Realidad

Es fascinante cómo la realidad tiende a convertirse en ficción. Que levante la mano el que no esté alucinando con los titulares que abren los periódicos estos días de crisis. Y si alguien sabe de crisis es Madoff, uno de los rufianes protagonistas de la situación económica que vive el planeta. El ‘Gecko’ (‘Wall Street’, Martin Scorsese) de un universo paralelo y palpable, que ahora llora, desde su celda, la muerte de su hijo. Se ahorcó.

Una soga parecida a la que rodea el cuello de los miles de implicados en algún cable de Wikileaks. Los de la farmacéutica Pfizer, por ejemplo, ven el cerco cada vez más estrecho. Al parecer, probaron el antibiótico Trovan durante una epidemia de meningitis en Kano (Nigeria), en 1996, con niños. El experimento, con resultados lamentables, fue silenciado a golpe de talonario. Me pregunto si detrás de la denuncia hay un ‘El jardinero fiel’ (Fernando Meirelles, 2005) llorando por las almas pobres del mundo y por el amor perdido representado en la bella Tessa Quayle (Rachel Weisz).

Mientras, en otro lugar, lejano y cercano a la vez, miles de personas salen a la calle ataviados con el mismo uniforme: capa negra y máscara sonriente. Reclaman libertad para Julian Assange, el creador de Wikileaks. Cantan al espíritu del “recuerden, recuerden, el cinco de noviembre” bajo la sombra de ‘V’ (‘V, de Vendetta’, Watchowsky). En Estocolmo honran a la versión 2.0 de la garganta profunda y debaten sobre el periodismo de antes y el de ahora, deshilachando, como Russel Crowe, ‘La sombra del poder’ (Cal Mcaffrey, 2009).

Allí mismo, un coche bomba explota en la misma semana en que se entregaban los premios Nobel. Una gala subrayada por la ausencia de Liu Xiabo, premio de la Paz, encarcelado en China por ser considerado un perturbado, un peligro para la sociedad. Vargas Llosa habla de las historias, de la ficción. Y de su poder para cambiar la realidad.