Los efectos especiales están destruyendo la infancia de millones de niños a lo largo y ancho del planeta. En serio. Ahora, las historias de aventuras requieren, por marketing, un enorme bicharraco hecho por ordenador, una varita mágica que escupa fuego o unas habas espaciales que conviertan a sus protagonistas en seres indestructibles. Hubo un tiempo en el que las películas, capadas por una técnica inexistente, utilizaban la imaginación para engañarnos. Para hacernos creer con devoción que la aventura podía estar a la vuelta de la esquina. Aspirar a convertirse en un Harry Potter o en un Percy Jackson de la vida es tremendamente frustrante. Ninguna estación de metro se va a traslucir para nosotros ni nuestra profesora se va a convertir en un ogro medieval –aunque se de cierto aire-.
‘Los Goonies’ cumplen 25 años desde su estreno. Quizás unas de las películas más significativas de su época y que, sin embargo, sigue siendo tremendamente actual. Un grupo de amigos sufre al ver cómo sus familias se van al carajo por culpa de una crisis económica que les dejará a todos en cueros. Algo que no evitará que cojan sus bicicletas, se metan en una cueva y encuentren un tesoro pirata protegido por Billy el Tuerto.
Vale. No es que eso sí pueda pasar. Creo. Pero les aseguro que aún hoy sigue siendo un placer ver una película de aventuras que no necesita una pantalla verde detrás de sus héroes. Ni gafas 3D. Sólo el compromiso de ser fieles al único elemento narrativo que no debe darlo todo ‘programado’: la imaginación. ¿Se acuerdan cuando firmamos el contrato de Chester Copperpot? Decía así…
“Chester Copperpot lo dejó a medias. Se vio obligado porque le cayó una piedra en la cabeza. No supo ver la “tgrampa” venir. Yo no quiero ser uno de esos que dicen estar dispuestos a todo para conseguir encontrar su tesoro y luego, sin saber cómo ni por qué, se ven obligados a abandonar. Quiero plantarme enfrente de Billy el tuerto y mirarle directamente al ojo, inhalar aire y, con respeto, susurrarle a su huesudo oído: “Tú fuiste el primero”. Alrededor de Billy todo es oro, pero encontrarle es el verdadero triunfo. No quiero billetes falsos ni pozos llenos con el esfuerzo de otros. Quiero vivir mi propia aventura, arriesgarme. Aunque eso suponga seguir el camino de Chester Copperpot. Yo soy un Goonie. Y los Goonies nunca decimos ‘muerto’».