Si se fijan con detenimiento, descubrirán que a su lado hay otro espectador. Y, si afinan, se darán cuenta de que todos y cada uno de nosotros puede encuadrarse en un perfil ampliamente estudiado. A continuación, vamos a analizar al ‘espectadorus voceus totus tus’. ‘El comentarista’.
De entre todos los perfiles, el del ‘comentarista’ es el más fácil de discernir. Por muy grande que sea la sala, el especimen, mucho antes de que comience la proyección, ya estará berreando a pleno pulmón para que toda la sala sepa que es, sin lugar a dudas, el más ingenioso de los presentes. Además, al empezar la película encontrará un chiste para cada uno de los nombres que aparezcan en los créditos. Infalible.
El ‘comentarista’ no es muy inteligente. De hecho, utiliza el humor para esconder sus enormes carencias racionales y su absoluta falta de intuición. Así, nada más aparecer un personaje nuevo en pantalla, alzará la voz con la siguiente pregunta: “¿Y este quién es?” Conforme avance la cinta, el ‘comentarista’ subrayará momentos evidentes -la ciencia aún no ha conseguido descifrar el porqué-. Así, cuando la música esté en su clímax y el protagonista acabe de recibir el tiro de gracia, mientras que el público está con el alma en vilo y las primeras lágrimas comienzan a aflorar, el ‘comentarista’ dirá: “¡Que se ha muerto!”
Otra de sus cualidades intrínsecas consiste en asesinar la película cuando él considera que es “malísima”. Esto sucede si el ejemplar decide entrar a ver, por ejemplo, ‘La cinta blanca’ y descubre que no tiene ninguna escena de kárate. “Me aburro” o “menudo tostón” son las conclusiones más clásicas. Si, por el contrario, se trata de una comedia basura, procurará repetir el chiste durante unos minutos: “Mola, ¿y en el mío? Tío…”
La recomendación es que si, ya en la taquilla, sospechan que en la sala puede haber un ‘comentarista’, cambien de película o de sesión y, de no ser posible, busquen un asiento lo más alejado del sujeto. Suerte.