Ambos desenvainan la espada, adoptan la postura y dedican unos segundos de quietud para mirar a su enemigo a la cara. Ningún duelo, antes de empezar, muestra miedos ni arrepentimientos. Es respeto lo que vemos. Honor. Un romanticismo que hoy se tacha de inútil. Sí, supongo que es eso lo que me llama la atención: lo inútil. La cantidad de cosas inútiles que se hacen en un duelo de espadas para demostrar que es importante. Que es importante. No que sea útil ni que sea bueno ni que sea lo justo. Tan solo importante. Unos segundos para mirar dentro y purgar el alma ante un posible final.
Si la vida fuera esto, si encarásemos los duelos rutinarios así, ¿cómo sería? No me refiero a matarnos a espadazos. Hablo de dedicar segundos de quietud para luchar con fiereza, hasta la última gota. Hablo de volcar lo mejor de cada uno en un duelo singular con un enemigo al que tratar con respeto y con honor. Duelos románticos repletos de cosas inútiles. Esas cosas inútiles que, a mí, me llaman la atención.
Una buena historia de espadas es como un café por la mañana: Un samurái acompañado de seis, el gladiador que levanta al Coliseo, gritarle a Crom al amanecer, sostener a Hattori Hanzo ante las verdades de Bill, quitarte el antifaz tras la zeta, recordar las enseñanzas del Abate en el Castillo de If, descubrir que el casco esconde a tu padre, intentar que tu cabeza sea la última, robar a los ricos, ayudar a Willow a cumplir la profecía, recitar tu nombre a quien debe prepararse para morir…
Tonterías inútiles. Y, sin embargo, cuánto agradecería un poco de romanticismo al encender la televisión y ver a gente enchaquetada hablar de lo que es mejor o peor para el país.
Sword Fights Movie Montage from ClaraDarko on Vimeo.