1.- La gran sorpresa, al menos para mí, fue que los actores de ‘8 apellidos vascos’ se llevaran las estatuillas. Mi primera reacción, lamento. Luego, cuando Karra Elejalde y Carmen Machi subieron al escenario recordé que son dos grandes. Dos Grandes. Y, pese a que la película no me dice gran cosa, qué leches, me alegré mucho por ellos. Además, qué maestría a la hora de agradecer. Suyos fueron los recuerdos para Álex Angulo y Amparo Baró. Calidad humana.
2.-El Goya de honor se está convirtiendo en mi categoría favorita. Su emoción no reside en un sobre lacrado, todos sabemos quién es antes de empezar la noche. Pero es francamente emocionante escuchar los discursos que año tras año escriben los galardonados. Al igual que José Sacristán, Antonio Banderas resultó inspirador, emotivo, acogedor y humilde. Cuesta entender que un hombre que lo tiene todo llore, desconsolado, al pensar en su hija y en los sacrificios que ha hecho para subirse al escenario. Su historia y su trabajo son un claro ejemplo de la Andalucía emprendedora que queremos ser. Antonio Banderas es ‘Marca España’.
3.- La gala, como espectáculo, sigue contando con errores incomprensibles: números musicales innecesarios y excesivamente largos, discursos pesados, chascarrillos forzados… Con todo, fue la gala más vista de la historia. ¿Por qué? No tengo duda: Twitter convierte el tedio de la pantalla en divertimiento para el tuitero. Yo, al menos, me lo pasé muy bien.
4.- Hubo un indiscutible protagonista: Dani Rovira. El malagueño tiene ángel y nos encandiló desde la primera arenga por el cine. No era mi apuesta pero, si hablamos de revelación, está claro que él es la gran revelación del año.
5.- Estos han sido los Goya de Andalucía. Películas andaluzas, presentador andaluz, Goya de honor andaluz, aroma andaluz, espectáculo andaluz… Algo que hubiera sido un completo orgullo de no ser por la actuación de Mundo Ficción, que tiraron de tópicos para enturbiar el ambiente. A mi juicio, era innecesario. Eché de menos a la Muchachada.