«No puedes parar la señal». Aquella frase se convirtió, allá por 2003, en el impulso de una revolución audiovisual que confundió los cimientos de la televisión americana. De repente, una serie que durante su emisión había contado con una audiencia paupérrima, se había convertido en un fenómeno cultural. Un fenómeno incomprensible para los que estaban acostumbrados a valorar el éxito en función de los números. Un fenómeno que aún hoy me fascina: ‘Firefly’.
La serie murió antes de tiempo. No la renovaron. Nunca tuvo una segunda temporada. Pero la presión de los fans, la pasión de los que repetían una y otra vez aquello de «no puedes parar la señal», consiguió que se rodara una película que continuara la leyenda: ‘Serenity’. Es curioso, porque el director y creador de ese maravilloso universo ignorado fue Joss Whedon, director de ‘Los Vengadores’, al que hoy le abren las puertas mucho antes de construir el edificio.
Y precisamente por eso les cuento todo esto. Por las puertas. Por las series que mueren antes de tiempo. Por la manifiesta facilidad que tenemos de cagarla como espectadores. Y por ‘El Ministerio del Tiempo’. Seré franco: no quiero que se acabe. Quiero una segunda temporada. Quiero todas las temporadas que sean necesarias para que la historia se cuente bien. Quiero seguir aplaudiendo a la ficción española. Y no quiero llorar un final prematuro porque la mayoría prefiera ver realities absurdos.
La HBO, por ejemplo, nunca publica sus audiencias hasta pasado un tiempo prudencial (una semana o diez días). ¿Por qué? Porque hay que sumar a los que vieron el episodio en directo y a los que decidieron hacerlo horas o días más tarde, gracias a la televisión a la carta. Renovar ‘El Ministerio del tiempo’ debería ser una obligación. Productores, piénsenlo: ¿hace cuánto tiempo no veían una serie española que pudiera terminar generando tantísimo merchandising?
«Qué le hacemos si la gente prefiere ver realities», dirán. Pues qué vamos a hacer, lo de siempre. Lanzar la señal: #TVErenuevaMDT (pase lo que pase, qué orgullo decir que tuvimos nuestra propia ‘Firefly’).