¡Satélite!

¿Es un pájaro? ¿Es un avión? ¡No, es un satélite! Si nos dejamos guiar por lo que el cine nos ha enseñado lo más probable es que usted ya haya muerto. Sí, lo siento en el alma. Y no me mire así, ¿o es que no es triste que nadie vaya a leer jamás esta columna? Así que cada cual sostenga su vela. Pero vamos, que, como les decía, lo de que ya estén muertos se debe a que, probablemente, el aparatejo de las narices habrá caído en unas coordenadas impensables, trasladando el eje rotacional del planeta, provocando innumerables maremotos y tormentas de lava que habrían exterminado a toda la humanidad, menos a un pequeño pueblo de Albuquerque donde sus bondadosas gentes americanas seguirán cantando el himno de las barras y las estrellas hasta que una nave interplanetaria venga a rescatarles. Y tal.

Esa, como les digo, es la opción más probable. Pero, si por el contrario no han muerto, es el momento de que miren de reojo a todos los que le rodean. En especial a los periodistas con gafas. Existe una remota posibilidad de que el satélite trajera en sus entrañas un kryptoniano con poderes sobrehumanos que será capaz de luchar contra todos los villanos de la sociedad con la excepción de especuladores, banqueros sin ética, ricachones inmorales y dentistas -nunca me fié de ellos, es algo personal-.

No descarten el tema ‘alien’. Se conoce que los extraterrestres gustan de subirse a aparatos desconocidos. Así, es bastante probable que tengamos una plaga de Transformers de aquí a unos meses. O, en su defecto, un bicho descomunal que terminará siendo transportado en un tren que descarrilará ante la atenta mirada de una cámara de Super 8. Esperemos que no haya anillos verdes, que de héroes chorras ya andamos sobrados.

En cualquier caso, si, como les digo, hoy siguen vivos y no notan nada extraño o fuera de la normalidad a su alrededor no crean que no pasó nada. Que fue una de esas noticias que los periodistas nos empeñamos en repetir hasta la saciedad para aprovecharnos del morbo inherente. No, pamplinas. Lo que ha pasado es que dos tipos, vestidos con elegantes trajes negros, les han flasheado en toda la cara. Chimpún.

Alien, el antiremake

Ridley Scott había aceptado la tentación: volver al mundo de la teniente Ripley para contar una nueva historia de una de las sagas de ciencia ficción más emblemáticas del género: Alien. La idea, puesto que las secuelas ya estaban reventadas, fue hacer la precuela de ‘El octavo pasajero’ (ya saben, los tres palos de Hollywood: secuela, precuela y remake). Sin embargo, Scott se asoció con uno de los talentos emergentes -quizás ya consagrados- más exitosos de la industria: Damon Lindelof (Star Trek, Lost). Y el resultado ha sido otro mucho más sorprendete: el ‘antiremake’.

¿Antiremake? Sí. Es un término innovador que describe la siguiente situación: “proceso creativo por el que directores y guionistas que se encuentran inmersos en la producción de una secuela/precuela/remake recuerdan que en un tiempo no tan lejano fueron capaces de escribir ‘palabras nuevas’ en un folio en blanco y deciden, en vez de malgastar su tiempo -y el nuestro- con ideas ya manidas, resucitar a las musas y crear algo nuevo”.

Eso es exactamente lo que le pasó a Ridley Scott después de que su colega, Lindelof, le dijera algo así: “Recuerdo entrar de pequeño al cine, a ver ‘Alien’, y salir extasiado por la inmensa cantidad de cosas originales que acababa de ver. Poder trabajar contigo es un honor y una maravilla para mí”. Acto seguido, el responsable de ‘Gladiador’, debió mirarse en el espejo para descubrir que se estaba pudriendo por dentro. Que ya no había aliens saliendo de su estómago. Así que alzó la vista y dijo: “Hagamos algo nuevo, hagamos ‘Prometheus’”.

‘Prometheus’ se estrenará en 2012 y es, oficialmente, la película que asesinó a la precuela de Alien. Personalmente, me alegro el cambio. Sé que hay muchos fieles que se morían de ganas de regresar a Nostromo. Pero, carajo, ¿se imaginan otra bazofia que manche el nombre de otra saga? Si ‘Prometheus’ le sale bien, todos la disfrutaremos. Si le sale mal, por lo menos no le culparemos de haber escupido en la tumba de Ripley (George, Steven, ésa va por vosotros).

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