Cruce de caminos

La vida es un ciclo que empieza y acaba siempre en el mismo punto. Ciclos que se repiten una y otra vez, de maneras distintas, con ropas distintas y relojes distintos. Pero siempre los mismos ciclos. Es como el lugar en el que se cruzan varias carreteras, caminos que van en direcciones opuestas pero que, en algún punto del mapa, tornan el sentido y cambian de orientación. Es la gran historia de la humanidad: heredamos los errores y los aciertos de nuestros antepasados. Aunque no nos corresponda su carga.

Cruce de caminos’ (el título original, ‘The Place Beyond The Pines’, mucho más sugerente) es un tríptico en el que su director, Derek Cianfrance (‘Bluen Valentine’), profundiza en el nexo que flota de una generación a otra, más allá de la ciencia y el ADN. Tres historias –casi tres películas distintas, si gustan– hilvanadas con mimo y tiento, gastando saliva en los detalles, en los gestos en los sentidos que rodean la pantalla.

Cianfrance mezcla drama, romance y suspense en tres episodios formidables: Luke (Ryan Gosling), un motorista descarado y rebelde dispuesto a recuperar a toda costa a Romina (Eva Mendes), un amor de otra época; Avery (Bradley Cooper), un policía que se ve envuelto en una trama de corrupción; y Jason (Dane Dehaan), un adolescente desubicado y adicto a las drogas que arranca una vida tan propia como ajena.

Tal y como sucedía en ‘El Atlas de las Nubes’ (Tom Tykwer y Andy y Lana Wachowski, 2012), el formidable compromiso del casting por realizar una obra coral y el desarrollo por capítulos favorecen un epílogo satisfactorio, pero un desarrollo que puede llegar a atragantarse a un espectador desprevenido. Merece la pena leer el libro entero, admirar cada ‘Cruce de caminos’ y reconocer la facilidad que gastamos para convertirnos en nuestro peor enemigo.

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Los otros dos

Adam McKay es uno de los guionistas consagrados por el programa de humor más codiciado de Estados Unidos: Saturday Night Live (SNL). Y se lo tiene ganado a pulso: sus ‘sketches’ son imitados por todo el mundo y los principales actores de Hollywood se pelean por participar en sus cachondas invenciones. Con tanto talento para la comedia, era cuestión de tiempo para que McKay diera el salto al cine respaldado por una infinidad de productores ansiosos por poder hacer la siguiente publicidad: “de los creadores de SNL llega ‘Los otros dos’, con Will Ferrel y Mark Wahlberg”.

La película hubiera sido un ‘sketch’ genial: ¿qué pasaría si cambiamos a los clásicos policías alimentados con creatina por dos funcionarios acostumbrados a trabajar con el ordenador y expertos en aplicaciones para el Iphone? Si a la premisa le sumamos a The Rock y Samuel L. Jackson, el bombazo está asegurado. Efectivamente, un vídeo de quince minutos con los mismos elementos habría sido un éxito pero, como cinta de dos horas, parece un chicle estirado.

‘Los otros dos’ está repleta de ambiciones inconclusas e inefectivas. Detrás de la evidente intención de hacernos reír se esconden críticas al sistema económico, a los medios de comunicación, a los estereotipos y a la carencia de originalidad en las historias actuales. Pero están tan bien escondidas que hay que ser muy buen espectador para aceptarlas de buen grado.

No les voy a decir que sea un film aburrido, les encantará verla un domingo por la tarde en la televisión, después del tiempo. Lo de encontrar razones para pagar en taquilla es más complicado. Bueno, quizás por ver la hermosura de Eva Mendes en todo su esplendor, ya me entienden.

Teniente Corrupto

Terence Macdonagh (Nicolas Cage) es policía en Nueva Orleans. Es una fachada de orgullo patrio, de barras y estrellas, de paradigma de los valores estadounidenses. Es el arma que defiende nuestros derechos, adalid de la democracia y la justicia, firme ejecutor de la verdad. Protector de los débiles y mártir entre los pobres. Él es la mejor baza para acabar con la delincuencia organizada en la ciudad.

Pero, Terence Macdonagh también es un adicto a toda clase de sustancias. Desayuna, almuerza y cena con aderezos de estupefacientes. Es un chulo y su única prostituta es, además, su novia (Eva Mendes). Hijo de alcohólicos. Apuesta semanalmente cantidades absurdas de dinero, lo que hace que sea un deudor perseguido por las mafias. Acosa, estafa e intimida a todo el que le conviene. Abusa de su poder. Viola. Por eso él es ‘Teniente Corrupto’.

La película de Werner Herzog (Grizzly Man) no es una bajada a los infiernos de Nicolas Cage, pues ya empieza allí. Es un paseo. Un canto al pecado y a la doble moral estadounidense que sirve a una Justicia siempre amparada en la dualidad del resultado. ‘Teniente Corrupto’ es una estupenda alternativa en la cartelera, que llega a combinar escenas terriblemente dramáticas con paranoias más cercanas a una comedia extravagante provocadas por el colocón que lleva continuamente el personaje de Cage.

Un Cage que, sin deslumbrar, convence en su papel de antihéroe, aunque un poco sobreinterpretado en los últimos minutos de la película. Además de la siempre bella Eva Mendes, le acompaña en el reparto el espectacular Val Kilmer (Batman Forever), no por su interpretación, sino porque tardará 40 minutos en descubrir que, debajo de la papada y los kilos de más, está él. Menudo cambio radical.

Los amantes del género policial disfrutarán de ‘Teniente Corrupto’, por cierto, remake de la película del mismo título dirigida por Abel Ferrara y protagonizada por Harvey Keitel en 1993… Carajo, 1993. Cada vez se hacen antes los remakes. A este paso, dentro de un año tenemos remake a la vista de ‘Atrapado en el Tiempo’ o ‘La Lista de Schindler’. Puestos a versionar, váyanse más atrás, hombre.

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