Me gustan los premios inesperados porque son como saltos de eje, incorrecciones por las que nadie apostaba, que nadie pretendía, pero que revuelven el ambiente con un tono insuperable de rareza. Han sido unos Oscar repartidos, café para todos, que podríamos englobar bajo un único título: ‘Argo Fuck Yourself‘ (con la pobre traducción española de Argoderse). ¿Por qué? Porque las encuestas fallaron, las intelectualidades sobraron y el espectáculo, como siempre, hubo de continuar. Así que, a todos los que esperaban el triunfo de una película por encima de las demás porque era, a su juicio -y en muchos casos era un juicio tiránico-, insuperable, unten la sentencia: “Argo Fuck Yourself”, “a fastidiarse”.
El gran triunfador de la noche fue Ben Affleck. Su película, Argo, reivindicó su nominación fantasma, que tantos otros se preocuparon en subrayar, y le consagró ante un público que miraba la pantalla como el padre que descubre que su hijo se ha hecho un hombre y ya no lo puede negar más: “¿Ese es Daredevil?”, preguntaban algunos.
El gran perdedor, mal que pese, fue Steven Spielberg. Tampoco lo merecía. Daniel Day-Lewis le puso la honra con el premio a mejor actor (con un discurso excelso, por cierto), pero supo a poco ante el despliegue de esperanzas esparcido por encima de la cartelera. Sin embargo, ‘El lado bueno de las cosas’, con un único premio a Jennifer Lawrence como mejor actriz, no aparenta la derrota de ‘Lincoln’; supongo que Lawrence es, en gran medida, el éxito de la cinta de David O. Russell y valedera de todas sus virtudes.
Vale, puede que ‘La noche más oscura‘ se bata el duelo por el título más penoso de la noche…
La sorpresa, para todos, fue ese maravilloso misterio repleto de preguntas que es ‘La vida de Pi‘. Una película que no sería nada sin la novela que la inspira y que abofeteó a todas las casas de apuestas con un concepto que no cabía entre tanto raciocinio y tanta ciencia: la fe.
El recuerdo lo deja el maestro Christoph Waltz, con una preciosa y simple dedicatoria tras ganar el Oscar a mejor actor secundario por ‘Django Desencadenado‘: “Esto es para el Dr. Schultz y, por tanto, para el hombre que lo escribió”. Brillante manera de adular a Tarantino y, sobre todo, a la embriagadora magia del cine, de las historias y de los personajes que alcanzan la mitología; algo mucho más importante que cualquier galardón. Inteligente, este Waltz. La de Tarantino es, sin duda, la otra ganadora de la noche.
¿Querían una película con 11 estatuillas que posibilitara un titular fácil y resultón? Lo siento, Argo Fuck Yourself.
La gala de McFarlane
En lo concerniente al espectáculo, al show, la gala tuvo uno de los mejores primeros quince minutos de su historia. El sarcasmo y la velocidad de Seth McFarlane y el cameo futurístico del Capitán Kirk, transformaron las clásicas reversiones de películas en una original forma de reinterpretar las normas del juego. Divertidísimo. Luego, lástima, los números musicales se hicieron con el escenario, sobrepasando, con mucho, el límite aceptable. ¿A qué vinieron las escenas de Chicago y Dreamgirls? ¿No hubiera tenido más sentido ver una actuación de ‘La vida de Pi’?
En cualquier caso, la gala de los Oscar fue mucho más entretenida gracias a las redes sociales y, qué duda cabe, cada año cobrarán mayor protagonismo. Además, está LA canción: ‘Saw Your Boobs’.