El hostil de Jeremy Renner

Jeremy Renner (1971, Modesto) tiene una cara de esas que te hacen dudar. ¿Te conozco? En los últimos diez años ha participado en todo tipo de películas, series y spots de televisión, aunque ha sido ‘En tierra hostil’ la que ha establecido la referencia. No obstante, puede que les pase como a un servidor, y vean en Renner una moderna e inspiradora reencarnación de James Belushi (‘Super Agente K-9’).

Renner es un actor muy yanki. Muy estereotipado. Sus primeros papeles protagonistas fueron como ingestador compulsivo de Pizza Hut, un chaval que se quedaba sin pilas Duracell y un joven que disfrutaba, al american way of life, de una cerveza Bud Light. La publicidad dio paso a la televisión, en capítulos esporádicos de CSI, Angel y, sobretodo, en la tv-movie basada en el asesino en serie Jeffrey Dahmer, que le abrió las puertas de la gran pantalla.

En el cine siempre ha venido cargado de balas: ‘El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford’, el soldado heroico de ’28 semanas después’ y como ex compañero de Colin Farrel en ‘S.W.A.T.’, posiblemente la que más fama le reportó en el star system hollywoodiense.

Hasta entonces, sus papeles secundarios de tipo duro y ‘badass’ de mucho cuidado, habían puesto en escena el cuerpo de Renner. Pero sólo William James, el soldado que Kathryn Bigelow dibuja en ‘En tierra hostil’, nos ha mostrado que también tenía alma. Jeremy Renner borda al adicto a la guerra. Un personaje repleto de estigmas que bailan por una enorme gama de grises, del héroe al villano.

Renner es la representación del pecado más recurrente en la historia de la humanidad: la guerra. Él es capaz de encarnar, sin lanzar una moralina fácil o un mensaje subrayado por un monólogo evidente, las dos caras de la moneda. William James representa a los Estados Unidos más patrióticos y belicistas. El soldado es la imagen de un país con doble moral, capaz de luchar por los ideales más nobles, pero incapaz de vivir sin el chute de adrenalina que les proporciona el título de ‘señores de la guerra’. William-Renner es el pistolero del salvaje oeste que nunca se jubiló, un vaquero con armas modernas que sigue cegado por las barras y las estrellas que filtran su visión. Un hombre que no ve valor alguno a, simplemente, vivir en paz.

El riesgo del papel de Renner era caer en los tópicos de la acción. Pero él es capaz de interiorizar al soldado que todos los adolescentes quieren ver en sus videojuegos y, además, ser la crítica más mordaz, silenciosa y actual que se ha colado en el palmarés de Hollywood. La trayectoria de Renner no es –no puede ser, por edad- la más sobresaliente de los candidatos al Oscar. Pero al igual que otros nominados (Jason Reitman, en dirección), comparte una prometedora juventud que ya traza un camino de baldosas amarillas.

Gracias a ‘En tierra hostil’, las propuestas abordan su mesa. Suena para interpretar a Ojo de Halcón, uno de los héroes de cómic que acompañan al Capitán América en la película de ‘Los Vengadores’; y también para protagonizar la versión fílmica de ‘Hundir la flota’. Esperemos que la vena comercial que ha despertado no le ayude a olvidar la razón por la que la academia americana le nominó al Oscar: cuerpo y alma.

En tierra hostil

La guerra es una droga. Excitante, eléctrica e impulsiva; peligrosa, miserable y mortífera. La guerra de ‘En tierra hostil’ (‘The Hurt Locker’) es un mundo masculino brillantemente descrito por una mujer, Kathryn Bigelow (‘Le llaman Bodhi’, ‘K-19 The Widowmaker’). William James (Jeremy Renner, ‘El asesinato de Jesee James por el cobarde Robert Ford’) es un especialista, un experto desactivador de bombas que viaja a Iraq para convertirse en el cabecilla de un grupo de élite. Pero William también es un adicto a la adrenalina.

El gran poder de ‘En tierra hostil’ reside en que la película no lanza un mensaje repleto de moralina, ni siquiera un discurso que se posicione a un lado u otro de la guerra. Es terriblemente descriptiva y, precisamente ahí, en su frialdad, está la persuasión. Casi dividida en capítulos, al más puro estilo Tarantino, los protagonistas vivirán escenas bélicas de una calidad técnica abrumadora con un tremendo poder de perturbar y angustiar. Un cine de acción distinto, de las que sale una entre cien, que no dejará indiferente. Aunque, eso sí, en algunos momentos pierde el ritmo frenético, despistando la mirada del espectador.

Adrenalina, acción y violencia, combinan a la perfección con batallas que bien podrían pasar por un duelo del oeste americano. Incluso la música que acompaña a estas escenas nos transporta a una calle solitaria, terrosa, con una bola de heno dado vueltas en segundo plano mientras que los protagonistas remueven sus dedos junto a las cartucheras. De hecho, es soberbio el duelo de francotiradores en mitad del desierto: la paz, el sosiego, la lentitud de movimiento, la tensión acumulada antes de disparar del western. Brutal.

En una lectura más profunda de la película, William James representa a los Estados Unidos más patrióticos y belicistas. El soldado es la imagen de un país con doble moral, capaz de luchar por los ideales más nobles, pero incapaz de vivir sin el chute de adrenalina que les proporciona el título de ‘señores de la guerra’. William es el pistolero del salvaje oeste que nunca se jubiló, un vaquero con armas modernas que sigue cegado por las barras y las estrellas que filtran su visión. Un hombre que no ve valor alguno a, simplemente, vivir en paz.

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