Laura, la pediatra y el de huesos

Una vez fui, en menos de 24 horas, a una boda y a un bautizo. Fue un fin de semana francamente entretenido, como si estuviera viviendo en mis carnes una de esas comedias en las que no dejan de pasar cosas hasta el último suspiro. No, en serio, ya quisieran Dani Rovira y María Valverde (en el cine con ‘Ahora o nunca’) que alguien les hubiera escrito un guion con tantos giros, subtramas, secundarios de lujo y canciones inolvidables.

Existe la remota posibilidad de que la inmensa alegría que uno siente rodeado de buenos amigos exagere un poco la épica del recuerdo. O el alcohol, claro, también está el alcohol. El caso es que, como les digo, fue un finde de película: tuvimos anécdotas de despedidas de soltero cuya leyenda terminará ensombreciendo la del mismísimo Alan (Zach Galifianakis) de ‘Resacón en las Vegas’; ceremonias más imponentes que las de ‘Juego de Tronos’, sin la sangre pero con toda la emoción; voces inesperadas que entonaron letras de siempre y canciones nuevas que serán para siempre; palabras paternas que resonaron como la voz de Colin Firth en los últimos minutos de ‘El discurso del rey’; bailes que pasaron del simbolismo de ‘Up’ a la locura de ‘Grease’.Y niños. Por supuesto. Una, en concreto. Una que estrena padrinos, vida y nombre. Padrinos, constantes como el de Coppola y aventureros como el de Ford. Vida, como la que se abre paso en ‘Gravity’ y se explica en ‘El Rey León’. Y el nombre, con el que ella misma escribirá su historia, Laura.

La mayoría de nosotros nunca seremos protagonistas de una gran superproducción. Nuestras caras no estarán decorando marquesinas ni la gente guardará en vitrinas nuestras firmas trazadas en servilletas de papel. Pero qué bonito, joder, cuando es la misma vida la que nos enseña que el espectáculo está detrás de las cámaras. Y que las historias, las que nos esmeramos en contar una y otra vez como si fueran mantra de magia y unión de espíritus, son reflejo de las que alguien, alguien como usted y como yo, una vez, vivió en menos de 24 horas.

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Eva

Eva es un nombre original. No por único, sino por su intrínseco valor en la historia de la vida. Ella estuvo presente con todo el embrollo aquél de la manzana, la serpiente y demás malentendidos divinos. Con la excepción de Adán, es la única persona que supo qué fue antes, el huevo o la gallina. Es un nombre que, por su maravilloso valor humano, añade ciertas connotaciones a sus portadores.

Miren, por ejemplo, a la ‘Eva’ de Pixar. Hace poco volví a ver la excelsa ‘Wall-e’ y, una vez más, me emocioné hasta el extremo. Lo que esa película consigue con las personas es mágico: el niño que mira el mundo con los ojos del novato ve a un tierno robot con el que es fácil identificarse; ve a otro niño como él, solo que de metal. Un niño con deberes, con obligaciones pero que no pierde la oportunidad de vivir una aventura sensacional. El joven adulto ve el mundo devastado que le rodea, la hostilidad y la soledad que acompaña al que aspira, al que quiere, al que anhela el cambio; ven a un rebelde. Y la experiencia ve a un ser que ha vivido tanto que sabe que los pequeños detalles son los que quedan: las películas en blanco y negro, una canción, un baile, un apretón de manos. ¿No es mágico?

Wall-e y Eva tienen uno de los diálogos más simples y al mismo tiempo más preciosos del cine. Sólo dicen el nombre del otro. Y con diferentes tonos componen una música que todos sabemos leer. “Espérame”, “yo te ayudo”, “déjate querer”, “aquí estoy”. “Te quiero”.

Cuando Eva llega al mundo encajonado, triste y gris, su única misión es encontrar el último atisbo de vida que queda. Una lágrima de esperanza para una sociedad atiborrada de aspiraciones inútiles y vaguedades tecnológicas. En su periplo interestelar se equivoca y confunde los bandos. Con esa estética a lo ‘Apple’ (manzana), tendrá que dejarse guiar durante sus primeros instantes de vida hasta encontrar su propio camino. En realidad, la película narra el principio de su vida, la enseñanza primera que no deberá olvidar jamás: cree y aférrate. Un bautizo en toda regla.