Amigos…

No recuerdo si teníamos diez o veintinueve años –cosas de llevar tanto tiempo juntos, vidas y tiempos mezclados-, pero el día que Pepe hizo lo que hizo mientras el resto de la panda mirábamos atónitos cómo la apuesta se nos iba de las manos es una de las anécdotas que contamos con más salero. No es vanidad, es que somos un grupo de amigos muy cachondos. Todos nos lo dicen. A veces, para qué lo vamos a negar, gastamos un humor poco accesible para el gran público, tan socarrón como hiriente, pero nos lo pasamos de escándalo. El caso es que, como buenos granadinos de ‘pro’, hay un par de fórmulas que suelen ir seguidas de un desastre monumental de dimensiones escandalosas. La clásica no falla: “No hay huevos de…” Sé que esto no es solo cosa nuestra, muchos utilizan la frase, es como el hechizo más poderoso de Harry Potter. La manera más sencilla de manipular las voluntades y de añadir nuevas historias a la lista.

Si esto les resulta familiar, disfrutarán tanto como nosotros con la comedia ‘Amigos…’. Una película de Borja Manso y Marcos Cabotá. El día que Nacho se muere deja a sus tres amigos del alma 17 millones de euros en herencia. Con una condición: sólo uno se llevará el dinero, el que consiga más audiencia en la televisión. Se pueden imaginar las barbaridades: entrar en un reality, fingir una relación con una famosa o participar en un programa de testimonios. Los tres personajes se enfrentarán a un embrollo magistral que arranca, con facilidad, una carcajada continua en los espectadores.

Y, entre chiste y chiste, ‘Amigos…’ deja una curiosa crítica a la televisión actual, al famosillo de carrera y a la llamativa estupidez de la audiencia, que concede talentos gloriosos –como 17 millones de euros- al mayor payaso de turno. Ernesto Alterio, Diego Martín y Alberto Lozano, los protagonistas, geniales.