"Papá, cuéntanos un cuento"

«Papá, cuéntanos un cuento», dijo el hermano mayor. «¡Sí, papá, un cuento!», repetía el más pequeño. El padre, de mandíbula marcada y mirada ladina –como todo buen bardo–, cargado de ese orgullo invisible que envuelve a un padre convocado, se sentó en la mecedora y pidió a los niños que se tumbaran en la cama; que se relajaran y que escucharan con atención la historia que les iba a contar. El mayor, sin embargo, interrumpió antes de que el hombre pudieran modular una sola palabra: «¡Los enanos, papá! ¡Dinos dónde están los enanos!» ¿Los enanos?, preguntó. «¡Sí, papá! ¿Dónde está Bilbo? ¿Salió de la cueva?» El hombre descansó su espalda, inhalo el humo de su pipa y, emocionado, continuó por donde lo dejó la noche anterior: «Para el hobbit, hijos míos, el viaje no había hecho más que empezar…»

No sé cómo serían esas veladas entre Tolkien y sus hijos, pero yo me las imagino así. En mi visión huele a chimenea, las almohadas son mullidas y los hijos, después de conocer un nuevo capítulo de la vida de Bilbo Bolsón, permanecen con los ojos abiertos como platos, cuchicheando entre las sábanas, intentado averiguar qué pasará con el temible dragón Smaug. ¿No les parece fascinante? Un padre contándole a sus hijos un cuento improvisado que, casi cien años más tarde, sería considerado un hito cultural; un referente de la fantasía colectiva.

La llegada de ‘El Hobbit’ al cine, el próximo viernes, recupera la épica del mediano que hace diez años conquistó las salas del mundo entero. Hoy recordé las noches en las que mis padres me contaban cuentos para dormirme. Una escena que, probablemente, puedan hacer suya con facilidad. ¿Y si ese cuento fuera, años más tarde, el cuento de todos? ¿No sentirían, de alguna manera, una incómoda profanación de su intimidad? ¿No se sentirían, tal vez, dueños despojados?

Creo que entiendo a los herederos de Tolkien. Sus quejas, denuncias y lloros por el, a su entender, estropicio que está llevando a cabo Peter Jackson. Pero creo, también, que no deben ser conscientes de la única verdad que les sobrepasa: las historias se emancipan. Recreando aquella escena entre Tolkien y sus hijos, me hago una última pregunta: ¿Cuánto queda para que veamos un biopic de J.R.R. Tolkien? ¿Cuánto para el ‘Descubriendo Nunca Jamás’ de la Tierra Media? Ése también será un viaje inesperado.

El Hobbit, una semana inesperada

Llevo años esperando la llegada de ‘El Hobbit’ al cine. Disfruté tantísimo con la trilogía de ‘El señor de los anillos’ (ESDLA), que me muero de ganas de recuperar aquella sensación de euforia colectiva que dejó la primera incursión de Peter Jackson en el universo de Tolkien. Sin embargo, a falta de siete días para su estreno mundial, las dudas me corroen. Los últimos casos de ‘hype’ se descubrieron como ‘spam’, fraudes y desilusiones. ¿Y si el viaje de Bilbo Bolson también nos fallara?

Es obvio, pero creo que es un detalle importante: las expectativas con ‘El Hobbit’ no son las mismas que con ESDLA. En aquella ocasión, todos esperábamos algo impresionante pero no sabíamos qué exactamente. Ahora conocemos la fórmula, el espectáculo, el truco de magia para alzarse con el prestigio. ¿Será motivo de fracaso?

También está el asunto del mediocre recibimiento de la crítica estadounidense que ya ha visto la película. Metacritic, página de referencia en USA, le da un 66 sobre 100. Una nota que en cualquier otro film cabría entender como un más que aceptable entretenimiento y que, en el caso de ‘El Hobbit’, se queda en un terreno de mediocres muy inesperado.

El asunto es que luego, con cierta nostalgia sin sentido, revisiono el blog del rodaje, veo los vídeos de los actores, leo las entrevistas, escucha la música y me digo a mí mismo: “¿A quién quieres engañar? ¡Te mueres de ganas de ver ‘El Hobbit’!” No sé si ustedes son amantes de las espadas, las criaturas fantásticas y los viajes inesperados. A mí me basta con las espadas.

Sherlock

Casi al mismo tiempo que Guy Ritchie estrenaba su renovada visión del mito de Sherlock Holmes -más visceral, más excéntrico, más violento-, la BBC apostaba por una actualización del personaje en el Londres actual con una serie de tres capítulos que, con todos los respetos, se meaba en Hollywood, en las estrellas del celuloide y en los guiones conservadores de intrigas prefabricadas. Desconozco si la televisión patria ha emitido la primera temporada de ‘Sherlock’, pero, sea como sea, sepan que es una gozada.

Benedict Cumberbatch y Martin Freeman son el detective asociado Sherlock Holmes y su inestimable colega, el doctor Watson. Al primero le tenemos ahora mismo en cartelera con la sensacional ‘El topo’ y le veremos en ‘War Horse’; al segundo le hemos visto en ‘Guía del Autoestopista Galáctico’ o ‘Love Actually’. Y ambos son, hoy por hoy, dos de los actores ingleses más prometedores del momento. ¿Por qué? Dos palabras: ‘El Hobbit’.

Efectivamente, Freeman es Bilbo Bolsón, protagonista de la precuela de ‘El Señor de los Anillos’. Eso es algo que más o menos se sabe. Lo que es menos conocido, quizás porque no da la cara, es que Cumberbatch interpretará al gran enemigo del libro de Tolkien: el dragón Smaug.

La semana pasada se estrenó en Reino Unido la segunda temporada de ‘Sherlock’ y, me comentan, arranca de manera espectacular. Como les digo, una posible razón para disfrutar de la serie es ver a los dos fenómenos protagonistas que, por sí solos, hacen brillar al producto. Pero, sobre todo, porque cada capítulo -de una hora- es una pequeña película tan divertida como talentosa. Si tuviera que elegir entre la segunda parte de la película de Ritchie y la serie de la BBC, no tendría duda.

Un viaje inesperado

Tengo un sueño que se me repite más que el pepino del Big Mac. Resulta que hace unos meses estuve en el Casino de Santander. Era la primera vez que entraba en un garito parecido, la curiosidad me pudo, ya saben. El caso es que, después de desestimar la idea de jugar al póker -aquello es una orgía de euros insultante-, decidí probar suerte con la ruleta. Por hacer la gracia. Llegó un momento en que salió siete veces seguidas el color rojo. Y recordé las palabras de mi amigo Alfonso: “es imposible que, lanzando una moneda, saques más de siete veces seguidas cara o cruz”. Así que, muy dispuesto, puse una humilde fichita en el negro y, claro, gané. Desde entonces sueño con ese preciso instante. Justo cuando voy a poner la apuesta oigo gritos: ¡¡apuesta más idiota, no ves que vas a ganar!!

Con la Lotería de Navidad pasa algo parecido. Y creo que es un sentimiento compartido por todos. Nos pasamos el año sin comprar un décimo de lotería y, es llegar el turrón, y nos entra la locura. Es como en la oficina: ¿quién es el guapo que no compra lotería de su trabajo? Nadie. ¿Por qué? Muy fácil: no soportaríamos ser el único que no pilla cacho. Pero ahí estamos, año tras año, gastando un dineral en sueños que se evaporan con la voz de un niño.

Dicho lo cual, sí. He comprado lotería y tengo la fe ciega, insana y desproporcionada de que me va a tocar. Probablemente, ahora mismo estén leyendo las palabras de un tipo rico poseedor de un Ipad 2 reluciente y una Canon 7D espectacular. No me culpen, a alguien le tiene que tocar…

Mientras que confirmamos la suerte de los números, hay un tipo al que sí que le ha tocado la lotería. Bueno, le tocó hace años, pero ahora vuelve a escuchar cómo cantidades ingentes de dinero se acercan a su puerta. ¡Y sólo ha sacado un trailer de un película que se estrenará dentro de un año! Les hablo de Peter Jackson y su ‘Hobbit’. Director al que conoceré en persona para hablar de nuestro próximo proyecto juntos. Claro, hombre, en algo tendré que invertir el dinero de la Lotería.

El rodaje del Hobbit (II)

Peter Jackson salió a la palestra con un sencillo blog y un vídeo en Youtube que pregonaba un mensaje evidente: “Ey, amigos -parecía decir-, queda mucho tiempo para que estrenemos El Hobbit, pero dejen que les cree un deseo irrefrenable de pagar su entrada”. Fue el pasado mes de abril. Y sí, lo consiguió. Yo, como tantos otros, me muero de ganas de volver a la Tierra Media.

El movimiento del director es tan maquiavélico como talentoso: no se trata de un trailer, no es publicidad, no hay compromisos en los títulos ni se tiene que preocupar de su distribución. Jackson, simplemente, actúa como un internauta más, compartiendo un contenido que, considera, será de nuestro interés.

Bastaron unas horas para que el primer vídeo del rodaje de El Hobbit diera la vuelta al mundo en la red. Desde entonces han caído tres entregas más, siendo la última la más espectacular de todas. Se trata de 10 minutos más de previa en el que ya podemos ver a los intrépidos enanos liderados por Bilbo Bolsón, alguna que otra aparición de Gandalf, de Legolas y de tantos otros personajes. Pero, sin embargo, lo auténticamente maravilloso del asunto es el apasionante paseo por la técnica.

Si les gusta bichear detrás de la cortina, ver cómo funciona el truco de magia, no deben perderse la explicación que Peter Jackson nos ofrece sobre el uso de las cámaras en 3D, la recreación de espacios virtuales, el enorme trabajo de diseño y producción, los bocetos a lápiz, las discusiones entre actores.

Así que, ¿quién no compraría su entrada para ver ‘El Hobbit’?

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