Pongamos las cosas en su sitio: yo soy tan culpable como el que más. No supe valorar su trabajo desde el primer minuto que lo vi. No fui capaz de abrir una hoja de texto y escribir: “Juanjo Guarnido, qué puto genio”. ¿Por qué no? Porque era de la tierra. De aquí, de donde somos nosotros, del lugar en el que jamás reconoceríamos el éxito del vecino por el mero hecho de serlo. Y, tal vez, no se trate de envidia. Sino de un estúpido y repetitivo complejo de inferioridad. De Norte y Sur.
Juanjo Guarnido es un granadino al que han honrado con el premio ‘Eisner’, la mayor gloria a la que un profesional del cómic puede aspirar. Es cierto que ‘Eisner’ y ‘cómic’ no suelen estar entre los términos más combinados con ‘cultura de masas’, pero, amigos, el cómic es tan cultura como lo es el cine, la literatura, el teatro o la poesía. Puro arte.
Hace cosa de un año hubo una gran exposición en Granada con la obra de Guarnido. Los enormes paneles de ‘Blacksad’, su obra cumbre, eran una atractiva manzana en un edén prometido. Recuerdo que me enzarcé en una rocambolesca discusión con uno de los encargados de la sala. Mientras yo le decía que ‘Blacksad’ era muy conocido en España, un éxito de ventas y tal y pascual, él me rebatía que sí, que muy bien, que todas las ventas que yo quisiera, pero que ni punto de comparación con lo que había conseguido en Francia. Y yo nada, erre que erre, que aquí los lectores de cómics le cuidan mucho, bla, bla, bla.
Pues tenía él razón. No hay comparación entre Francia y España. Bueno, sí la hay, pero salimos mal parados. Quiero decir, granadinos, andaluces y españoles míos, salgan de casa y vayan a la tienda de cómics más cercana. Compren ‘Blacksad’ y no dejen que los gabachos nos arrebaten un orgullo que debería ser tan nuestro. El ‘Eisner’, nada más y nada menos.