Creía que había conocido gente gorda. Pero entonces viajé a Estados Unidos y me di cuenta de que lo nuestro es un leve despiste alimenticio. Un gordo en USA es una persona inabarcable, inmensa por todos sus inexistentes ángulos, con capacidades sobrehumanas en el arte de la deglución. Es imposible no quedarse impresionado cuando un tipo descomunal ocupa dos asientos en el avión y el resto de la tripulación lo ve como algo normal. Y como América es la tierra del sueño extremo, es tan fácil ver a gordos nivel ‘desayuno-dos-big-macs-todos-los-días’ como a gachones hipermusculados que parece que están continuamente aguantándose un peo. La primera potencia económica del mundo, el país de las apariencias.
De apariencias sabe mucho Michael Bay (recuérdenme que les cuente la vez que nos invitó a tomar copas, en la Cómic-Con de San Diego), director tantas veces incomprendido que es único para crear ‘el mayor entretenimiento del planeta’. Esta vez, sin embargo, intenta algo distinto. Una comedia con ciertos tintes de sátira social y de realismo mágico: ‘Dolor y Dinero’.
Daniel Lugo (Mark Wahlberg) cree en el culto al cuerpo como filosofía de vida. Es el encargado de un gimnasio repleto de modelos esculturales y bíceps dopados con pesas, repeticiones y jeringuillas. Cansado de su rutina, decide subir un escalón en la pirámide social y hacerse rico. Para ello ideará un secuestro con Paul (Dwayne Johnson) y Adrian (Anthony Mackie), lo que les llevará a iniciar una vida delictiva repleta de errores sin remedio.
El punto positivo de ‘Dolor y dinero’ es que está basada en una historia real, lo que permite al espectador soltar un “tiene narices” más o menos cómplice. El resto es, en su mayor parte, negativo. Michael Bay abusa de la cámara lenta, de los monólogos interminables y de los planos picados con banderas americanas de fondo. Un aburrido retrato de las falsas apariencias yanquis que, probablemente, en manos de otro director podría haber sido algo más. Como comedia es inconsistente. Y como drama también.
Ahora bien. Como les decía, Bay sabe de apariencias. Y el reparto, masculino y femenino, sabe aparentar muy bien. Qué bien elige el director de ‘Transformers’ a sus chicas, el muy truhán. Esperemos que acepte quién es y se deje de apariencias. No nació Bay para el cine con moraleja.