El maldito Ricardo Darín

Creo que el mundo está necesitado de historias que den sentido a la vida, porque hay días que la vida no tiene sentido. Ninguno. Incluso llega a ser repugnante. Se puede entender que uno nace, crece y muere. Pero cuesta aceptar cuando un ‘algo’ fortuito, detestable e injusto, se cruza con el guión establecido.

Hace poco un amigo perdió a un ser querido y, por más vueltas que le doy, no le encuentro explicación. Cuando me enteré de la noticia no podía quitarme de la cabeza a Ricardo Darín en ‘Carancho’ y su metáfora de la vida. De lo que es en realidad la vida: una casualidad. Su visión de que somos esclavos de la maceta que pudo caer del balcón o del coche que pudo saltarse el semáforo me pareció tremendista. Pesimista. Y ahora me cuesta llevarle la contraria.

Igual, hace unos meses lloramos la muerte de una chica, granadina, que cayó por un barranco en Perú, mientras pasaba sus vacaciones como cooperante. Por solidaridad. También me he acordado de ella y de su espíritu a lo Julia Roberts en ‘Come, reza, ama’. Del deseo de encontrarse a sí misma en el otro, de mirar el mundo con otros ojos, de comprender nuestra existencia… De hallar respuestas.

Lo único que sé es que tengo muchas preguntas. Cada días más. Y que si la vida tiene que estar amarrada a la casualidad, al pesimismo, al maldito Ricardo Darín, quiero que me pille con el trabajo hecho. Con la tranquilidad de que viví por mí y por los que no pudieron. Se lo debemos.

Carancho

Carancho: “Arg., Bol., Perú y Ur. Ave del orden de las Falconiformes, de medio metro de longitud y color general pardusco con capucho más oscuro. Se alimenta de animales muertos, insectos, reptiles, etc. Vive desde el sur de los Estados Unidos de América hasta Tierra de Fuego”.

Hay un diálogo que quizás pasa desapercibido entre tanta imagen sugerente, pero que resumen el espíritu de la última película de Pablo Trapero (‘El Bonaerense’): una mujer llora desconsolada por la muerte de su marido en un accidente de tráfico. Ha sido atropellado. Ella habla, con una voz entrecortada, con un especialista en seguros. Y dice: “Qué haré ahora sin él, era mi vida. Maldita suerte, maldito accidente”. El otro frena el llanto y sentencia: “No, señora. Si no podemos evitarlo es un accidente. Si podemos es -subraya- un incidente”.

‘Carancho’ (candidata argentina a los Oscars) nos cuenta la historia de un estafador (Ricardo Darín), especialista en sacar dinero a las aseguradoras en accidentes de tráfico, y una médica (Martina Gusmán) con la que cruzará su destino. Más allá de la trama casi policial, la película ahonda sobre la volatilidad del destino y la certeza de que no hay nada que sepamos con seguridad. Una vuelta a los caprichos del destino conjugados por un un personaje que es la representación de esa ironía (un agente de seguros) y una doctora que se afana en sanar las vidas de otros mientras que la suya cae en una vorágine de destrucción.

El hecho de que la acción la centren los accidentes de tráfico no es casual ya que representan a la perfección el concepto de ‘destino caprichoso’; injusto. Así, toda la cinta está rodada con un desencuadre constante, como si estuviéramos viendo la acción desde un retrovisor en el que el vehículo del otro, el que provocará el cambio, nunca está centrado.

‘Carancho’ es una película de corte pesimista y un ritmo lento que puede adormecer al espectador. Con un mensaje poderoso pero que pierde fuerza en sus minutos finales, en los que la insistencia del director por aclarar que no somos dueños de nuestro futuro terminan convirtiendo las últimas escenas en una versión sui géneris del arranque de ‘Agárralo como puedas’.

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