Pacific Rim

Qué se siente a los mandos de un robot: Pacific Rim. El titánico esfuerzo de Guillermo del Toro (‘Hellboy’, ‘El laberinto del fauno’) por conseguir que los monstruos gigantes –los kaijus– vuelvan a la palestra ha dado sus frutos. El colosal espectáculo técnico y visual que derrocha su película solo es comparable al inevitable retorno del espectador a la alfombra de su dormitorio, cuando sostenía entre sus manos dos trozos de plástico con forma de Godzilla o Mazinger.

Todo en ‘Pacific Rim’ está dispuesto para el espectáculo. El preciosismo y la cuidada experiencia, tan cercana al ánime y a los clásicos japoneses, me supo igual que una velada con ‘El Circo del Sol’. Esa sensación del “más difícil todavía”, de los golpes de efecto, de la asombrosa destreza del funambulista, de la habilidad para malear la física hasta convertirla en sueño. Al salir de la carpa nadie recuerda si había o no una historia detrás de las volteretas. La huella se forja en la forma, no en el fondo. Y ése es, también, el éxito y el pecado de Guillermo del Toro: el guión.

La invasión de los kaijus obliga a los humanos a construir jaegers, poderosos robots con los que evitar la destrucción de la especie. La idea recuerda mucho a ‘Evangelion’, pero donde el ánime sentaba las bases en unos personajes carismáticos y un relato que iba más allá de lo evidente –más allá de la forma–, ‘Pacific Rim’ se conforma con un protagonista soso, unos robots ajenos a la aventura y unos monstruos que caen como los masiyas hechizados de los Power Rangers. Del Toro nos encandila con un diseño brutal pero no consigue que nos importen sus héroes. Charlie Hunnam (‘Hijos de la Anarquía’) no es el piloto que necesitaba ‘Gipsy Danger’ –el robot protagonista–, carente de todo misterio, de toda empatía. Sí lo son Rinko Kikuchi (‘Babel’) e Idris Elba (‘Prometheus’), desaprovechados por completo.

Duele ver una película que no aporta más guión que el visto en su trailer. Falta metraje, falta drama y falta conexión entre película y espectador. La misma conexión que exigen los jaegers para ser pilotados. No obstante, el placer estético de ‘Pacific Rim’ mantiene la cinta arriba, alucinando a todos los que ejercieron la imaginación. Entretiene, sin duda. Y sienta las bases para una segunda parte que forje una justa leyenda entre forma y fondo. Lo que Guillermo del Toro ha empezado sólo puede crecer. Y así lo espero.

No sé qué dirá la forma, pero Guillermo, en el fondo, estoy contigo.

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