Grupo 7

El orgullo patrio es un sentimiento difícil de ubicar. A diferencia de los yankis, por ejemplo, nos cuesta contemplar ‘España’ y sus productos con el cariño que derrochan otras banderas. De hecho, mostrar admiración o simple respeto por el país es, para algunos, muestra irrefutable de una ideología política consumada y causa de pitidos ensordecedores. Con esto no voy a conseguir revolucionar ninguna mentalidad, pero valga para subrayar el siguiente entrecomillado, resumen perfecto de la sensación que me embargó después de ver ‘Grupo 7’: “Que viva España”.

Un “que viva España” en dos direcciones: por un lado, en el sentido más irónico y ácido, por el amargo y corrupto dibujo de un país que revende su alma a un demonio vestido de dinero rápido, tráfico de influencias y burbujas inmobiliarias. Por otro, más sincero y limpio, por la enorme alegría que es disfrutar de un peliculón de este calibre sin el más mínimo complejo frente a la más poderosa producción hollywoodiense. Insisto: ‘Grupo 7’ es un pe-li-cu-lón.

Para los que gustan de comparaciones, la cinta de Alberto Rodríguez (‘Siete vírgenes’) es una suerte de ‘The Wire’ a la andaluza. Una combinación fantástica de cine negro clásico, personajes claroscuros, un montaje vibrante y un guion talentoso que levanta, cual paso de Semana Santa, el electo de actores liderados por un Antonio de la Torre en estado de gracia, y un Mario Casas que firma el mejor trabajo de su carrera.

La pena es el pobre recibimiento del film en taquilla. Resulta descorazonador ver cómo una película tan excepcional se queda en ‘anécdota’ si no hay una promoción arrolladora. Sin embargo, estoy convencido de que ‘Grupo 7’ gozará del efecto ‘bola de nieve’ y, dentro de unos años, se hablará de ella con un evidente orgullo patrio. Siempre llegamos tarde. Pero que viva España.

 

 

Balada triste de trompeta

He visto ‘Balada triste de trompeta’ y me ha gustado. O no. No lo sé. Es que lo mismo, si lo pienso mejor, decido que es una basura incomprensible. En serio, menudo cacao: por un lado tiene escenas brutales, con un ritmo endiablado, imágenes poderosísimas, dobles lecturas disfrazadas de acción burlesca, guiños históricos y críticas social. Por otro, hay una sarta de chalauras, pamplinas varias y líneas inconexas de aúpa; un guión tan esquizofrénico que hará que más de uno se levante de la butaca para arengar al público en una guerra santa en pos de la cabeza de Álex de la Iglesia (“¿Por qué se le ocurren a un ser humano estas cosas?”, preguntó una chica al terminar).

Dos payasos centran el mundo freak del director de ‘El día de la bestia’, el triste (Carlos Areces) y el alegre (Antonio de la Torre). Una pareja cómica que luchará, hasta las últimas consecuencias, por el amor de una misma mujer, Natalia (Carolina Bang). Este enrevesado cuento es una metáfora de los dos bandos que luchan por España, dos partes que, a ojos de de la Iglesia, son igualmente ridículas: todos somos parte de un circo, de una broma pesada que no tiene ni pies ni cabeza; visceral, irracional y lamentable.

Si diseccionamos ‘Balada triste de trompeta’ por escenas, la media, posiblemente, fuera de sobresaliente. En conjunto, sin embargo, hay algo que definitivamente falla. Así, el prólogo de la historia es tan salvaje como talentoso: Santiago Segura, disfrazado de payaso, corre por mitad de una sanguinaria refriega, por las calles de Madrid, devanando cuellos y sesgando vidas con un minúsculo cuchillo de cocina. Una suerte de ‘Malditos Bastardos’ a la española que se repetirá a lo largo de la cinta en momentos puntuales: la cacería, la persecución final o la paliza en el parque de atracciones. Sin embargo, entre genialidad y genialidad hay huecos que disipan demasiado los objetivos de la narración, provocando, como hemos dicho, la rebelión de la sala.

El caso es que cuanto más pienso en ella, mejor sabor de boca tengo. Precisamente por eso, porque hay escenas rematadamente buenas. Por supuesto, no es la película que le recomendaría a ninguna madre. Pero sí lo haría, encarecidamente, a los amantes de ‘Acción Mutante’, ‘El día de la bestia’ y los clásicos del cine de terror y monstruos de serie b.