No habrá paz para los malvados

No hace falta una buena razón para ser un hijo de puta. Puede que baste con unas copas de más. Con la mezcla suficiente del olor a fritanga, cubatas cargados y prostíbulos de mala muerte. Tal vez -y sólo tal vez-, el bang de una pistola tras una carcajada canalla y visceral sea consecuencia de una mala decisión. Y no de una conjura poética entre buenos y malos. Como en el viejo Oeste, la línea que separa ambos bandos se borró hace tiempo por huellas que van y vienen sobre arena, pólvora y sangre. Todos, sin excepción, encontrarán el mismo destino al final del horizonte. Pero sólo unos pocos, los elegidos, lo harán en paz.

Enrique Urbizu (‘La Caja 507’) dirige ‘No habrá paz para los malvados’, un peliculón de cine negro con destellos del mejor Western que impregna el paladar con una sabrosa sensación a clásico. El guion, repleto de matices, hilvana, con pulso constante pero contenido, la decadencia de Santos Trinidad (José Coronado), un vaquero que bajará a los infiernos con la escopeta cargada y dispuesta a llevarse a todos los demonios que le interrumpan en su camino.

Santos, al igual que el Malamadre de ‘Celda 211’, es un personaje hipnótico, de palabras medidas, exactas y brutales, que perfila un antihéroe carismático y memorable. Coronado, al igual que Tosar, borda al personaje con una interpretación brillante cuando habla -casi siempre para maldecir, insultar o desafiar- y cuando calla -gestos, angustias, puños, muecas-.

‘No habrá paz para los malvados’ es, al fin, la respuesta que Jack Nicholson nunca encontró a su pregunta (“¿Has bailado alguna vez con el demonio a la luz de la luna?”), un esfuerzo que hay que agradecer, que sube la nota media del cine español y que deslumbra en lo técnico y en la narrativo. Y que, al terminar, con las letras aún impresas en la pantalla, nos obliga a dudar, a formular una cuestión que repicará en nuestra cabeza sin remedio: ¿Por qué aquel día -aquel triste día- no habría un hijo de puta como Santos Trinidad?