Avatar (II): ‘Spoilers free’

Uno de los mayores asesinatos del cine moderno está en las promociones. Son tan agresivas que consiguen hacerte dudar de si has visto o no una película que todavía no se ha estrenado. Ver un trailer de Spanish Movie supone destrozar por completo cualquier chiste, ya de por sí previsibles. Y, ver el spot de un drama, significa tener los pañuelos preparados porque ya nos han dicho dónde tenemos que llorar.

Existe una teoría, recientemente publicada por revistas científicas altamente irreales, que sostiene que los trailers de hoy día sólo deben verse una vez. Esto es, nada de repetir el video en youtube. O de prestar atención en los anuncios previos a la película en la sala de proyección. Ver un trailer dos veces supone quedarte con detalles demasiado evidentes de la trama.

Con Avatar, la situación se agrava hasta límites insospechados. La película más cara de la historia lo es, también, por su tremendo gasto en marketing. Desde la primera imagen publicada hasta hoy, son cientos de videos y escenas exclusivas que las webs especializadas emiten a tutiplén. La tentación de pinchar sobre sus enlaces y ver algo de lo que ocurrirá durante los 160 minutos de la película es demoledora.

El problema de tantos vídeos y trailer y demás pamplinas es que nos estropean la cinta con ‘spoilers’ (Spoiler: claves exactas de lo que va a pasar; por ejemplo: Bruce Willis está muerto desde el principio de El Sexto Sentido. O decir que al final de Luna Nueva… Bueno, de Luna Nueva es imposible hacer spoilers porque no sucede absolutamente nada en toda la película). ¿Dónde quedaron aquellos trailers que sólo transmitían sensaciones?

Trailer para el domingo: Terminamos con Avatar (y III), un artículo que empezará así: “El tren venía demasiado rápido…”

Avatar (I): ‘Hype’

En 1998 ver un vídeo de dos minutos en Internet era una hazaña memorable. Aquella Nochebuena estábamos todos apelmazados sobre la pantalla del ordenador. La ‘melodía’ del router había iniciado un proceso por el que sufriríamos durante más de dos horas. Cada movimiento de la barra de carga era motivo de aplauso. Durante la cena, nos levantábamos por turnos para ir al pc del dormitorio y comprobar, a regañadientes, que el ‘now loading’ seguía allí, impasible.

Pasada la medianoche, sólo la memoria de David, el mayor de todos los primos, conseguía apaciguar el reconcome del estómago: “Todavía recuerdo cuando vi en el cine la última. Vosotros no habíais nacido y no podéis entender lo que es, después de tantos años, reencontrarme con ella”. Al devolver la vista a la pantalla el contador estaba a cero. Todos, como el John Locke que ilumina su cara a la luz de una escotilla abierta, bajo un poderoso hechizo que erizaba los pelos del cuerpo, vimos, al fin, el primer trailer de ‘Star Wars, Episodio I: La Amenaza Fantasma’.

Esa sensación de nerviosismo y plenitud; de juicio nublado; de dejarte llevar por una pasión, fanático. Esas horas de espera, noqueado de la realidad para ver a los Skywalker y escuchar, por fin, la fanfarria de Williams. Eso es el fenómeno ‘Hype’.

El ‘hype’ es el mayor objetivo de Hollywood. No sólo conseguir que vayas al cine a ver su película, si no que vivas cada paso de su evolución: primeras fotos, trailers, entrevistas, comentarios de los actores, filtraciones… Un maquiavélico proceso que crea la necesidad incurable de sentarte en un sillón rodeado de cientos de personas para saciar una sed sólo equiparable a la del vampiro.

Ir al cine con ‘hype’ supone que, si la película es un éxito, la encumbres al pedestal más alto, el lugar al que sólo llegan las elegidas. Pero, si es un fracaso y un engaño por el que tú pagaste, la convertirá en un insulto. Una bofetada autoimpuesta que te llevará por un camino más rápido, más fácil, más oscuro.

Hoy se estrena Avatar. Y yo tengo ‘hype’.