La vida es un ciclo que empieza y acaba siempre en el mismo punto. Ciclos que se repiten una y otra vez, de maneras distintas, con ropas distintas y relojes distintos. Pero siempre los mismos ciclos. Es como el lugar en el que se cruzan varias carreteras, caminos que van en direcciones opuestas pero que, en algún punto del mapa, tornan el sentido y cambian de orientación. Es la gran historia de la humanidad: heredamos los errores y los aciertos de nuestros antepasados. Aunque no nos corresponda su carga.
‘Cruce de caminos’ (el título original, ‘The Place Beyond The Pines’, mucho más sugerente) es un tríptico en el que su director, Derek Cianfrance (‘Bluen Valentine’), profundiza en el nexo que flota de una generación a otra, más allá de la ciencia y el ADN. Tres historias –casi tres películas distintas, si gustan– hilvanadas con mimo y tiento, gastando saliva en los detalles, en los gestos en los sentidos que rodean la pantalla.
Cianfrance mezcla drama, romance y suspense en tres episodios formidables: Luke (Ryan Gosling), un motorista descarado y rebelde dispuesto a recuperar a toda costa a Romina (Eva Mendes), un amor de otra época; Avery (Bradley Cooper), un policía que se ve envuelto en una trama de corrupción; y Jason (Dane Dehaan), un adolescente desubicado y adicto a las drogas que arranca una vida tan propia como ajena.
Tal y como sucedía en ‘El Atlas de las Nubes’ (Tom Tykwer y Andy y Lana Wachowski, 2012), el formidable compromiso del casting por realizar una obra coral y el desarrollo por capítulos favorecen un epílogo satisfactorio, pero un desarrollo que puede llegar a atragantarse a un espectador desprevenido. Merece la pena leer el libro entero, admirar cada ‘Cruce de caminos’ y reconocer la facilidad que gastamos para convertirnos en nuestro peor enemigo.