Espectadores (II): el dictador

Si se fijan con detenimiento, descubrirán que a su lado hay otro espectador. Y, si afinan, se darán cuenta de que todos y cada uno de nosotros puede encuadrarse en un perfil ampliamente estudiado. A continuación, vamos a analizar al ‘espectadorus ego ordenus e mandus’. ‘El dictador’.

‘El dictador’, al contrario que otros especímenes de sala, pasa completamente inadvertido si no se dan las circunstancias adversas adecuadas para su liberación. Una persona de este perfil puede comprar su entrada, sentarse en la butaca, ver la película y salir con una sonrisa de oreja a oreja, sin darnos la menor pista de cuál es su categorización.

No obstante, un solo ‘error’ en su rutina cinematográfica y la bestia se desencadenará. A saber: si ‘El dictador’ compra las entradas con más personas él y sólo él decidirá la fila en la que todos se sentarán. Obligará a los acompañantes a no consumir productos escandalosos que puedan estropear la calidad del sonido y que distraigan su atención de la pantalla: palomitas, bolsas de patatas, frutos secos, etcétera (por lo que más quieran, nada de chicles). Si alguno de los presentes decide llevarle la contraria sufrirá la ira de Kahn: “te sentarás donde yo te diga” (esto es al final de la fila, lo más alejado de ‘El dictador’).

Puede suceder -y sucede- que no sean los acompañantes directos los que lleven bolsas con comestibles. Si está usted cerca de ‘El dictador’, le recomiendo que a la primera de cambio se dirija a los extraños y, con toda la amabilidad del mundo, les pida que guarden silencio y que no muevan sus bolsas. De no hacerlo así, la especie en estudio obviará cualquier condición humana para lanzar improperios del tipo: “¡¿Quiere hacer el favor de dejar la bolsa y de no comer como auténticos cerdos de granja?!” (verídico)

Como habrán podido observar, este perfil es un Bruce Banner con visos de Hulk. Aunque, todo sea dicho, si se respeta el protocolo y acatan sus normas, suele ser un apasionado del cine que aportará una gran conversación al finalizar la proyección. Eso, insisto, si le aceptan.

Espectadores: el comentarista

Si se fijan con detenimiento, descubrirán que a su lado hay otro espectador. Y, si afinan, se darán cuenta de que todos y cada uno de nosotros puede encuadrarse en un perfil ampliamente estudiado. A continuación, vamos a analizar al ‘espectadorus voceus totus tus’. ‘El comentarista’.

De entre todos los perfiles, el del ‘comentarista’ es el más fácil de discernir. Por muy grande que sea la sala, el especimen, mucho antes de que comience la proyección, ya estará berreando a pleno pulmón para que toda la sala sepa que es, sin lugar a dudas, el más ingenioso de los presentes. Además, al empezar la película encontrará un chiste para cada uno de los nombres que aparezcan en los créditos. Infalible.

El ‘comentarista’ no es muy inteligente. De hecho, utiliza el humor para esconder sus enormes carencias racionales y su absoluta falta de intuición. Así, nada más aparecer un personaje nuevo en pantalla, alzará la voz con la siguiente pregunta: “¿Y este quién es?” Conforme avance la cinta, el ‘comentarista’ subrayará momentos evidentes -la ciencia aún no ha conseguido descifrar el porqué-. Así, cuando la música esté en su clímax y el protagonista acabe de recibir el tiro de gracia, mientras que el público está con el alma en vilo y las primeras lágrimas comienzan a aflorar, el ‘comentarista’ dirá: “¡Que se ha muerto!”

Otra de sus cualidades intrínsecas consiste en asesinar la película cuando él considera que es “malísima”. Esto sucede si el ejemplar decide entrar a ver, por ejemplo, ‘La cinta blanca’ y descubre que no tiene ninguna escena de kárate. “Me aburro” o “menudo tostón” son las conclusiones más clásicas. Si, por el contrario, se trata de una comedia basura, procurará repetir el chiste durante unos minutos: “Mola, ¿y en el mío? Tío…”

La recomendación es que si, ya en la taquilla, sospechan que en la sala puede haber un ‘comentarista’, cambien de película o de sesión y, de no ser posible, busquen un asiento lo más alejado del sujeto. Suerte.

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