12 años de esclavitud (y II), cine mayúsculo

“Atentos negros”, pronuncia una voz blanca. Han pasado diez segundos de película y ‘12 años de esclavitud‘ ya ha escrito su mensaje con claridad. Steve McQueen (‘Shame’), su director, nos trasviste en la piel de su protagonista, Solomon Northup (Chiwetel Ejiofor), un negro libre que es secuestrado y forzado a vivir bajo el yugo del desprecio, lejos de su mujer e hijos, ajenos por completo a la desoladora vejación que asola el sur de Norteamérica.

’12 años de esclavitud’ es una maravilla cinematográfica que maneja y se recrea en los hilos de la narración audiovisual como el mejor de los bardos. La complejidad y profundidad de su guión, tan esperanzador como amargo, hace justicia al talentoso uso de la cámara: fotografías latentes de un discurso humano embriagador, coloristas e íntimas, capaces de dibujar el espíritu de cada uno de los personajes al ritmo de silencios, músicas y voces -sobre todo voces- que dotan a la película de una riquísima variedad de lecturas. Quiero decir, perdonen los retruécanos, que es bella. Jodidamente bella.

Y lo es, también, por el compromiso más que evidente de los actores y actrices que glorifican el término interpretación. Encarnaciones en pantalla de pecados y virtudes, de complejas contradicciones dolorosamente reconocibles en uno mismo: indiferencia, engreimiento, egoísmo, riqueza, pobreza, odio, ignorancia, perdón, cambio, venganza… El sublime trabajo interpretativo es de ovación; cada uno de los personajes, de los actores, merece un desglose pormenorizado, una lectura sosegada y fantástica (tal vez lo haga).

Pero queda, sin duda, una mención especial para Ejiofor, espléndido, y para Michael Fassbender, tirano que tardarán días en borrar de su memoria. Y, personalmente, considero que Paul Dano borda a esa especie de prólogo del dictador que está por venir (su escena cantando es brutal). Al igual que Sarah Paulson, Benedict Cumberbatch, Lupita Nyong’o y Brad Pitt.

’12 años de esclavitud’ es una de esas películas que asustan a algunos espectadores por parecer demasiado profundas y poéticas. Intensas para una tarde del fin de semana. Sí, lo es. Es profunda, poética e intensa. Pero, les advierto, que también es muy entretenida. Un drama épico del que presumirán al salir de la sala. Es una gozada cinematográfica. Todo un cambio de piel.

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Fassbender, Cumberbatch y Ejiofor

La relación entre ‘consolidado gran actor’ y ‘actor de masas’ ha sido siempre muy tortuosa. El que conseguía, por ejemplo, enamorar a millones de fanáticos de todo el mundo poniéndose una máscara o alzando una espada o, simplemente, jugando a los héroes, no era bien visto por la crítica más sesuda y científica (¿tiene sentido? ¿se puede ser científico con el arte?). Y, al otro lado, el que era proclamado mayor intérprete de su tiempo por papeles emocionales y filosóficos de amplio arraigo cultural y social, pasaba desapercibido al gran público. Hay dos nombres que ejemplifican el cambio: Michael Fassbener y Benedict Cumberbatch.

Ambos gozan de alta estima en los ambientes ‘geek’. Se les quiere por sus Magnetos, Davids, Khans, Sherlocks e incluso Smaugs. Pero, al mismo tiempo, cosechan una íntima relación con la cinematografía más pura. Esta semana los dos comparten estreno, una de las películas favoritas en casi todas las categorías para los Oscar de este año: ‘12 años de esclavitud’. La cinta llega acompañada de un enorme catálogo de críticas admirables. Sí, es otra película sobre racismo y esclavitud (llevamos unas cuantas en poco más de un año: ‘Criadas y Señoras’, ‘Lincoln’, ‘Django’, ‘El Mayordomo’…), pero esta vez con la voz de uno de los directores más prometedores de Hollywood: Steve McQueen (‘Shame’).

Fassbender y Cumberbatch son dos pivotes de la trama de ‘12 años de esclavitud’ y ambas interpretaciones gozan de elogios colosales. El film, por cierto, ya lleva numerosos premios de la crítica en Estados Unidos.

Lo curioso del asunto es, quizás, el tercer nombre en discordia: Chiwetel Ejiofor. Un –casi– completo desconocido que protagoniza la película y, dicen, deslumbra. El actor ha entrado de golpe en listas y consideraciones propias de esos actores de método que tanto gustan a los estudiosos del cine. La cara de Ejiofor solo les resultará familiar a los del otro bando, precisamente; a los que disfrutaron de la pequeña resurrección de la nave ‘Firefly’ en la película ‘Serenity’ de Joss Wheedon. Bueno, también era el novio de Keira Knightley en ‘Love Actually’, pero ya saben lo que quiero decir: los frikis dominarán la tierra. Más o menos.

Star Trek: En la Oscuridad

Cuándo volveremos a jugar al espacio. Cuándo. Cuándo volveremos a pilotar la Enterprise, a recorrer planetas imposibles, a llegar con audacia donde ningún otro hombre ha llegado jamás. La pantalla en blanco y yo aún anclado a la butaca, tarareando la maravillosa melodía de Giacchino, saboreando la aventura. Es bien entrada la madrugada y tengo cuerpo de sábado por la mañana haciendo ventosa en los dibujos animados. Como Spock, intento buscar un idea lógica para justificar las sensaciones. No puedo. No es lógica, no es ciencia, no es algo objetivo. Y me sorprendo repitiendo la misma pregunta: ¿cuándo? Abandono la nave, la sala, y sonrío: “pero qué bien me lo he pasado, cojones”.

‘Star Trek: En la Oscuridad’ lo pone fácil. No espero nada mejor en lo que queda de 2013. Si existe una fórmula matemática para hacer del entretenimiento un arte, J. J. Abrams y los amigos de Bad Robot la han encontrado. La odisea espacial de Kirk (Chris Pine) y Spock (Zachary Quinto) es un honesto esfuerzo por mantener al espectador dos horas imbuido por la magia y el espectáculo. Desde su fantástico prólogo hasta el épico desenlace, la algarabía del Enterprise inunda el celuloide con humor, acción e intriga. Sin descanso.

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El corazón de la película es el villano, John Harrison (Benedict Cumberbatch), que reclama con todo derecho el título de la cinta (‘En la Oscuridad’). Él es quien pondrá a la flota estelar contra la pared y marcará los tiempos de la tripulación en busca de una verdad inesperada. Difícil no enamorarse de un personaje tan cruel. Tan auténtico. Tan noble con el trekkie. Y, pese a las reverencias de Abrams a los fans de la saga -con guiños emocionantes-, ‘Star Trek: En la Oscuridad’ es una diversión sin prejuicios ni cortapisas, abierta a todos.

Es innegable que existe química entre los secundarios, perfectamente hilvanados unos con otros para que no nos olvidemos de nadie: Uhura (Zoe Saldana), Bones (Karl Urban), Scotty (Simon Pegg), Sulu (John Cho) y Chekov (Anton Yelchin). A todos los echará de menos cuando la fanfarria de Giacchino repique en su cabeza, tras los títulos de crédito. Entonces, créame, llegará la pregunta: Cuándo volveremos…

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Para llegar con audacia (04|07|13). El espacio permanece inmóvil en la refriega, como el testigo del crimen que se esconde en la multitud, arropado por un lienzo de oscuridad e incontables destellos que dispersan la atención. Dentro de la nave, otro universo de luces compone su propia estampa: las alertas en la pantalla, el estado de los escudos, la potencia del armamento. El piloto tuerce el timón y la gravedad ejerce su magia, mientras un alboroto de órdenes, pitidos y chasquidos reverberan en la cabina. En el sillón de mando, pulido como una escultura de Rodin, el capitán observa impertérrito el escenario: el espacio, una enorme pantalla de cine plegada en el casco de la nave… (Sigue leyendo)

El regalo de J.J. Abrams (04|01|13). Permitan que comparta con ustedes uno de esos guiños que atrapan poderosamente mi atención. Un guiño real, vibrante y fanático, que publica la revista digital Coming Soon: Hace una semana, un bloguero estadounidense reveló la historia de su mejor amigo, un trekkie de toda la vida llamado Dan al que han diagnosticado dos tipos de cáncer. Dan y su mujer fueron a ver ‘El Hobbit: un viaje inesperado’ con la esperanza de disfrutar del prólogo de ‘Star Trek: En la oscuridad’, pero, lamentablemente, no se emitió en su sesión. Unos días más tarde, el doctor le dio la fatídica noticia: «te quedan pocas semanas de vida»… (Sigue leyendo)

Star Trek 2009 (20|05|09). Al terminar la fanfarría de los títulos de crédito estaba plenamente convencido de que acababa de ver la mejor precuela de una saga emblemática hasta la fecha. Incluída Star Wars. Y este comentario no es moco de pavo: Yo soy muy fan de Star Wars. Es más que probable que si usted no ha visto ninguna película o serie de Star Trek se plantee la posibilidad de pagar por ver esta película por aquello de “vayamos a que no me entere de nada”. Incorrecto. Abrams dirige una historia en la que los personajes empiezan de cero. Personajes tratados con decencia; ninguno cae en el olvido ni en la vagueza de “sólo estar”. Todos protagonizan su pequeña parte de la aventura, convirtiendo al primer viaje del Enterprise en una travesía coral… (Sigue leyendo)

Sherlock

Casi al mismo tiempo que Guy Ritchie estrenaba su renovada visión del mito de Sherlock Holmes -más visceral, más excéntrico, más violento-, la BBC apostaba por una actualización del personaje en el Londres actual con una serie de tres capítulos que, con todos los respetos, se meaba en Hollywood, en las estrellas del celuloide y en los guiones conservadores de intrigas prefabricadas. Desconozco si la televisión patria ha emitido la primera temporada de ‘Sherlock’, pero, sea como sea, sepan que es una gozada.

Benedict Cumberbatch y Martin Freeman son el detective asociado Sherlock Holmes y su inestimable colega, el doctor Watson. Al primero le tenemos ahora mismo en cartelera con la sensacional ‘El topo’ y le veremos en ‘War Horse’; al segundo le hemos visto en ‘Guía del Autoestopista Galáctico’ o ‘Love Actually’. Y ambos son, hoy por hoy, dos de los actores ingleses más prometedores del momento. ¿Por qué? Dos palabras: ‘El Hobbit’.

Efectivamente, Freeman es Bilbo Bolsón, protagonista de la precuela de ‘El Señor de los Anillos’. Eso es algo que más o menos se sabe. Lo que es menos conocido, quizás porque no da la cara, es que Cumberbatch interpretará al gran enemigo del libro de Tolkien: el dragón Smaug.

La semana pasada se estrenó en Reino Unido la segunda temporada de ‘Sherlock’ y, me comentan, arranca de manera espectacular. Como les digo, una posible razón para disfrutar de la serie es ver a los dos fenómenos protagonistas que, por sí solos, hacen brillar al producto. Pero, sobre todo, porque cada capítulo -de una hora- es una pequeña película tan divertida como talentosa. Si tuviera que elegir entre la segunda parte de la película de Ritchie y la serie de la BBC, no tendría duda.

El topo

Cientos de ojos mezclados en distintos momentos, en distintos lugares, en distintas perspectivas. Emociones confundidas en miradas sagaces que rezuman inteligencia. Un puzzle que se construye con paciencia y determinación, mostrando, pieza a pieza, el rostro del Judas que vende, con sonrisa ladina, la información que protege a un país entero; un país que aún sufre los fríos achaques de una guerra mundial extinta. ‘El topo’ es como una foto en blanco y negro: capta la atención, exige paciencia y a un observador capaz de hilar más allá de la propia imagen. Porque cada imagen es, en sí misma, una enorme historia.

A priori, dos nombres: el sueco Tomas Alfredson y el londinense Gary Oldman. El primero dirige, con un talento innato, un relato de suspense que nos otorga, desde el primer minuto, la sensación de que somos un espía más enrocado entre las mesas del Servicio de Inteligencia Británico, gracias a un espectacular juego de cámaras, luces y sombras. ‘El topo’ es su segunda gran película después de ‘Déjame entrar’, su fantástica presentación en Hollywood que ya fue adaptada, consagrándose como uno de los grandes artistas del panorama cinematográfico actual con un porvenir muy prometedor. El segundo, Oldman (‘El caballero oscuro’, ‘Harry Potter’), realiza un trabajo brillante como el ex agente George Smiley, regalándonos imágenes, discursos y expresiones que serán difíciles de olvidar. Inmenso.

Sin embargo, sería injusto desmerecer al resto de actores de este thriller coral que enriquecen con su sola presencia cada una de esas imágenes repletas de matices: John Hurt, Colin Firth, Mark Strong, Benedict Cumberbatch, Toby Jones y Tom Hardy. Probablemente, uno de los mejores repartos del año. Ellos, aderezados con el preciosista trabajo de arte recreando un ambiente en el que casi se puede oler el humo del tabaco, casi sentir el miedo constante a un ente fantasmal y amenazante, la guerra fría.

‘El topo’ de Alfredson es una magnífica versión del mundo que John le Carré describió en sus novelas. Pero no es una película fácil, típica. Es exigente, nada escandalosa y huye de las construcciones prefabricadas a las que nos tiene acostumbrado el género más comercial. Su espíritu queda perfectamente recogido en los primeros y últimos cinco minutos del film y en la muestra de que, a veces, el secreto de narrar es no decir nada.

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