El Hombre Lobo

El Hombre Lobo gana enteros cuando sale la luna llena, pero, con ella o sin ella, la película es una enorme decepción. Y lo es porque su director, Joe Johnston (‘Hidalgo’, ‘Cariño he encogido a los niños’, ‘Parque Jurásico III’), se conforma con contar una historia absolutamente predecible e innecesaria de principio a fin. ¿Quién no conoce al Hombre Lobo? Arriesgarse a hacer un remake de un personaje tan, tan, tan estudiado y versionado supone escribir un guión con mucha más profundidad. Lo de la maldición, la bestia que se enamora, y el secreto para devolverlo todo a la normalidad está muy visto.

La película nos entró por  los ojos gracias a un trailer con imágenes poderosas, estudiadas e inspiradoras: la sombra de una bestia en un horizonte a pleno contraluz, la garra del lobo acechando a la joven presa del pánico y un aullido sobre una gárgola londinense. La inmensa mayoría nos lanzamos a valorar el trailer como si fuera la película completa y, encima, la calificamos de la vuelta del mito en su más puro espíritu de terror. Nada de eso.

Aceptaré que pueda entretener, pero he de confesar que a mí, que la casquería y los monstruos me divierten como Pocoyó a un recién nacido, llegó a aburrirme. Benicio del Toro hace un papel ridículo, con una cara como la del que nunca se curó bien el constipado. Es lento y forzado. Pero va a juego con Anthony Hopkins en su vena más ‘Misión Imposible 2’ –no, no es un piropo-, interpretando al patriarca de la familia loba, y con Emily Blunt (‘La joven Victoria’), el motivo amoroso y calzado con alfileres de la película. Quizás –y sólo quizás- se libre Hugo Weaving, el inspector encargado de perseguir a la bestia, un papel que, de haberse desarrollado más allá de un simple secundario, podría haber sido el auténtico protagonista.

Lo peor fue que, después de media hora, cuando por fin se transforma en Hombre Lobo, piensas: “Vale, a partir de ahora se olvidará de la estúpida historia y, por lo menos, nos entretendrá con efectos especiales y tripas al tuntún”. Una vez más: pamplinas. Los efectos especiales no son gran cosa. La huella del ordenador es excesiva y, cuando ponen a un tipo disfrazado, parece el Coyote andando de puntillas para sorprender por la espalda al Correcaminos. Y, como era de esperar, no sorprende a nadie.