En qué pensaba Ben Affleck cuando ganó el Oscar

He aquí la teoría. Partamos de la base científica de que Ben Affleck es un nerd. Un amante de los cómics, de la ciencia-ficción y la cultura pop. Reconocido creyente de la filosofía Jedi (aún apuesto por que dirigirá el Episodio VIII) y voraz lector desde que él y Matt Damon eran unos zagales de barrio. Bien. Como todos ustedes saben, Ben Affleck protagonizó ‘Daredevil’ (Mark Steven Johnson, 2003), memorable ñordo que aún pesa sobre la pecaminosa espalda de Marvel. Y lo hizo porque él siempre quiso ser un superhéroe.

‘Daredevil’ corresponde a lo que podríamos llamar la década ominosa de Affleck: ‘Pearl Harbor’, ‘Pánico Nuclear’, ‘Una noche perfecta’, ‘Una chica de Jersey’, ‘Qué les pasa a los hombres’… No todo fue malo, claro. En 2007 dirigió ‘Adiós pequeña, adiós’, consiguiendo un enorme ‘WTF’ de todo el planeta: “¿Director? ¿Ben Affleck, director? ¿Y bueno?”

Affleck, que empezaba a gustarse como artista, arrancó 2010 con ‘The Town. Ciudad de ladrones‘, peliculón policíaco brillantemente orquestado, que sentó las bases para la magnífica ‘Argo‘ (2012), con la que ganó varios Oscar.

Pero Affleck, como les digo, siempre fue un nerd. Un friki. Y como todos los frikis, Dios bendiga a Sheldon Cooper, es obstinado. Consistente. Resolutivo. Así que, tal y como yo lo veo, Ben Affleck llevaba años pidiéndole a Warner que le dejara interpretar a Batman o Superman. Los señores de Warner, con toda la mala baba, le dijeron “vale, Ben, cuando ganes un Oscar te dejamos ser lo que quieras…”, seguidos por unas risillas maliciosas.

Según mi teoría, Ben Affleck ganó un Oscar para ser Batman.

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Fuera de bromas (conste que yo creo en esta teoría, por muy estúpida que sea), Ben Affleck tiene por delante una preciosa cruzada: callarnos la boca a todos. Otra vez.

Llevamos escuchando desde hace meses que Warner quería que dirigiera la película de ‘La Liga de la Justicia’. Sinceramente, Affleck a los mandos de Superman, Batman o cualquier héroe me parece una idea fantástica. A mi juicio, es un gran director. Como protagonista… no tanto.

Ahora mismo tiene las de perder. Es un perdedor en el centro de Gotham. Y, como todos los perdedores, tiene papeletas para terminando siendo el héroe. Affleck es, dentro y fuera de las cámaras, el protagonista.

Oscar 2013: Argo Fuck Yourself

Me gustan los premios inesperados porque son como saltos de eje, incorrecciones por las que nadie apostaba, que nadie pretendía, pero que revuelven el ambiente con un tono insuperable de rareza. Han sido unos Oscar repartidos, café para todos, que podríamos englobar bajo un único título: ‘Argo Fuck Yourself‘ (con la pobre traducción española de Argoderse). ¿Por qué? Porque las encuestas fallaron, las intelectualidades sobraron y el espectáculo, como siempre, hubo de continuar. Así que, a todos los que esperaban el triunfo de una película por encima de las demás porque era, a su juicio -y en muchos casos era un juicio tiránico-, insuperable, unten la sentencia: “Argo Fuck Yourself”, “a fastidiarse”.

El gran triunfador de la noche fue Ben Affleck. Su película, Argo, reivindicó su nominación fantasma, que tantos otros se preocuparon en subrayar, y le consagró ante un público que miraba la pantalla como el padre que descubre que su hijo se ha hecho un hombre y ya no lo puede negar más: “¿Ese es Daredevil?”, preguntaban algunos.

El gran perdedor, mal que pese, fue Steven Spielberg. Tampoco lo merecía. Daniel Day-Lewis le puso la honra con el premio a mejor actor (con un discurso excelso, por cierto), pero supo a poco ante el despliegue de esperanzas esparcido por encima de la cartelera. Sin embargo, ‘El lado bueno de las cosas’, con un único premio a Jennifer Lawrence como mejor actriz, no aparenta la derrota de ‘Lincoln’; supongo que Lawrence es, en gran medida, el éxito de la cinta de David O. Russell y valedera de todas sus virtudes.

Vale, puede que ‘La noche más oscura‘ se bata el duelo por el título más penoso de la noche…

La sorpresa, para todos, fue ese maravilloso misterio repleto de preguntas que es ‘La vida de Pi‘. Una película que no sería nada sin la novela que la inspira y que abofeteó a todas las casas de apuestas con un concepto que no cabía entre tanto raciocinio y tanta ciencia: la fe.

El recuerdo lo deja el maestro Christoph Waltz, con una preciosa y simple dedicatoria tras ganar el Oscar a mejor actor secundario por ‘Django Desencadenado‘: “Esto es para el Dr. Schultz y, por tanto, para el hombre que lo escribió”. Brillante manera de adular a Tarantino y, sobre todo, a la embriagadora magia del cine, de las historias y de los personajes que alcanzan la mitología; algo mucho más importante que cualquier galardón. Inteligente, este Waltz. La de Tarantino es, sin duda, la otra ganadora de la noche.

¿Querían una película con 11 estatuillas que posibilitara un titular fácil y resultón? Lo siento, Argo Fuck Yourself.

La gala de McFarlane

En lo concerniente al espectáculo, al show, la gala tuvo uno de los mejores primeros quince minutos de su historia. El sarcasmo y la velocidad de Seth McFarlane y el cameo futurístico del Capitán Kirk, transformaron las clásicas reversiones de películas en una original forma de reinterpretar las normas del juego. Divertidísimo. Luego, lástima, los números musicales se hicieron con el escenario, sobrepasando, con mucho, el límite aceptable. ¿A qué vinieron las escenas de Chicago y Dreamgirls? ¿No hubiera tenido más sentido ver una actuación de ‘La vida de Pi’?

En cualquier caso, la gala de los Oscar fue mucho más entretenida gracias a las redes sociales y, qué duda cabe, cada año cobrarán mayor protagonismo. Además, está LA canción: ‘Saw Your Boobs’.

Argo

Cuántas veces nos habrá salvado la imaginación. Alcanzar la página 33 y soñar con un plan inesperado, escuchar las palabras de Han Solo y liderar una ruta de escape, bailar el último disco de Muse y saltar de la silla empujado por una motivación extrasensorial. El poder de la creatividad es la ínsula Barataria que aniquila gigantes y entorpece las hordas de lo imposible. Encontrar el nexo entre dos opuestos, combinarlos en bella alquimia y descubrir la atrevida ensoñación del visionario. Ninguna medicina o tecnología podrán contra la arrasadora virtud del Arte.

‘Argo’ es bella. Incluso cuando es cruel, cruda y ruda, es bella. Todo, desde el monólogo sobre el storyboard de la historia de Persia hasta la maravillosa escena final, consagran sus esfuerzos en una misma línea de diálogo en la que confluyen cientos de pequeños detalles que enriquecen la película. La película. Ben Affleck consiguió que levantara la cabeza y mirara con interés los créditos de su anterior cinta, ‘The Town’, pero esta vez debo profesar mi más sincera admiración por una obra fascinante.

La idea, basada en hechos reales, es de por sí un acierto: Tony Méndez (el propio Affleck) organiza el rodaje de una película, ‘Argo’, en Irán. Una película que nunca llegará a los cines, ya que es una farsa para conseguir infiltrarse en el país y liberar a seis presos políticos.

Les aseguro que ‘Argo’ es una gozada en cualquier aspecto: la especulación internacional, el relato electoral, el palpable sabor del Hollywood de los 70 y, por supuesto, el intenso entretenimiento del mejor thriller cinematográfico: no relajarán sus músculos en dos horas. Affleck demuestra que se pueden vender ideas, estimular la mente, divertir al espectador y apasionar a los cinéfagos.

No se me ocurre una buena razón por la que no deba ver ‘Argo’. Hasta el ‘Affleck actor’ está acertado. Y qué inconmensurable pareja la de Alan Arkin y John Goodman. Bravo.

Esos creativos viernes de cine

Si el tiempo y sus obligaciones se lo permiten, hoy es un excelente día para hacer sesión doble en el cine. Hay dos películas que no llegan por el carril comercial –por la peligrosa vereda del ‘hype’– y que, sin embargo, ardo en deseos de catar: ‘Argo’ y ‘Ruby Sparks’. La primera es el tercer film dirigido por Ben Affleck, que tras ‘The Town’ y ‘Adiós pequeña, adiós’ deja patente que el ser humano es capaz de redimirse, encontrar el perdón y hacer aquello que debías hacer, por mucho que creas que tienes una cara bonita y que debías ser actor. Affleck estrena la película con el mejor de los preámbulos: ovaciones de público y crítica, firme candidata a los Oscar y extensos artículos analizando «una de las grandes obras del año».

Frente al thriller, la emoción indie de ‘Ruby Sparks’, el esperado siguiente trabajo de Jonathan Dayton y Valerie Faris, responsables de ‘Pequeña Miss Sunshine’, una de mis películas favoritas de la última década (nota mental: ‘Pequeña Miss Sunshine’ merece una columna ya).

Lo curioso es que a ambas películas les une un elemento narrativo fascinante: la creación. Por un lado, el equipo de Affleck cuenta cómo un equipo de cineastas viaja a Teherán para simular el rodaje de una película y, de paso, rescatar a seis diplomáticos americanos. Al otro, Paul Dano (‘Looper’) escribe la ficticia vida de Ruby Sparks, una chica adorable que, por arte de magia, aparece en el salón de su casa.

En un momento en el que esa chispa creativa está bajo mínimos, gusta ver historias que claman al cielo y reclaman el poder de la imaginación. El poder de la creación máxima, la creencia absoluta en que las mentiras más auténticas compartan ciertas verdades indiscutibles. Y qué placer, el nuestro, el de los espectadores, de poder ir a la sala y debatir con la pareja qué película caerá primero.

The Company Men (y II)

“Mi vida se ha terminado y, ¿sabes lo peor? El mundo sigue funcionando. No le importo una mierda”. La frase es de uno de los miles de despedidos en GTX, una inmensa multinacional que durante años ha procurado grandes riquezas a sus hombres y que ahora, consecuencia -también causa- directa de la crisis, les echa a la calle. ‘The Company Men’ es la continuación ficticia del documental ‘Inside Job’ desde una óptica muy interesante. De hecho, me fascinó el arranque de la cinta: imágenes estáticas de los pequeños y grandes detalles que decoran la clásica vivienda estadounidense que estamos hartos de ver en el cine (dos plantas, patio para barbacoas, canasta de baloncesto sobre el garaje… ya saben). Y, desde el principio, la sensación es la misma: “Estamos rodeados de opulencia”.

El presidente de GTX aprovecha la ausencia de su segundo al mando, Gene McClary (Tommy Lee Jones), para iniciar una tanda de despedidos masivos en su empresa. Bobby Walker (Ben Affleck) es uno de ellos. Acostumbrado a jugar al golf por la mañana, a comidas copiosas en restaurantes de lujo y a pasear con su Porsche, Bobby sufrirá el peso de un currículum altamente cualificado en un mundo que no puede mantener su nivel de vida.

John Wells cambia la televisión (Urgencias, El Ala Oeste de la Casablanca) para estrenarse como director con una película que nos regala una reflexión tan espeluznante como necesaria. Además, reúne a un reparto muy acertado liderados por la experiencia de Tommy Lee Jones Jones, Chris Cooper -siempre excelente- y Kevin Costner. Este último con un papel comedido, pero muy bien llevado. Y, con respecto a Affleck, se vuelve a demostrar la teoría: no es un gran actor, pero sabe involucrarse en proyectos de alto nivel. Sus dos últimas películas, ‘The Town’ (como actor y director) y ésta, son grandes trabajos.

‘The Company Men’ es un puñetazo en la mesa del director de su empresa. Un mensaje a todos los tiburones que eliminaron un recurso humano para incorporar una nueva sala de reuniones, un plasma en la sala de juntas o un coche para la empresa. Es, en definitiva, el ajuste de cuentas que no sucederá jamás.

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