Los Quince Imposibles

Las pérdidas millonarias en el cine español, la caída ininterrumpida de espectadores, la subida del precio de las entradas tras el incremento del IVA, la poca autoestima de los autores patrios y la arrolladora promoción estadounidense, harían pensar que la siguiente lista es imposible. Pero, amigos, hablamos de quince imposibles que retan al prejuicio:

Uno. ‘Lo imposible’ se estrena a lo grande, en una decena de salas de una misma ciudad, con horarios ininterrumpidos a intervalos de media hora. Hay largas filas en las taquillas, expectación de público y corrillos que comentan la película al terminar. Bravo.

Dos. Todas las salas están llenas. A reventar.

Tres. La película ha tocado el timbre de las principales distribuidoras internacionales. Romperá con todo tipo de fronteras.

Cuatro. Más allá de la valoración personal, es un cine comercial competente y competitivo. No tiene nada que envidiar a la mayor producción hollywoodiense.

Cinco. La promoción de una película española ensombrece al resto.

Seis. Sí, es una película española.

Siete. ‘Lo imposible’ es la primera película que recauda tres millones de euros en su primer día. 9,8 en todo el fin de semana. Se calcula que la cinta ocupa la séptima posición en la taquilla mundial, habiéndose estrenada solo en España.

Ocho. Además de la de Bayona, hay tres títulos interesantes y españoles en la cartelera: ‘Blancanieves’, ‘El Artista y la Modelo’ y ‘Las aventuras de Tadeo Jones’.

Nueve. Vi la película en versión original.

Diez. ¿Y si aprendemos a vender el cine español en España, descubriríamos que tenemos unos cineastas talentosos, prolíficos y envidiables?

Once. Tom Holland, el pequeño Lucas, merece un Oscar. O, al menos, una nominación.

Doce. La banda sonora de Fernando Velázquez es preciosa. El sonido de la película merece un Oscar. Y no una nominación.

Trece. El guion de Sergio G. Sánchez tiene momentos brillantes. Uno de ellos, la escena de los desaparecidos en el hospital, le hubiera gustado filmarla a Spielberg.

Catorce. No hay límites ni fronteras. Al final, el cine es cuestión de un texto, una cámara y un buen equipo. Tenemos de todo.

Quince. Creo en Juan Antonio Bayona.

(Actualiza. 18 de febrero, 1:05 horas) Dieciséis. J. A. Bayona gana el Goya a mejor director.

 

 

Primos

El concepto tiene el encanto matemático de la originalidad. Todos tienen algo que les uno pero, al final, son irremediablemente distintos. Incluso podrías enumerarlos uno a uno, por orden ascendente, como si se tratara de la respuesta a un examen. Si hacen memoria seguro que recuerdan aquellas mañanas de verano esperando a que su coche llegara con promesas de piscina, aventuras y meriendas con nocilla. Las mañanas en las que las horas previas pasaban lentas, casi a cámara lenta, mientras preguntabas al aire: “¿Cuándo llegan los primos?”

‘Primos’, de Daniel Sánchez Arévalo ( ‘Gordos’, ‘Azuloscurocasinegro’), completa el binomio que Pau Freixas comenzó con ‘Héroes’: la magia del verano. En este caso, la aventura ‘goonica’ y ochentera de los jóvenes catalanes se torna en una comedia de lugares comunes: el largo viaje al pueblo, las fiestas en la plaza, personajes que existían tres meses, amores que marcaron el después, anécdotas que se narran una y otra vez. Y, la verdad, el resultado es magnífico.

La cosa empieza con un genial monólogo de Diego (Quim Gutiérrez), en el que nos explica, con un gracejo que no le abandonará en todo el metraje, cómo le ha dejado su novia horas antes de casarse. Julián (Raúl Arévalo) y José Miguel (Adrián Lastra), sus primos, buscan desesperadamente la manera de animarle. Finalmente, deciden irse, sin avisar a nadie, a Comillas, el pueblo donde veraneaban juntos en busca de Martina (Inma Cuesta), la chica por la que Diego aún suspira.

Tiene un poco de todo: algo de ‘road movie’, un puntito ‘Resacón en las Vegas’ y un humor extraordinariamente sano. ¿El resultado? Una peli entrañable, sin peros, que ofrece exactamente lo que promete: dos horas divertidas que bailan de las sonrisa aleladas a las carcajadas que purgan el alma. Sánchez Arévalo consigue el mismo efecto que con aquellas visitas de los primos en verano: crear un buen recuerdo.

Torrente 4: lethal crisis

Esto es muy fácil: ¿Saben esa conversación en la que cacas y pedos se entremezclan con chistes soeces y, posiblemente, de mal gusto? Sí, hombre. Esas en las que los combos escatológicos enganchan una barbaridad con otra. Por ejemplo: definir como ‘perfect’ cuando, tras soltar lastre biológico, te limpias y no dejas mancha en el papel; o esa en la que alguien -suele ser siempre la misma persona- desafía a la mesa con ideas filosóficas: “imagina que aparezco aquí con un millón de euros y una cabra, ¿serías cariñoso con ella?” Pues bien, si este párrafo repleto de lindeces le ha parecido repelente, asqueroso y fuera de tono, no vean ‘Torrente 4: lethal crisis’. De hecho, pueden dejar de leer, no les voy a hacer cambiar de opinión. Para el resto, sigo tras el punto.

‘Torrente 4: lethal crisis’ es genial. Y no me refiero a un ‘genial’ cinematográfico. Me refiero a un genial como entretenimiento, algo que, en los tiempos que corren, es mucho más que un piropo. La película de Santiago Segura no engaña, no defrauda: sucesión constante, rítmica y sin complejos de chistes, parodias, diálogos repletos de poesía urbana y críticas disfrazadas de carcajadas. Cada escena trae un nuevo cameo, de esos que luego rememoras con los amigos delante de una cerveza.

Porque Torrente es eso: una peli para hacerse unas risillas. Con amigos y sin mariconadas. Que gana cuanto más hablas de ella: “¡Qué bueno lo de la tumba del Fary!”, “¿y qué me dices del Kun Agüero en la cárcel?”, “qué panzá de reír lo de Peter Pan”, “y qué mala es Belén Esteban”. Etcétera. Es cierto que hay que tener mucha ‘culturilla’ basura para pillar ciertas arremetidas, pero, quizás, la crítica velada más importante de Torrente 4 sea que Paquirrín ocupe el papel de segundo héroe. En una película sucia, desaliñada, en la que vemos las colas del paro, el hambre en las calles, la pobreza extendiéndose, los inmigrantes hacinados y la ética olvidada, Paquirrín, representante excelso de la telebasura nacional, se alza con el puesto de héroe. Qué cosas (y no, no es buen actor… pero qué gracia tiene ver cómo lo intenta).

Lo peor que les puede pasar con la peli es que decidan verla en “sobrecogedor 3D”. Nada, pamplinas. Segura, que sabe mucho de esto del vender, ha rodado la cinta bajo la tutela de James Cameron, el de Avatar, pero el resultado, por mucha profundidad que tengan las escenas, no merece la pena para nada. Tiene más gracia el 3D de los trailers (Torrente explotándose un grano) que el resultado final.

Torrente y Paquirrín

Preparen sus carteras, hoy se estrena ‘Torrente 4’ (del inglés ‘To Rente’: sacar renta, beneficios, ingresos extra, acumular pasta, reventar la taquilla). He de confesar que no fui capaz de ver la tercera entrega. Entre que me pilló a pie cambiado y que la gente que me rodeaba me quitó las pocas ganas que pudiera tener de escuchar los chistes grotescos de Santiago Segura, al final se quedó en el tintero -puede que la vea estos días-. Para lo listo que es el de Carabanchel con esto del marketing, me sorprendió el fracaso de la cinta. Sin embargo, seis años después, el genio humilde de aspecto desaliñado nos ha vuelto a engatusar con sus malas artes. Porque sí, tenemos ganas de ver el bizarro mundo de ‘Lethal Crisis’… Aunque sospechemos que nos la va a meter doblada.

Está claro que uno de los ingredientes básicos en la receta del éxito de Torrente es el morbo que despierta ver a los frikis más castizos de esta España nuestra: Belén Esteban, John Cobra, Fernando Esteso, María LaPiedra o David Bisbal. Pero, amigos, voy a hacer una de esas estúpidas apuestas que se suelen hacer de madrugada, con el tercer vaso vacío y la risa floja: Francisco Rivera Pantoja, Kiko Rivera, Paquirrín, será, como poco, nominado a mejor actor revelación en Los Goya del año que viene. Ahí queda eso.

Que no, que va en serio. Puede que mañana, cuando la haya visto, me trague la profecía cual ministro de exteriores estadounidense, pero hoy lo veo claro. El tipo repite el mismo camino que el propio Segura: Rivera es el secundario de una comedia oscura repleta de acción que le coloca en la complicada vereda del cine; es lo que para Santiago fue ‘El día de la bestia’ con la que, por supuesto, ganó el Goya a mejor actor revelación.

¿Se imaginan a Paquirrín dirigiendo una película dentro de unos años? Mejor: ¿Se imagina a Paquirrín ganando un Goya al mejor director novel? Aún mejor: ¿Se imaginan a Paquirrín convertido en el salvador de la taquilla del cine español? Y, qué demonios: ¿Se imaginan a Paquirrín como director de la Academia? Ya lo decía Yoda: “Siempre son dos, un alumno y su maestro”.