Project X

‘Project X’ es una oda al botellón. O, quizás, una crítica ácida e incisiva contra los modelos de la juventud del primer mundo. En cualquier caso, no es una buena película. Y pudo haberlo sido, ojo, de haber estrujado el salvajismo realista que la inspira en vez de apostar por una serie de convencionalismos adolescentes que dejan ese maldito regusto a «esto ya lo he visto».
Tres jóvenes con un tremendo parecido a la versión quinceañera de los protagonistas de ‘Resacón en las Vegas’ (su director Todd Philipps es el productor de ‘Project X’) organizan la fiesta de cumpleaños de Thomas, un pringado del instituto que no goza de ninguna popularidad. Como pueden suponer, la celebración se desmadra con más invitados de la cuenta, más alcohol de la cuenta y más drogas de la cuenta. Es, como les decía, lo que no vemos en ‘Resacón’ pero con zagales.

La gran baza de la película es su formato, que sigue la estela de la reciente ‘Chronicle’. El montaje simula que toda la película es un falso directo montado con las grabaciones de los propios adolescentes (cámaras de fotos, de vídeo, móviles). Sin duda, el gran interés de la cinta y lo único que no la convierte en una más del montón.

Con un humor basado en el exceso y el ‘pelotazo’, la hora y veinte escasa de proyección puede resultar hasta entretenida. Eso, siempre y cuando no se la tomen muy en serio, especialmente los últimos veinte minutos, que caen en un agujero oscuro e incomprensible que sobrepasa los límites razonables de la historia.

Si las aspiraciones de estos jóvenes tienen algo que ver con la realidad, tenemos un problema.

Chronicle

Josh Trank solía hablar con sus amigos de lo que implicaría tener superpoderes. ¿Te imaginas poder volar, mover cosas con la mente, ser una especie de Jedi con herencia mutante? Aficionado a los cómics, a la lectura y al cine, unió todas sus pasiones para propulsar una película -su primera película- que, a priori, no tenía cabida fuera del círculo de las grandes productoras: exigía una gran inversión en efectos especiales, en elementos de rodaje y en actores jóvenes y famosos que llamaran la atención del público. Trank no tenía nada de eso. Pero sí gozaba de un talento que podría arrasar con cualquier barrera establecida: imaginación.

Así nació ‘Chronicle’. La historia de Andrew, Matt y Steve, tres amigos de un instituto americano que tras una noche de fiesta encuentran una sustancia que les otorga habilidades sobrehumanas. Y, si la primera mitad de la película responde a la pregunta “¿cómo sería tener superpoderes?”, la segunda plantea una nueva: ¿Cuál sería tu bando, héroe o villano?

Como les decía, el éxito de la película está en la derroche imaginativo de Trank detrás de la cámara, convirtiendo la cinta en una especie de ‘Monstruoso’ o ‘Proyecto de la Bruja de Blair’ pero de héroes de cómic. Andrew, el protagonista, lleva siempre una cámara doméstica con la que graba todo lo que sucede a su alrededor. Excusa perfecta para filmar con menos presupuesto escenas imposibles.

El problema de ‘Chronicle’ es, quizás, su final, atropellado y brusco, que deja al espectador un tanto aturdido después de una divertida hora descubriendo el lado más humano de ser un Skywalker terrenal. En cualquier caso, funciona como una magnífica carta de presentación de Trank que se ha granjeado un contrato con la todopoderosa Marvel para futuros proyectos (probablemente, ‘Los cuatro fantásticos’).

Si le van los cómics, los héroes y alguna vez imaginó su vida con superpoderes, no se la pierda.