El comentario, entre butacas, me llamó poderosamente la atención: “me dan miedo los robots”. Ya sonaba la melodía final sobre los títulos de crédito y la película de Kike Maíllo invitaba a una reflexión muy humana. “Me daba miedo el mayordomo”, insiste. Y es curioso porque el papel de Lluís Homar, un C3PO de aspecto humano, está llamado a empatizar con el público. La conversación prometía:
-¿Cómo te va a dar miedo el mayordomo? -pregunta su acompañante, con cierta sorna.
-Mira -explica diligente la joven-. Esto como lo de Facebook y Spotify.
-¿Qué? -los ojos, completamente incrédulos.
-Sí. Facebook y Spotify. Son dos cosas diferentes, para cosas diferentes. Así que, ¿por qué se tiene que enterar una cosa de lo que hago en la otra? ¿Entiendes? ¿Por qué tienen que saber tanto de mí las ‘máquinas’?
-Chica, pero eso no son robots…
-¿Ah no? Vale que no son cosas físicas. Pero ahí las tenemos, ordenando nuestras cosas, nuestras fotos, ayudándonos a recordar fechas, nos ponen música… Y, de repente, de buenas a primeras, el que te avisa de los cumpleaños también sabe cuál es tu canción favorita. Yo no quiero que ninguna máquina sepa lo que siento. O lo que creo. Y eso me da miedo. Con el mayordomo me pasa igual, ¿tú crees que habrá robots que funcionen como humanos? Yo no quiero eso. No quiero querer a una máquina.
La pantalla se quedó en negro y la pareja recogía el petate. Me quedo pensando en que nunca habría llegado a la reflexión de la chica. Un pensamiento tan actual, tan real, tan acertado. Ensimismado en los miedos de la chica, el móvil vibra. Alguien me había mencionado en Twitter. Le respondo que acabo de salir del cine. Veo que otro amigo acaba de entrara a un bar, con Four Square. Mientra, Vetusta Morla suena en casa de Álex.
“Diablos, estamos rodeados de robots”.