La Jungla de Cristal 5: un buen día para morir

Se conoce que, en 1988, el fantasma del futuro de Dickens se le apareció a Bruce Willis en mitad de la noche y le dijo: “Bruce, estoy aquí para llevarte al rodaje de la quinta entrega de la Jungla de Cristal”. El actor, incrédulo, le respondió: “Qué cojones dices, fantasmita, si mañana estrenamos la primera entrega”. El espectro agarró la mano de Willis y le llevó directo a un rodaje, en Rusia, en 2012, donde Jai Courtney (Varro en Spartacus) interpretaba a un espía de la Cía. El director, John Moore (‘La Profecía’), que estaba compinchado con el fantasma, puso las cámaras a grabar justo cuando Bruce Willis se paseaba detrás de los actores, se colaba en las escenas de acción y decía tonterías a las que nadie en el plató parecía prestar atención. Moore, al terminar el rodaje, corrió a sus productores y les dijo, repleto de ambición: “¿Recordáis la película aquella de espías en Rusia que no valía un pimiento? Ya le he puesto título: ‘Jungla de Cristal 5. Un buen día para morir’… ¡Courtney será el hijo de Willis!” Y así fue, más o menos, como llegó a nuestras pantallas la quinta entrega de las aventuras de John McClane.

Bueno, vale. Quizás no fue así. Tal vez fue solo un guión huérfano paseándose por Hollywood que terminó en las manos equivocadas. Pero el fondo es el mismo: nos la han metido doblada. Y no les exagero cuando les digo que la sensación, en la mayor parte del metraje, es de que Willis se ha colado en la película y le han dejado estar para que diga sus bravuconadas y palabrotas yanquis -que son, por cierto, lo mejor del film-.

La trama es simplona, repleta de subrayados y escenas pobres de acción que abusan del desenfoque y el movimiento rápido de cámara para confundir al espectador. Lejos de la mitología americana, Rusia no goza del gancho de las anteriores cintas ni de un malo mínimamente memorable. La supuesta gran escena final, en Chernóbil, es un mal chiste sobre como un padre y un hijo esquivan la contaminación nuclear con chaquetas de cuero.

Pese a todo, está Bruce Willis. Puede que de prestado, pero está. Y una frase suya, uno solo de sus tacos, llena la pantalla del carisma que todos los fans de la saga esperábamos encontrar. No es una buena continuación, pero mentiría si les dijera que no me reí con John McClane. Todo es endeble en ‘La Jungla de Cristal 5’ (con la honrosa excepción de la banda sonora, de Marco Beltrani; fantástica), pero Willis hace lo posible por levantar la película… Aunque sea levantando el dedo corazón, como Bárcenas a la prensa.

Yippee-Ki-Yay, entre ‘La Jungla de Cristal’ y ‘Die Hard’

Die Hard’, el original. ‘Jungla de Cristal’, para nosotros. ‘Duro de Matar’, en Hispanoamérica. Y, para todos, sin diferencia: «Yippee-Ki-Yay (disculpen la expresión, pero sin el siguiente enfático la frase queda coja. Huérfana. Carente de poesía), hijo de puta». La historia de John McClane (Bruce Willis) es la historia del cine de acción hollywoodiense. Desde que fuera declarado el héroe de la crisis de Nakatomi, en 1988, la vida no ha parado de darle sorpresas al entrañable agente de policía de Los Ángeles.

Es curioso lo del título de la película. Más que nada porque conseguir una traducción ‘correcta’ era casi tan milagroso como salir vivo del aeropuerto de Washington, en 1990. Literalmente, en español, sería algo así como «morir duramente» o «difícil de matar» o «duro de matar», claro. Pero ninguno de esos títulos es certero. Por supuesto que ‘Jungla de cristal’ tampoco lo es, pero es que ‘Die Hard’ viene de la expresión coloquial yanqui «old habits die hard», que, por intentarlo, sería: «los viejos hábitos son difíciles de superar». Así que, ‘Die hard’ hace un juego de palabras con la rutina de McClane y sus vicios –como el fumar–, y lo difícil que es sobrevivir a la venganza de un chalado con tintes de dictador, como lo de 1995, en Nueva York, con aquel simpático taxista de estética pulp.

Bruce y John regresan hoy a la gran pantalla con la quinta entrega de la saga: ‘Jungla de Cristal: un buen día para morir’. O ‘A Good Day To Die Hard’. O ‘un buen día para superar los viejos hábitos’. En fin. En esta ocasión, McClane marcha a la madre Rusia con su hijo, el último miembro que nos quedaba por conocer, en un aventura que la crítica estadounidense ha tildado de ‘pírrica’. Los primeros espectadores del film claman justicia contra los productores que han mancillado la saga.

Pero oigan, que levante la mano el que después de 25 años viendo una y otra vez las ‘Jungla de Cristal’ no se muera de ganas de ir al cine. Ya puede ser una chufla importante, que aquí uno presentará sus respetos a la familia McClane. Aunque solo sea por escuchar lo de Yippee-Ki-Yay…