El juego de Ender (II), líderes del mañana

El líder marca la diferencia entre empresa y compromiso. El líder construye la estrategia idónea para que cada una de las partes pueda desarrollar su talento en la mejor de las condiciones. El líder entiende el significado de los nombres que le acompañan, ignorando sus números. El líder guía en la batalla, la que sea, con unos principios incontestables, de manera que el grupo sepa siempre hacia dónde queda el norte. El líder es un buen bardo que convence con sus gestos y fortalece con la voz: escucha, confía y aprende; no ignora, no ordena, no impone. ¿Se puede crear un líder?

Esa pregunta me surgió hace años, cuando terminé de leer ‘El juego de Ender‘, de Orson Scott Card, y volvió a mí ayer, en los minutos finales de la película de Gavin Hood (‘X-Men orígenes: Lobezo’). No lo sé, esa es mi respuesta. Pero, al igual que Scott y Hood, me aterroriza creer que alguien pueda malear a una joven promesa, a un niño superdotado, para trazarle un rumbo por la senda del éxito, sin importar las consecuencias.

Piensen en ése niño como si fuera una generación entera. Una generación criada con las mejores promesas, que supera las pruebas que sus padres les imponen en el colegio, en el instituto y, por fin, en la universidad. Pruebas que determinan su valía y que les harán merecedores de un triunfo mayor. De un triunfo que, incluso, se identificará como ‘maestro’, ‘experto’, ‘superior’.

El propio Ender Wiggin, el protagonista de la historia, se abre paso en una academia militar gracias a una premisa vital: si quieres resultados distintos, realiza acciones distintas. Nosotros, sin embargo, llevamos décadas diciéndoles a nuestros hijos lo que deben hacer, cómo deben hacerlo y por qué es tan importante que estudien una carrera. ¿Y si resulta que querían ser otra cosa? ¿Y si su camino de éxito no era ese? ¿Por qué presuponemos que vamos a crear líderes de fábrica? ¿Por qué no creemos en el instinto natural de las personas, en su vocación?

No me malinterpreten, creo en una Universidad pública y accesible para todo el que la necesite. Mi duda es si todos los alumnos que llegan quieren llegar. ¿Cuántos llevan estudiando doce años una carrera? ¿Cuántos terminan y no saben por qué empezaron? Esa generación -esos niños- hará lo que le digan que haga y destruirá lo que haya que destruir. Pero no marcará la diferencia.

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El juego de Ender (I)

El juego de Ender‘, escrito por Orson Scott Card, nació como una serie de relatos cortos que se empezaron a publicar periódicamente en 1977, en la revista ‘Analog’. Desde entonces, el mito de Ender ha crecido año tras año, generación tras generación, hasta convertirse en un referente cultural de la ciencia-ficción. De ahí que la película dirigida por Gavin Hood (‘X-men orígenes: Lobezno’) sea uno de esos puntos de inflexión entre el lector y el espectador. Entre el que espera algo y el que no.

Ender (Asa Butterfield, ‘La invención de Hugo’) es el tercer hijo de la familia Wiggin. En el año 2070, medio siglo después de la invasión de una raza extraterrestre conocida como ‘los insectores’, tener más de dos hijos es un privilegio mal visto. Ender es un niño prodigio, un estratega nato fichado por el Coronel Graff (Harrison ‘Indiana’ Ford,) para la escuela de líderes militares. Allí, junto a Bean, Alai y Petra, tendrá que demostrar su valía como estratega a través de una serie de juegos ingravitatorios. Y, llegado el momento, enfrentarse a un enemigo real.

El libro está repleto de ideas -filosóficas, políticas, educativas- que pasan un tanto desapercibidas en la película; lo que no impide que ‘El juego de Ender’ sea una cinta francamente entretenida, técnicamente atractiva y con un respeto evidente de Hood por el legado de Scott Card. El cine exige un ritmo y una formulación distinta para contar el apasionante periplo de Ender y la Escuadra Dragón, de manera que el espectador no necesite buscar referencias constantes a la novela para entender lo que está viendo. Algo que está muy bien resuelto.

Como lector, creo que es una más que decente visión del libro. Como espectador, una película que funciona. Así que estoy contento con la reinvención de ‘Los juegos de Ender’. Además, Asa Butterfield, el protagonista, encaja a la perfección. Es cierto que el arco final, los últimos cinco minutos, son difíciles de digerir tras un emocionantísimo clímax. Aunque no deja de ser una inteligente estrategia para invitarnos a seguir la historia de Ender desde otras perspectivas, ya sea en el libro o en la secuela de la cinta. Cuenten conmigo…

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La invención de Hugo (I)

Las historias son el romance que nos empujan a la aventura e invitan a soñar sobre un barco imaginario. Las voces que Julio Verne escuchó mientras miraba al corazón de la chimenea son las palabras que George Meliès leyó durante una preciosa noche parisina en la que brillaba la Luna llena. Los fotogramas que saltaron el ojo de Martin Scorsese en un cine neoyorkino son el reflejo de las gafas polarizadas que pasean por la estación parisina de Hugo Cabret. Ese vínculo, sagrado e inmortal, hilvana obras y autores en una única y poderosa crónica: el Arte.

‘La invención de Hugo’ es una arrebatadora oda al cine, a la literatura y a toda suerte de narrativa, glorificando la presencia de los ‘cuentacuentos’ como esos mecánicos de la vida que ofrecen su talento, su fantasía, al servicio de la verdad. Para hacer más verdad la verdad y convertir en verdad mentiras que deberían serlo. El protagonista de Hugo es un niño porque no podía ser de otra manera. Porque solo los ojos que ven por primera vez pueden entender la emoción del héroe sin juzgar ni criticar su realidad. Precisamente, solo los ojos del incauto verían en la última de Scorsese una simple cinta infantil.

El filme une dos historias, la de los pequeños Hugo e Isabel, recién iniciados en el mundo, y la de George, un fascinante abuelo con un pasado inolvidable. Los tres inician una búsqueda vocacional: «El mundo es como una máquina y a las máquinas no les sobra ninguna pieza –explica Hugo–. Las personas somos piezas de una misma máquina y, al igual que las máquinas, estamos rotas si no cumplimos con nuestro propósito».

La película de Scorsese es brillante en su conjunto pero, muy especialmente, cuando el guion alcanza su cima, en el último tercio del metraje: Brutal y sobrecogedora carta de amor del director a su trabajo, a sus maestros y a todos aquellos que le han convertido en parte de la historia. Un rayo que atravesará el alma de los amantes del cine.