Uno de los mayores asesinatos del cine moderno está en las promociones. Son tan agresivas que consiguen hacerte dudar de si has visto o no una película que todavía no se ha estrenado. Ver un trailer de Spanish Movie supone destrozar por completo cualquier chiste, ya de por sí previsibles. Y, ver el spot de un drama, significa tener los pañuelos preparados porque ya nos han dicho dónde tenemos que llorar.
Existe una teoría, recientemente publicada por revistas científicas altamente irreales, que sostiene que los trailers de hoy día sólo deben verse una vez. Esto es, nada de repetir el video en youtube. O de prestar atención en los anuncios previos a la película en la sala de proyección. Ver un trailer dos veces supone quedarte con detalles demasiado evidentes de la trama.
Con Avatar, la situación se agrava hasta límites insospechados. La película más cara de la historia lo es, también, por su tremendo gasto en marketing. Desde la primera imagen publicada hasta hoy, son cientos de videos y escenas exclusivas que las webs especializadas emiten a tutiplén. La tentación de pinchar sobre sus enlaces y ver algo de lo que ocurrirá durante los 160 minutos de la película es demoledora.
El problema de tantos vídeos y trailer y demás pamplinas es que nos estropean la cinta con ‘spoilers’ (Spoiler: claves exactas de lo que va a pasar; por ejemplo: Bruce Willis está muerto desde el principio de El Sexto Sentido. O decir que al final de Luna Nueva… Bueno, de Luna Nueva es imposible hacer spoilers porque no sucede absolutamente nada en toda la película). ¿Dónde quedaron aquellos trailers que sólo transmitían sensaciones?
Trailer para el domingo: Terminamos con Avatar (y III), un artículo que empezará así: “El tren venía demasiado rápido…”