Estaba pensando en la posibilidad de que el título sea, en efecto, un enigma como los que ofrece este periódico en sus últimas páginas. Ya saben, un pasatiempo. Quiero decir, si una película se llama ‘Drácula: la leyenda jamás contada’… ¿no será por algo? Últimamente los genios del márketing cinematográfico se afanan por reinventar historias de siempre bajo el yugo de «lo que nadie supo» o «lo que no nos han querido contar». Pienso en bazofias del tipo ‘Yo, Frankestein’ (sigo pensando que el título ‘illo, Frankie’, hubiera sido más acertado), películas nacidas por y para la campaña de promoción.
Hace unas semanas estuve en Londres y allí, al igual que en Madrid y en todas las grandes capitales del globo, todo –todo– estaba empapelado con imágenes alucinantes de Luke Evans (‘El Hobbit’) travestido en antesala de vampiro. Era imposible salir a la calle y no toparse con un póster impresionante o una enorme pantalla en la que un enjambre de vampiros hacía de cortinilla para el nuevo y moderno Drácula. ¿En qué ha quedado la desmesurada venta? En un éxito de taquilla que suma casi sesenta millones de dólares. Y sí, como se pueden imaginar, la crítica, al contrario, la pone a parir.
Supongo que nos da miedo y que por eso no nos hacemos la pregunta pero, allá va: ¿Tan maleable es nuestra voluntad?
Lo más doloroso del asunto es que este nuevo Drácula parece que va a liderar una saga de monstruos que pretende emular la locura que han desatado Marvel y DC con sus superhéoes. Universal planea una serie completa de cintas sobre criaturas reinventadas: el Hombre Lobo, Frankestein (otra vez), la Momia… como nunca antes los habíamos visto.
Qué curioso. Cuanto más pasa el tiempo, más tengo la sensación de que lo que menos se ha visto es ‘la historia que todos conocemos’.