Los Vengadores: la era de Ultrón

Es como cuando Andy sacó por última vez a Woody y a Buzz de su caja de cartón. El niño miró sus juguetes y sintió la misma ilusión que la primera vez. La misma. Con la diferencia, claro, de que ya no necesitaba jugar con ellos para vivir la aventura. Le bastaba con dejarlos bien colocados en la estantería de encima de la cama para verlos, para saberse él mismo, para recordar el aroma a nocilla de esas mañanas de sábado desparramados por la alfombra del dormitorio.

‘Los Vengadores: La era de Ultrón’ no puede decepcionar al que sabe lo que va a ver. No, al menos, en el sentido de la diversión y el puro entretenimiento. Marvel recurre al espectáculo para celebrar la conexión con el público y subir un peldaño más en la pirámide del éxito. La explosión de héroes en la pantalla es tan electrizante como cruzar los rayos mientras cazas fantasmas: acción, humor, drama e intriga. No falta nada.

Sin embargo, me pongo en la piel de Joss Whedon, su director, y el estómago me cruje un poco, incómodo, imaginando su frustración. Sí, una frustración que se palpa escena a escena, una frustración que transpira tímidamente por los poros del ‘esto me suena’ y la carencia de detalles sorprendentes. Imagino a Joss, les digo, luchando por escribir una historia completa, que no fuera una mera transición a otra película, a otro taquillero estreno de marketing interestelar.

El señor Whedon anunció su salida de la franquicia para futuras entregas por -seamos francos- puro aburrimiento. Pese a su habilidad para enriquecer a los héroes mediante situaciones cotidianas, no debe ser fácil para alguien acostumbrado a deslumbrar al espectador con un chispazo inesperado, someterse al corsé del “queremos otra igual que la primera”. Es lo malo de dejar las decisiones artísticas a los que sólo saben de números: abusan del tampón de clonar.

Pero, por favor, no me confundan. A mí, como a Andy, me basta con ver los juguetes bien colocados para disfrutar la aventura. Y es una estantería terriblemente divertida. Con juguetes nuevos. Y con muchos más por llegar.

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Marvel, un intento más

Da la sensación de que la llegada del universo Marvel al cine y la televisión es cosa de hace una década. Más o menos. Y nada más cerca de la realidad. Es curioso cómo las campañas de publicidad basadas en el éxito nos han hecho olvidar, con una certeza notable, todo lo que hemos visto antes. Estamos hablando de sesenta años de series y películas. ¡Sesenta! Las primeras cintas en imagen real de ‘El Capitán América’ y ‘Iron Man’, la serie del Increíble Hulk, o las películas de Spiderman… las americanas y, claro, las japonesas que terminaban con Peter Parker convertido en un enorme robot que luchaba contra terroríficos kaijus. Luego vendrían numerosas series de dibujos animados, desde ‘Los asombrosos súper amigos’ a ‘Los Cuatro Fantásticos’, pasando por ‘Los X-Men’, entre otras muchas…

Quiero decir que Marvel, por mucho que ahora sea el paradigma de la riqueza audiovisual, ha trabajado mucho por conseguirlo. Cuesta imaginar que hace poco más de una década, la compañía de cómics estaba a punto de declararse en bancarrota. La gente no lee, no compra tebeos, los héroes de papel no son para el gran público, etcétera. La crisis del papel, ya saben.

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La llegada del ‘Iron Man’ de Robert Downey Jr. supuso un cambio brutal en la caja de la compañía: sí, después de medio siglo de intentonas, el público estaba preparado para lo que querían contar. No significa que todo lo que haya hecho Marvel merezca un aplauso. De hecho, es más que lícito considerar que una parte importante de su producción nunca pasará los cánones de la crítica generalista. Pero, qué demonios: saben cómo divertirnos.

El hecho de que en los próximos diez años vayamos a tener más películas de héroes que en los últimos cincuenta convierte al derivado del cómic en un producto de moda. Algo que, por un lado, me preocupa. Las modas siempre destruyen el espíritu de las cosas. Pero, por otro lado, disfrutaremos mucho de esta locura. Hasta que se acabe. Y lo hará. Y será un final desagradable. Al tiempo.

Kingsman: Servicio Secreto

La película explota y te revuelves en la butaca. La escena pilla por sorpresa. Y te revuelves. Porque es brutal. Hay una iglesia y mucha gente y, eso, la película explota. La acción es tan bestial que el ojo humano es incapaz de captar todos y cada uno de los detalles que flotan y se desgarran y salpican por la pantalla. Y te revuelves. Lo que está pasando, demonios, es brutal. Terriblemente perturbador. Pero, sobre todo, jodidamente divertido. Al igual que la traca final. Al igual que el resto de la película.

Kingsman: Servicio Secreto‘ es la segunda adaptación que Matthew Vaughn (‘X-Men: Primera Generación’, ‘Stardust’) hace de un cómic de Mark Millar. Tras su éxito con ‘Kick-Ass’, los británicos nos regalan un entretenidísimo film repleto de guiños a las películas clásicas de espías -con especial mención para James Bond-, pero con una dosis extra de acción y humor salvaje.

Kingsman es una centenaria asociación secreta de espías que trabaja al margen de todos los gobiernos del planeta. Tras un desagradable incidente, el agente Galahad (Colin Firth) cumplirá una vieja promesa para que el joven Eggsy (Taron Egerton) acceda al programa de entrenamiento de los Kingsman. Mientras tanto, el mundo sigue con pasión los avances de Valentine (Samuel L. Jackson), un genio informático comprometido con el planeta…

Los Kingsman son, en teoría, caballeros modernos que cambiaron la armadura por trajes hechos a medida. Personas educadas, refinadas y cultas, un papel que Firth borda a las mil maravillas. Lo sorprendente es que también borda el otro lado, la versión oscura. En serio, qué escena la de la iglesia. Supongo que la película queda perfectamente definida con el ‘premio’ final (la princesa, la celda y, bueno, ya verán). Y, claro, no es plato para todos los públicos. Si no quieren violencia desmesurada y humor negro, ahórrense la entrada. Para el resto: os lo vais a pasar de miedo.

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Notas: El papel de Mark Hamill, grande. Egerton sería un buen Peter Parker.

Los Cuatro Fantásticos, el tráiler inesperado

Si hiciéramos una encuesta rápida sobre las películas de las que cabría, a priori, esperar muy poco, ‘Los Cuatro Fantásticos‘ ocuparía, sin duda, uno de los primeros puestos. Y sería culpa, por supuesto, de los dos truños que tuvieron la osadía de perpetrar los amigos de Fox. No por su director, Josh Trank, uno de los talentos más esperados de Hollywood. Ni por los actores protagonistas, cuatro jóvenes que gozan de un reconocimiento muy merecido: Miles Teller (Whiplash), Kate Mara (House of Cards), Michael B. Jordan (Chronicle) y Jamie Bell (Billy Elliot).  Y no sería culpa, bajo ningún concepto, de este primer y espectacular tráiler.

Qué quieren que les diga, me han dado ganas. Y puestos a sacar comparaciones, ¿no ven ciertos planos muy similares a ‘Interstellar’ y ‘Star Trek’?

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Guardianes de la Galaxia: 11 claves del milagro Marvel

Llevamos varias décadas repitiendo el mantra con añoranza diabólica: los 80 son irrepetibles. Nadie puede volver atrás en el tiempo a no ser que cuente con una Tardis, un Delorean o una mutante con poderes psíquicos y un esqueleto de adamantium. Pero, ¿y si ese fuera el problema? Repetir, quiero decir. ¿Y si la clave para lograr el milagro de los 80 era partir de su esencia pura, de la genuina genialidad que otorga el querer disfrutar del viaje? En un momento en el que las aventuras parecen venir esposadas de lo ‘oscuro’, lo ‘dark’, lo ‘begin’, lo ‘origins’, aparece James Gunn, un director sin marketing, y nos propone una aventura limpia, clásica y repleta de emoción. Una conjura cinematográfica que ha obrado el milagro con el que crecimos los niños que ahora suman treinta: ‘Guardianes de la Galaxia’.

Lo último de Marvel es un baño de sabores en cintas de música y de VHS. Una elegante sucesión de imágenes y sonidos carismáticos que derrochan personalidad propia, con la que es terriblemente sencillo viajar en el tiempo para reencontrarse con los rescates de ‘La Princesa Prometida’, la evasión de ‘Los Goonies’, la pasión de ‘La Guerra de las Galaxias’, la adrenalina de ‘El Arca Perdida’, lo entrañable de ‘E.T.’ y la oda al personaje secundario de todas ellas. Porque por mucho que Chris Pratt sea el indiscutible Indiana Jones, no sería lo mismo sin Zoe Saldaña, Dave Batista, Bradley Cooper y Vin Diesel.

Peter Quill, Gamora, Drax, Rocket y Groot son los nuevos juguetes de una generación que, estoy seguro, enaltecerá a los Guardianes de la Galaxia a ese Olimpo de mitos modernos con los que la aventura empezó a tener sentido. El film de Gunn es una bomba de relojería que no abandona ni un solo minuto al espectador, obligado a divertirse durante dos horas formidables que invitan a repetir. Demonios, ¿cuánto tiempo hacía que no salían del cine con ganas de volver a ver una película?

La clave está en el humor. En buscar la aventura desde el gamberrismo y no desde el trauma. En la extraordinaria química que fluye (magnífica escena, la reunión de héroes antes de la traca final) de unos a otros. En la ausencia absoluta de complejos, como en los 80, mezclando las naves y los planetas más imponentes –visualmente es preciosa– con los clásicos del pop. Y en Rocket y Groot. Rocket y Groot son muy grandes. Quiero un Rocket. Y un Groot. Los quiero conmigo. Para siempre. Como a Hoggel, Ludo y Ser Didimus, al final del Laberinto. Yo –también– soy Groot.

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Por qué funciona Guardianes de la Galaxia: 11 claves

1- Peter Quill (Chris Pratt) entra bailando en un planeta desolado bailando a ritmo de The Raspberries y aparecen los títulos de crédito. Brutal.

2- Gamora (Zoe Saldaña) es un personaje femenino fantástico, alejado de estereotipos y convencionalismos. El dato: es la película basada en un cómic que más audiencia femenina ha tenido hasta la fecha.

3- Rocket (Bradley Cooper), el mapache, podría haber sido un pegote majo para entretener a los más pequeños. Sin embargo, en manos de James Gunn es pilar fundamental de los Guardianes, canalla máximo y fuente de gran parte del buen humor de la cinta.

4- Groot (Vin Diesel). Ya está. Groot mola mil.

5- Dave Batista no es, a priori, un buen actor. Pero para interpretar a Drax, su personaje, no creo que exista un actor más idóneo: pura literalidad.

6- La gran pega -por poner una- es el supuesto gran malo, Ronan, demasiada poca cosa para el resto del plantel. Aunque, mirando con perspectiva, resultan muy enriquecedores el resto de secundarios, tanto Yondu y su banda y Nébula (que dejan sus arcos argumentales abiertos), como, en el lado de los buenos, los soldados de Nova.

7- La música. Viajar por el espacio es una experiencia que se asocia rápidamente a fanfarrias de John Williams. Si ‘Guardianes de la Galaxia’ quería ser algo realmente distinto, tenía que arriesgar. Gunn acierta con su lista de éxitos ‘Awesome Mix’.

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8- Visualmente es preciosa. Un trabajo técnico impecable en el que, por cierto, ha trabajado algún que otro granadino. Enhorabuena.

9- Sin complejos. Desde el primer tráiler en el que sonaba el ‘Hooked on a Feeling’ la película ha sido fiel a un espíritu auténtico. Nada de marketing, estrellas tipo ni grandes talonarios. Recordemos que Harrison Ford no era lo que es hoy cuando rodó ‘Una nueva esperanza’.

10- El tono. No sé en qué momento se decidió que las películas de aventuras debían tener un tono oscuro para gustar al público, para que se las tomaran en serio. Irónicamente, ‘Guardianes de la Galaxia’ se pasa por el forro los convencionalismos y busca el ingenio, la chispa y la barbarie. Hay risas. Risas de verdad.

11- James Gunn. El director tenía un reto absolutamente colosal: el gran estreno de Marvel para el verano era una película de héroes que nadie conocía. En el primer pase privado de la cinta, Marvel y Disney quedaron tan satisfechos que pusieron su nombre en los títulos de arranque (“una película de James Gunn”) para dejar claro que era una película de autor. Y, además, firmaron una secuela a toda velocidad.

Y la 12, de regalo: es absoluta, completa y encantadoramente divertida.