Basta con girar la esquina para intuir la que se nos avecina. Vuelve ‘Juego de Tronos’ a la televisión y la vida se torna en una batalla entre Lannister y Baratheon por un reino que rinde pleitesía a la manga ancha. Los periodistas se sientan frente a una pantalla que habla por los codos que, sin interrupciones posibles, lamenta las insidias y confirma, rotundo, que espera que la corrupción pase a ser «historia».
Mientras, en el norte gallego, el pasado persigue a dos conocidos que, años atrás, viajaron juntos en el mismo barco. Dos caminos unidos por una travesía repleta de altibajos y juegos en la sombra que ahora exige su pago, como Caronte sobre el Tártaro. Una moneda de oro para ocultar un baúl repleto y pesado, escondido en bocas de caimanes en Irlanda y Suiza. Otro Bárcenas que aprendió la diferencia entre el debe y el haber a golpe de talonario. Y en el sur, los expedientes se convierten en sentencias contra la cara dura.
Pero todo parece más grande cuando los dedos apuntan a la corona. La confianza en la infanta Cristina se desmorona, los cuervos de la duda sobrevuelan a los de Palma y parece que el pasado se escribió para entender el presente: «Nos que somos tanto como vos, pero juntos más que vos, os hacemos principal entre los iguales, con tal que guardéis nuestros Fueros y libertadas, y si no, no».
¿Y qué ocurre más allá del muro? Kim Jong-un, el heredero de un rey loco, lanza los dados sobre un tablero trucado y carga con fuego valyrio contra sus enemigos.
Mariví Bilbao, reina del teatro y la comedia, murió ayer a los 83 años. Tantas veces criticada por su perenne cigarrillo en la boca, la entrañable Izaskun falleció «por causas naturales y en compañía de su familia». Y yo no hago más que ver el último guiño de la actriz, repleto de ese humor negro que tan bien interpretaba. Ella, partida de risa desde las alturas mientras repasa los titulares de la mañana. Sí, aquí no hay quien viva. Qué broma.