa, carismática y encantadora que, desde su prólogo, una pequeña oda a los contadores de historias, concentra todos sus esfuerzos en complacer al espectador. Es como si nos colásemos en el taller de un pintor y viéramos, pincelada a pincelada, cómo brota el color de un lienzo en blanco.

Estoy deseando contarles más sobre la aventura de Gustave y Zero (Tony Revolori), la inolvidable pareja protagonista que ya forma parte de los grandes dúos cinematográficos de la historia. Ambos regentan el Gran Hotel Budapest para servir, con vocación férrea, a sus huéspedes y a todos los que decidan pasar por allí a escuchar la historia que esconde el ‘Niño con Manzana’.

Podría escribir durante todo el año de la última película de Wes Anderson. No sé cuánto duraré. Pero, les aseguro, que el resto de 2014 estará en perenne comparación con ‘El Gran Hotel Budapest’.  Me ha hecho tan feliz, que no quiero que se la pierdan…

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Miedo al spoiler, una cosa de raros

Querer y no poder, esa es la cuestión. En general, ir al cine es una actividad ociosa más. Una opción que no se repite tanto como les gustaría a las salas, pero que, de vez en cuando, se convierte en un fabuloso plan para la tarde del fin de semana. Hay otro caso, el de las personas como yo, seres más raros, extraños y fanáticos, que sufrimos cuando vemos un estreno en cartelera que aún no hemos podido catar. Somos devoradores, ansiosos y nada pacientes. Y no se pueden imaginar el sufrimiento que nos genera escuchar a alguien hablar de un film que aún no hemos visto: nos tapamos los oídos, mandamos al otro a freír espárragos y exigimos silencio. Es el miedo al spoiler.

Ese miedo al spoiler no es, únicamente, porque algún gracioso te diga que Bruce Willis estaba muerto desde el principio. También existe, en nuestro caso, el miedo a que te spoileen la experiencia. ¿Saben a lo que me refiero? «Te va a encantar, ya verás al final como te emocionas», o «a mí me dejó a medias, lo mismo a ti te gusta», o «no te digo nada, pero ya verás cuando salga el coche rojo…» Eso, como les digo, nos afecta a pocos. La mayoría suele estar encantada con que le den una pista de lo que van a ver (cosa que suelo hacer yo, y mucho, por aquí).

El caso es que todavía no he sacado tiempo para ver ‘8 apellidos vascos’ ni ‘El gran hotel Budapest’. De la primera no hago más que escuchar maravillas. El otro día, sin ir más lejos, unos compañeros de la redacción se estaban planteando verla otra vez por las buenas risas que se echaron con Dani Rovira y compañía. De la segunda, es un amor platónico. Las películas de Wes Anderson se han convertido en un peregrinaje constante que me llevan de un estreno a otro: ‘Moonrise Kingdom’, ‘Fantástico Mr. Fox’, ‘Life Aquatic’… Me encantan.

A veces, la agenda se llena de tantas cosas que el cine se queda en un segundo plano. A ver si este domingo, con la fresca de la primavera, me escapo a la sala. Con un poco de suerte me hago una sesión doble.

Vikingos vs. Juego de Tronos

Terminada la primera temporada de ‘Vikingos’, la serie del Canal Historia, uno entiende las comparaciones que ha provocado con ‘Juego de Tronos’. De hecho, comprendo que haya surgido un nutrido grupo que prefieran la leyenda de Ragnar Lothbrok al complejo universo creado por la HBO. Y digo HBO y no George R.R. Martin porque aquí estamos comparando dos series de televisión, algo que es, sin duda, el quid de la cuestión.

‘Vikingos’ no tiene detrás una compleja serie de novelas que generan su guión. Es un producto por y para la televisión. ‘Juego de Tronos’, sin embargo, pese a ser una gran adaptación, es un universo escrito y pensado para el papel; para el lector que gusta de imaginar la pradera por la que cabalga Jaime Lannister y el emblema que decora la casa de los Stark. Eso ha provocado que ‘Juego de Tronos’, la serie, sea extremadamente compleja –sobre todo a partir de la tercera temporada– para el espectador que no ha leído los libros. Bueno, no para todos. Pero estoy seguro de que conocen a alguien que les ha dicho aquello de «yo me he perdido, ¿y este quién era?»

La serie del Canal Historia utiliza los mismos elementos que la saga de Hielo y Fuego: personajes carismáticos, traiciones políticas, luchas de clanes, tierras desconocidas… Con la notable diferencia de que ‘Vikingos’ nunca se separa de ‘lo real’. Quiero decir. Todo, hasta las visiones más inauditas del Ragnarok, tienen una explicación racional. La religión y las creencias, además, juegan también un  papel fundamental, justificando guerras y culturas, demostrando que amigos y enemigos no están tan lejos de un mismo cielo.

(Por cierto, me fascina la idea del Valhalla de los vikingos: vivir sin miedo a la muerte, solo miedo a no vivir con la suficiente dignidad como para que no te dejen entrar en el Valhalla).

Entonces qué, ¿‘Vikingos’ o ‘Juego de Tronos’? ‘Vikingos’ tiene a su favor la sencillez de una historia clara, concisa y bien narrada. ‘Juego de Tronos’ es una saga colosal que va más allá de las fronteras de la televisión. Yo, si fuera usted, vería las dos series y me leería las novelas de Martin. No necesariamente en ese orden.

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