Mandela, del mito al hombre (Long Walk to Freedom)

Nelson, el hombre que estudió, trabajó, amó y erró como cualquier otro hombre, murió. Mandela, el mito que revolucionó el mundo y puso paz donde solo podía haber violencia, vivirá para siempre. Su firma ya está anclada en la Historia de la Humanidad como uno de esos estanques que sostienen la travesía por el desierto. Una inspiración que espoleará, por los años venideros, a todo tipo de artistas que harán suyo el arrebatador discurso de Madiba.

Justin Chadwick e Idris Elba han encontrado esa inspiración en ‘Mandela, del mito al hombre’ (el título original, ‘Long Walk to Freedom’, era más poético), una magnífica película biográfica que escarba en las dos vertientes del personaje: lo que le hizo grande y lo que le hizo humano. Un personaje que, como es habitual, no se entiende sin la presencia de su esposa, Winnie Madikizela (Naomie Harris), indiscutible mecha de la leyenda que estaba por nacer.

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El film de Chadwick parte de un Mandela niño, miembro de una tribu sudafricana, que crece como abogado, marido, padre, terrorista internacional, preso, político, presidente y líder. Un recorrido fascinante en el que no hay lugar para la idealización, no hay ausencia de pecado ni de culpa; y quizás, precisamente por eso, resulte tan poderosa.

‘Mandela, del mito al hombre’ es entretenida y densa a la par, gracias a un inmenso Idris Elba (‘Luther’, ‘Prometheus’) que consigue que olvidemos, incluso, su desafortunado maquillaje de anciano. Su voz es un portento interpretativo que debe escucharse en versión original (ha tenido mala suerte, de haber sido otro año estaría nominado a mejor actor).
Al igual que ‘12 años de esclavitud’, el ‘Long Walk to Freedom’ también es una catarsis de una sociedad no tan extinta, muy cercana, de la que debemos aprender para evitar barbaries futuras. Personalmente, la cinta me desafío con una reflexión desoladora: el voto de un hombre debería ser sagrado y no una papeleta condicionado por la conveniencia; ese desprecio a la democracia insulta la sangre de los que murieron por ella.

Sumen, finalmente, el ‘Ordinary Love’ de U2. Ya está todo dicho.

Cineasta blanco, Corazón negro, Escritor verde

Para los que tienden a patearse el mundo, el cine es un espejo que equilibra la realidad y la ficción. Cada vez que me subo a un avión recuerdo las palabras que solía repetir una profesora de Redacción:  «viajar y escribir, ¿qué mas?» En eso pensé, precisamente, el día que pisé África. Asistí a un encuentro de teatro intercultural en Assilah, Marruecos, con los alumnos de un instituto granadino. Fue una experiencia preciosa. Y es cierto lo que dicen, África siempre está por descubrir.

Las obras de teatro, escritas e interpretadas por los adolescentes, trataban en su mayoría sobre la inmigración ilegal, el drama de las pateras y el sueño que viste el viaje: la tierra prometida. Es curioso, porque mientras para nosotros, a este lado del charco, África es el paraíso original, para ellos, es nuestro suelo el que guarda la fuente de la vida eterna.

Viajar, las historias, el cine y África se conjugan en ‘Cine blanco, corazón negro’, el nuevo libro del escritor granadino Jesús Lens, que sigue emperrado en hacernos recorrer todo el mundo a lomos del celuloide (‘Café Bar Cinema‘, ‘Hasta donde el cine nos lleve‘). A lo largo de sus quinientas páginas, Lens rescata los mejores films relacionados con el continente africano, invitando constantemente al lector a descubrir ‘algo más’. ‘Invictus’, ‘Hotel Rwanda’, ‘Diamante de Sangre’, ‘Grita Libertad’, ‘Adiós Bafana’ o, incluso, ‘El Rey León’. El análisis cinematográfico se convierte en un apasionado relato, el cine contado e interpretado minuciosamente, como el maestro que desgrana a sus alumnos el arte de la química.

La lectura del libro de Lens ha producido el mismo efecto que aquel viaje a Assilah. El ver más allá de la pantalla, más allá de lo evidente, es una alquimia muy recomendable. Así, página a página, el cine se convierte en relato, el relato en introspección, la introspección en reflejo y el reflejo en una maleta más para el camino. Jesús Lens es esa clase de escritor nómada que brota entre la hierba, siempre esperanzado en un mundo mejor. Esperanza que viste de verde.

Disfruten la lectura.

Distrito 9

El Mundial de Sudáfrica rescata de mi memoria más reciente uno de los grandes peliculones del año pasado: ‘Distrito 9’. Neil Blomkamp era un aclamado director de publicidad que consiguió hacer de un pequeño corto que triunfó en los ordenadores de medio mundo, una cinta a caballo entre el documental y la ciencia ficción. Y, qué quieren que les diga, me fascinó.

‘Distrito 9’ describió, como pocas películas han hecho antes, la marginación y la xenofobia en Sudáfrica. Precisamente este domingo, en XL Semanal, leía un reportaje de las fotos que nunca vimos de África -maravilloso trabajo- en el que hablaban de las matanzas indiscriminadas, las aceras separadas para blancos y negros y no sé cuántas más barbaridades, medallas de nuestra especie.

En la cinta, el poder de la metáfora no sólo caía en la obviedad de apartar a los distintos. También en la forma visual de narrar: los otros, a los ojos del racista, son seres asquerosos y biscosos, casi cucarachas que merecen ser aplastadas. Pero basta ponerse en su piel, gastar empatía, tal y como lo hace Wikus Van De Merwe (Sharlto Copley, que será Murdock en ‘El Equipo A’), para descubrir una mirada indefensa.

El solo nombre del protagonista, Wikus Van De Merwe, ya establecía un término alternativo: un héroe inusual, anti-clásico. Un protagonista consagrado para evidenciar que lo raro también puede desprender bondad.

Estos días en los que Sudáfrica está tan presente en los informativos de la televisión, aprovechen para hacerse con el deuvedé (o blu-ray, mucho mejor) y disfrutar con una aventura con todos los talentos de la sci-fi y todos los pecados del ser humano.