Uno de esos veranos de bicicleta por la mañana, piscina al mediodía y Nocilla para merendar, me dio por ‘cantar’ una canción de ‘Grease’. Recuerdo que una tarde mis vecinos no quisieron salir a jugar porque echaban la película de marras en la tele, “nuestra favorita”. Yo, la verdad, pese a que creía haberla visto -no guardaba nada especial de ella-, me pareció una soberana chorrada. ¿No jugar a polis y cacos por ver a cuatro memos cantando y bailando con esos flequillos tan horteras? Si todavía fuera ‘Willow’ o ‘La Historia Interminable’, pues mira.
El caso es que la frustración de una tarde de verano sin pandilla me impulsó a poner la tele y ver ‘Grease’. Creo que me dormí a medias. Sin embargo, a la mañana siguiente, no había manera de quitarme de la cabeza la cancioncica de las narices. Tema que yo, por cierto, entonaba con un inglés hecho a medida: “Aycatllú amondeplalles, and de blu en tus ojos”. Y así iba yo a todas horas, con John Travolta repicando como campanas a las doce.
Con el paso del tiempo me percaté de que es innegable la influencia de ‘Grease’ en el imaginario colectivo. Pese a que no sea santo de mi devoción, el musical es un disco que todos hemos escuchado. Incluso, puede, que se sepan alguna coreografía. Carajo, ¿quién no ha bailado el ‘and de blu en tus ojos’ en alguna boda? ¡Es un clásico!
Ayer amanecimos con la muerte de Jeff Conaway, Kenickie en ‘Grease’. Su vida en el celuloide queda casi relegada a las dos horas del dichoso filme (aunque se casó con una hermana de Olivia Newton-John; para luego divorciarse), que pese a que le dieron fama y fortuna, el actor las malinterpretó dándose a una vida repleta de excesos, drogas y alcohol.
Supongo que los actores pueden morir. Pero los personajes, de una manera u otra, nunca. Yo, por mi parte, sigo tarareando el “and de blu en tus ojos” sin haberme preocupado nunca por saber qué es lo que dice exactamente. Es más divertido así.